Ponga el centro de salud en su casa y empiece a hacer sitio al quirófano
Mientras los centros de salud de Madrid continúan desbordados por ómicron y miles de personas deben esperar dos semanas para ser atendidas, Isabel Díaz Ayuso ha encontrado un simulacro de remedio. No, no se trata de contratar más personal sino de habilitar otra vía para mantener a los pacientes lejos de esos mismos centros de salud. Les presentamos al doctor telemático al que le cuentas tus síntomas a través de una pantalla. Dado que hay mucha gente que comete el error de creer que le basta con pedir consejo al doctor Google, malo será que tengan escrúpulos con consultar a un doctor de carne y hueso al que accederán por una app... cuando les llegue el turno.
Las posibilidades que se abren son infinitas. Por mucha furia privatizadora que se le suponga al PP de Madrid, lo tienen algo complicado para adjudicar los centros de atención primaria a las empresas privadas. Las consultas telemáticas abren una evidente oportunidad de negocio con la que limitar la contratación de personal en la sanidad pública y encargar el servicio a compañías privadas con inevitable ánimo de lucro. Y no necesitas una gran inversión en infraestructura para esa nueva atención al cliente si te limitas a ofrecer contratos temporales a personas con titulación y conexión a internet. Lo único que les exigirán es que lleven una bata blanca, porque esas cosas inspiran confianza.
Un mínimo de contundencia en la defensa de las virtudes milagrosas de un proyecto es lo menos que se espera de un político en el Gobierno. Tratándose de Ayuso, ya se sabe que eso lo tenemos garantizado. Quizá la presidenta madrileña fue demasiado lejos esta vez con su frase: “Hoy, el gran hospital de Madrid está en los domicilios, como le gusta decir al consejero”.
La lógica de la frase exige algo de esfuerzo. De lo que se está hablando no es de montar hospitales en el hogar –todavía–, sino de pasar consulta con el médico de cabecera o el especialista. Un hospital es otra cosa e incluye aparatos de alta tecnología (piensen en la máquina que hace ping de la que tan orgullosos estaban sus médicos en el sketch de Monty Python). Cuando Ayuso oye la palabra 'hospital', se emociona tanto que puede decir cualquier cosa.
La videoconsulta se hará a través de la ya existente Tarjeta Sanitaria Virtual con la que ya se puede pedir cita al médico –mejor dicho, intentarlo– o acceder al pasaporte Covid que prueba la vacunación. Será otro obstáculo digital al que tendrán que enfrentarse los usuarios más habituales del sistema de salud, los ancianos.
Ayuso ha estado muy centrada en los últimos dos meses en su duelo con Pablo Casado por su candidatura a la presidencia del PP de Madrid. Los medios de derecha están convencidos de que ese conflicto ha perjudicado al partido en las encuestas. Si bien nadie sabe con seguridad si eso es cierto, es un hecho comúnmente admitido que los conflictos internos son recibidos con desagrado por los votantes.
Da la impresión de que Miguel Ángel Rodríguez ha decidido que esa pugna y la atención mediática consiguiente han desayusizado el estilo tradicional de la presidenta. Esta semana ha vuelto a adornar la agenda de la jefa con esos actos de propaganda o de presentación de propuestas que le ayudan a ocupar el centro de la atención de los medios. Una semana sin titulares que apunten que 'Ayuso dice', y no tiene que ser sobre asuntos de su competencia autonómica, es una semana desperdiciada.
El lunes se dedicó al culto a la personalidad. Como las plantas, hay que regarlo con frecuencia. La ocasión sonaba a una melodía un poco gastada, pero los grandes éxitos siempre tienen un lugar destacado en la radiofórmula periodística. Tocaba recibir un premio de la asociación de empresarios del ocio nocturno, que obviamente se deshizo en elogios de su Mater Amantisima. Le permitió a Ayuso reiterar su idea de que toda Europa ha estado equivocada en la pandemia, menos ella.
“Los locales en capitales como París, Londres o Berlín han permanecido cerrados entre nueve y quince meses sin que ello haya ayudado a contener el virus”, dijo, convencida de que sólo Madrid –la segunda región europea más castigada por el Covid en 2020 después de la Lombardía italiana– ha salido triunfadora de la catástrofe.
En otros países, creyeron que era imprescindible restringir el acceso a locales cerrados donde era más fácil que se produjeran contagios. Pobres ignorantes franceses, británicos y alemanes que desconocen que un madrileño refuerza su sistema inmunitario tomando cañas.
Ayuso también recibió el lunes otro premio, de la Asociación Española de Mujeres Empresarias de Madrid (si son de Madrid serán probablemente españolas, pero el nombre completo debía incluir las dos cosas). Conceder un premio a la presidenta es la mejor forma de conseguir un encuentro con ella. No hay mejor ejemplo de colaboración público-privada. Las dos partes salen ganando.
El calendario de festejos culminó el martes con la participación de Díaz Ayuso en la presentación del libro 'Liberalismo a la madrileña', escrito por Diego Sánchez de la Cruz, economista y colaborador de Libertad Digital. El subtítulo de la obra lo dice todo: “Cómo y por qué Madrid se ha convertido en la comunidad que más crece, más empleo genera, mejores servicios públicos ofrece, más recauda y más baja los impuestos” (algunos de los supuestos de la frase son un tanto contradictorios, pero la fe auténtica no puede frenarse ante tales minucias). Es posible que el futuro programa electoral de Ayuso no sea tan elogioso de su gestión como este libro, así que cómo podía faltar la presidenta.
Al igual que los independentistas catalanes que sostienen que Cristóbal Colón nació en Cataluña, Ayuso no se cortó en el acto a la hora de encontrar un referente histórico con el que confirmar su concepto de libertad. Ese personaje es Miguel de Cervantes, que al menos sí nació y murió en Madrid. Ayuso entroncó su defensa de la libertad con las palabras del escritor y dijo que “Cervantes llenó su obra del sentido original de la palabra liberal, que es tan española”. Si eso es así, llama la atención que esa palabra fuera tan perseguida durante siglos en España.
Tanto en su tiempo como en épocas posteriores, la defensa del liberalismo como idea –o el mismo respeto que Don Quijote sentía por otras confesiones religiosas– encontró la feroz resistencia de la Iglesia católica, tan querida por Ayuso. Hay que suponer que no es ese el Cervantes que reivindicó la presidenta. Como dijo el hispanista británico Trevor Dadson, “Don Quijote jamás entró en una iglesia, y además cuando encuentra a curas en su camino termina dándoles una paliza”.
A ver si Ayuso ha intentado apropiarse de Cervantes y termina descubriendo que ha elogiado a un comunista comecuras.
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