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CRÓNICA

A ti te preocupa la falta de médicos pero a Ayuso lo que le pone de los nervios son los carteles

Ayuso enseña dos fotos con carteles en centros de salud en la Asamblea de Madrid.

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Faltan médicos. Faltan pediatras. Un momento, hay algo más grave. Sobran carteles. Como en toda protesta laboral, los sindicatos y asociaciones profesionales colocan carteles y convocatorias en sus centros de trabajo para anunciar movilizaciones o pedir la solidaridad de los ciudadanos. En un gran salto irónico, Isabel Díaz, autoproclamada reina de la libertad castiza, quiere erradicar estas prácticas y dice hacerlo en favor de esos mismos ciudadanos que están sufriendo la falta de personal sanitario en la Atención Primaria en Madrid.

La lógica es un tanto retorcida y se basa en creer que la gente está más preocupada por el aspecto de las paredes de los ambulatorios que por la asistencia que reciben.

Siempre a la búsqueda de enemigos que le permitan no responder directamente al motivo de las críticas, Ayuso ha continuado cargando contra el personal médico que cuestiona sus decisiones, un escenario que ha empezado a preocupar a la dirección nacional del Partido Popular. “Es lo único que nos daña”, han explicado fuentes del PP madrileño a El Mundo. “Hay huelgas que tumban gobiernos”, avisó Alberto Núñez Feijóo a los barones regionales en noviembre, según El Confidencial. Varios de ellos se apresuraron a negociar para reducir el nivel del conflicto en lo posible.

Ayuso va a su bola. Ha preferido fijarse en la decoración de interiores. La libertad de protesta sindical se acaba a las puertas del ambulatorio. “Es asqueroso, hay que obligar a acabar con ello”, dijo el jueves en la Asamblea de Madrid. Le repele. Ve virus y gérmenes por todos los sitios, mientras los pacientes intentan protegerse de los gérmenes de verdad.

La oposición hizo fiesta con la obsesión de Ayuso con los carteles. “Exactamente, ¿cuál es el cartel que le molesta?”, le preguntó Mónica García. “¿El de no hay médico? ¿El de no hay pediatra? ¿El de no hay cita?”.

Se podrían añadir los carteles que los médicos ponen en algunos centros sin permiso de sus jefes para informar del número exacto (y escaso) de profesionales que están atendiendo ese día. Para que sepan hasta qué punto se están viendo arrollados por la falta de medios.

La presidenta quiere ver paredes blancas o como mucho con carteles de la Consejería de Sanidad, muy habituales en los centros de salud, que elogien la excelente atención o recomienden a la gente que se lave las manos. “Los pacientes no tienen que aguantar sus reivindicaciones sindicales”, continuó. “Tienen derecho a ser tratados en un espacio público, con decoro y con tranquilidad. No pueden estar secuestrados”.

¿Secuestrados? Si acaso, quedan secuestrados cuando tienen que pasar horas esperando en urgencias, porque demasiadas personas han pasado por allí al no poder tener cita con el médico de cabecera hasta dentro de siete días. Pero en ambos casos el término es una loca exageración de algo que no tiene nada que ver con ese delito.

Ayuso está un poco obsesionada con la palabra. “España está secuestrada por minorías que la odian”, dijo en 2021. Sánchez tiene “secuestrado al país”, denunció en 2022. “Es el secuestro de la izquierda de esta y de otras tantas banderas”, comentó sobre el Orgullo LGTBi el año pasado. En su diccionario político, suena fenomenal.

Una paradoja de esta huelga de médicos y pediatras de Atención Primaria es que una de sus reivindicaciones se basa en una promesa hecha por la propia presidenta de Madrid. Una no cumplida. En septiembre de 2020, con la pandemia a pleno rendimiento, Díaz Ayuso prometió un aumento salarial a los médicos hasta alcanzar los 476 euros más al mes. Iba a beneficiar a unos 5.000 trabajadores y supondría un incremento salarial anual de 5.757 euros a lo largo de tres años.

Ahora más de dos años después, su Gobierno se niega a aprobar esa subida. Los colectivos en huelga han bajado la exigencia a 400 euros más al mes. Han recibido otro 'no' por respuesta.

La prensa amiga lo vendió entonces como un hecho. “Ayuso sube el sueldo a los médicos de Atención Primaria y Emergencias”, tituló La Razón el 22 de septiembre de 2020. Todavía están esperando la pasta.

Formaba parte de un paquete de ayudas económicas, al que algunos llamaron el Plan Ayuso, que ascendía a 82 millones dedicados a la Atención Primaria. En las elecciones de mayo de 2021, en las que el PP obtuvo una clara victoria, la presidenta y los responsables del partido aludieron con frecuencia a esas promesas en sus mítines.

Uno de los objetivos de ese plan era hacer más atractivas las plazas de médicos ofertadas por la Comunidad de Madrid, una región con un coste de la vida más alto y con viviendas más caras que la media española.

En el pleno de la Asamblea, Javier Padilla, de Más Madrid, afirmó que el Gobierno regional está fracasando en ese objetivo. Ha alardeado de que 41 de los cien primeros puestos del MIR eligen Madrid. Más tarde, todo cambia: “Lo eligen, pero luego el problema es que no se quedan. En los últimos años han conseguido fidelizar dentro de Atención Primaria a menos del 20% de los profesionales que se formaban con capacidad para trabajar en el ámbito de la Atención Primaria”.

Hay carencia de médicos en muchas comunidades autónomas y conflictos laborales en varias de ellas. Pero algunas los sufren más que otras, porque la cantidad de fondos públicos que destinas no es irrelevante. Padilla destacó que Madrid es la región que menos gasta en Atención Primaria por habitante, la que menos en relación a su PIB, y la que menos en proporción a su presupuesto sanitario total.

Aquí llueve para todos. De repente, el Gobierno de Pedro Sánchez se ha encontrado con un problema en el peor momento posible en un año electoral. La red de cercanías de Madrid está sufriendo múltiples problemas en los últimos meses en forma de averías en la infraestructura y los retrasos consiguientes, que son mortales a primera hora de la mañana cuando la gente utiliza el tren para llegar al trabajo.

Este mismo jueves, fue uno de esos días después de otro día muy malo. Se producen en localidades con alcaldes socialistas que se juegan la reelección en mayo y que ya han comunicado su malestar al Ministerio de Transportes. El líder del PSOE madrileño, Juan Lobato, no pudo negar la evidencia a los periodistas. “La situación de los cercanías en Madrid es un desastre. Y lo de hoy ha sido un horror”. Recordó que se van a invertir 400 millones en obras en la estación de Atocha y otros mil millones en la de Chamartín gracias a los fondos europeos, pero que las obras causarán más retrasos en “un 2023 que será muy complicado”, dijo, en especial si se repiten imágenes como esta de Parla el 9 de febrero.

El Gobierno de Madrid, tan remiso a aceptar su responsabilidad en la gestión de la sanidad pública que forma parte de sus competencias, no podía dejar de aprovechar políticamente esta demostración de pésima calidad del servicio en los trenes. David Pérez, consejero de Transportes, alegó que el Gobierno de Mariano Rajoy había dejado la gigantesca cifra de 5.000 millones de euros para invertir en cercanías de Madrid y que el Gobierno posterior de Pedro Sánchez había decidido destinar toda esa cantidad “a Cataluña”.

Siempre hay hueco para los malvados catalanes en el catecismo del PP de Madrid.

Es muy posible que las dos cifras sólo sean ciertas en la mente de Pérez. La inversión pública en ferrocarriles se hundió en los años de austeridad al pasar de unos 5.000 millones en 2012 a 2.286 millones en 2017. Por el contrario, las promesas siempre se hicieron a lo grande.

Hay que recordar que años de inversiones insuficientes en el mantenimiento de la red ferroviaria en Catalunya terminaron provocando meses de caos y retrasos en cercanías, un creciente malestar ciudadano y una sensación de abandono que fue un caldo de cultivo propicio para el procés independentista posterior.

Díaz Ayuso ya tiene la mitad del camino recorrido porque han sido muchas veces las que ha dicho que Madrid (por el Gobierno central) nos roba. Está claro que pronto tendrá más ganas de hablar de trenes que de médicos.

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