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Susana Díaz tendrá que superar su alergia a los pactos con otros partidos

Susana Díaz y Pedro Sánchez se abrazan en el mitin de Marbella.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Con la excepción de la cita de 2012, las elecciones autonómicas de Andalucía siempre han sido una competición bastante aburrida. Claro que eso sólo es cierto si nos atenemos a la incógnita sobre la identidad del partido ganador, aunque ese es un detalle que interesa a casi todo el mundo. El PSOE inicia cada campaña con una muy clara ventaja sobre los perseguidores, en un camino engrasado por los años en el poder, las inversiones propiciadas desde el Gobierno y una tupida malla de militantes que patean las calles.

Luego sale el candidato del PP, Juanma Moreno, y dice en plena campaña que los niños andaluces no saben que existe el Ebro.

No sólo es muy probable que los niños de Andalucía sepan que es un río, sino que puede que hasta conozcan algunos de los malditos afluentes que nos inundaban de pequeños desde las páginas de los manuales escolares de geografía. Los nombres de ríos y montañas siempre han recibido una notable atención en los libros del colegio, incluso desmesurada a ojos de muchos alumnos.

Por todo ello, es muy difícil que la competencia sea real en los comicios si el segundo partido insiste en hacer comentarios que pueden ser entendidos como despectivos hacia los votantes o la propia comunidad. Antes del error Moreno, se produjo el error Tejerina y entre ambos el error García Egea. Para acallar la tormenta provocada por las palabras de la exministra de Agricultura, al número dos del PP se le ocurrió decir que “los andaluces no tienen culpa de tener un Gobierno de Susana Díaz que se gasta más en prostitución que en educación”.

Citando a Dolors Montserrat, se podría decir que también en Andalucía hay partidos que “tienen a las prostitutas desconcertadas”. En especial, porque no ven por ningún lado ese aumento de facturación denunciado por el PP. Sería muy raro que no se hubieran enterado.

A veces, parece que el PP comienza derrotado estos comicios. ¿De qué otra manera puede entenderse que Moreno diga en una entrevista que “no podemos competir con la maquinaria electoral más poderosa de España?”. A moral de victoria, no suena. Y eso que su presupuesto de campaña no es pequeño: no menos de 2,5 millones de euros.

El PP fue el más perjudicado por el fin del bipartidismo en Andalucía. Juanma Moreno perdió medio millón de votos en las elecciones de 2015. Dicho de otra manera, sacó menos votos que la suma de Alianza Popular y UCD en 1982, las primeras autonómicas. Otra forma de verlo: el PP sacó en 2015 sólo 200.000 votos más que esa suma de la derecha y el centro de hace 36 años. El censo electoral ha crecido desde entonces en casi dos millones de votantes.

Los nuevos tiempos tampoco han sido buenos para el PSOE. En 2015 Susana Díaz sacó el mismo número de votos (1.411.755) que Rafael Escuredo en 1983 (1.498.619). Y tanto Juanma Moreno como los niños saben que ahora hay muchos más andaluces que antes. Las cifras de votos socialistas a la altura del PRI mexicano del pasado ya son inalcanzables. Pero en la era del cuatripartidismo un 35% da para mucho, tanto como para que sea muy difícil que haya una mayoría alternativa que sea coherente desde el punto de vista ideológico.

Ahora bien, eso no garantiza la reelección y deja a Díaz a merced de los acontecimientos. La alergia de la presidenta andaluza a los pactos es bien conocida. En dos legislaturas, ha llegado a acuerdos de gobierno con IU y con Ciudadanos, y no ha querido concluir ninguno de esos dos mandatos. Pactar con Díaz no te garantiza que el acuerdo se vaya a cumplir hasta el final.

“Si te engañan una vez, el otro tiene mala leche, pero si te engañan dos veces, igual el problema es tuyo”, comentó Teresa Rodríguez, candidata de Adelante Andalucía, cuando le preguntaron por un pacto posterior con los socialistas.

Susana Díaz quiso convertirse en líder del PSOE con una campaña centrada en la idea “100% PSOE”. Por eso, no es extraño que en unas autonómicas apueste por el concepto 100% Andalucía, y si pudiera llegar al 120% Andalucía, no dudaría. La suya es una campaña con mucha copla, mucha alegría y sonrisas, huyendo de las controversias nacionales y prometiendo cosas (este año 15 nuevos hospitales y 24 centros de salud), muchas cosas.

Todo suena muy peronista, pero quizá Susana Díaz no sepa hacer otro tipo de campaña. Y nadie ha demostrado que no funcione en Andalucía, al igual que en otros sitios.

Hay tanto en juego que no es necesario disimular. Esta semana –la última de campaña–, su Gobierno aprobó créditos por valor de 12 millones de euros con los que desbloquear las obras de ampliación del Hospital Costa del Sol en Marbella. Por esas casualidades de la vida, la medida se aprobó el mismo día en que Pedro Sánchez y Susana Díaz celebraban un mitin. En Marbella, naturalmente.

El volantazo de Casado hacia la derecha y más allá

Estas son las primeras elecciones que se celebran con Pablo Casado al frente del Partido Popular. Ha utilizado Andalucía como el escenario de su volantazo hacia posiciones más derechistas, reaccionarias en algunos casos. 155 para todo, un Estado más centralizado con el Gobierno central recuperando competencias por las buenas o las malas, amenazas de inspiración xenófoba a los inmigrantes, y hasta un endurecimiento de las medidas legales contra los menores de edad que cometan delitos. Con tal ofensiva, la insistencia de Moreno en hablar de sus propuestas “de centro” no tiene mucho recorrido.

El mensaje de Casado: nadie me supera por la derecha si puedo evitarlo.

Tanta actividad hará muy difícil que Casado pueda desligarse de la responsabilidad por un mal resultado del PP. No tendrá mucho tiempo para respirar, porque muy pronto tendrá que volcarse en las autonómicas y locales. En seis meses, puede estar en la cresta de la ola o hundido por ella. Casado se juega su futuro político en ese corto espacio de tiempo.

La maldición de Ciudadanos

Los otros dos partidos se han puesto expectativas tan altas que no será fácil que puedan cumplirlas. Todos los sondeos les conceden un aumento de votos, con lo que muy equivocados no están. Una vez más, Ciudadanos afronta su particular maldición demoscópica: perder buena parte de los apoyos que prometían los sondeos en el momento en que hay que votar de verdad.

En Andalucía no hay partidos nacionalistas, pero eso no importa mucho a Albert Rivera. Hace campaña en Málaga como si estuviera en Barcelona, intentando convencer a los andaluces de que su misión es parar a los nacionalistas catalanes en las urnas de Sevilla, Cádiz o Jaén. Curiosamente, Rivera ha prometido que su partido intentará obtener la investidura para gobernar incluso si queda tercero y no surgen otras opciones. En Cataluña, Ciudadanos fue primera fuerza política y se negó a dar ese paso.

La unión de Podemos e IU avanza posiciones y confía en acercarse mucho al PP en la lucha por la segunda posición. Si se planta en el 20% de los votos, Teresa Rodríguez puede atreverse al órdago definitivo: condicionar el apoyo en la investidura a la jubilación anticipada de Susana Díaz.

Con los antecedentes de pactos anteriores, sería lógico que Rodríguez se hiciera pagar caro un posible apoyo con una amplia porción del programa de Adelante Andalucía. Personalizar en la figura de Díaz supondría apostar por el regicidio como principal rédito. Eso sería muy propio de la política tradicional de siempre y no está exento de riesgos. Si Díaz no cede, todos serán de alguna manera corresponsables de la parálisis y del temor a una repetición electoral. “No hay más remedio que pactar”, dijo Rodríguez en una previsión del escenario posterior a los comicios.

Díaz elige el comodín de Vox

Es llamativo que Díaz haya mencionado en público en los últimos días de campaña y más de una vez la amenaza de Vox, al que varios sondeos dan representación parlamentaria. Eso es alejarse de la estrategia electoral habitual del PSOE andaluz, centrada en que no pasen muchas cosas y que todo siga su curso habitual. Si los candidatos hablan de la extrema derecha, sus posibles partidarios creerán que votar a Vox no es tirar el sufragio a la papelera de la casilla de “Otros”.

La interpretación más extendida es que todo lo que pueda debilitar al PP beneficia a Susana Díaz. Para el día después de las votaciones, la posible presencia de Vox en el Parlamento andaluz daría también a la actual presidenta un argumento para convertir su reelección en un asunto de vida o muerte. ¿Cómo va a renunciar en un momento tan dramático con los ultras ocupando los escaños?

Teresa Rodríguez comparó en el debate televisado a Díaz con Cersei Lannister por dar “un golpe de Estado en su propio partido para hacer a Rajoy presidente del país”. Se supone que estaba haciendo una dura crítica personal. Pero, como bien aparece en 'Juego de tronos', siempre es prematuro dar por eliminada a Cersei Lannister.

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