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Un exlíder arrepentido de Al Shabab contra el Gobierno de Somalia

Un exlíder arrepentido de Al Shabab contra el Gobierno de Somalia

EFE

Nairobi —

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Las elecciones del Estado del Sudoeste de Somalia no cobraron interés internacional hasta que Mukhtar Robow, uno de los fundadores de Al Shabab y antiguo portavoz del grupo yihadista hasta su deserción en 2012, anunció que se presentaría como candidato a la presidencia de esta región.

“Si fuese una competición justa y en términos de quién es el más popular, Robow casi seguramente ganaría”, considera el experto en política en el Cuerno de África y director del instituto Sahan Research, Matt Bryden, en una entrevista con Efe.

“Pero estas elecciones se determinarán en gran parte por la influencia política y los incentivos económicos que reciban los parlamentarios (que son quienes designarán al presidente), así que la popularidad no es garantía de victoria”, explica el analista.

El anuncio del exyihadista, de 49 años y oriundo de la citada región, vino seguido de la prohibición del Gobierno central a su candidatura, que la comisión electoral regional decidió aprobar el pasado 5 de noviembre.

“Estoy respondiendo a las demandas de mi gente del sudoeste, a aquellos que me pidieron que les guiase en el proceso democrático”, dijo Robow, también conocido como “Abu Mansur”, después de recibir el certificado para poder presentarse a los comicios.

El exterrorista dio ese paso tras dejar el grupo en 2012 por discrepancias ideológicas y entregarse al Gobierno federal en 2017, cuando EEUU también retiró una recompensa de 5 millones de dólares (4,5 millones de euros) que había ofrecido por su captura.

El Gobierno federal, liderado por el presidente Mohamed Abdullahi Farmajo, ha movido sus fichas y ha forzado la dimisión de la mitad de los miembros de ese comité electoral y del que era el presidente de ese estado, Sharif Hassan, que también se iba a presentar para una probable reelección.

El panorama, explica Bryden, “ha cambiado totalmente y no sabemos cómo evolucionará en los próximos días”.

Las elecciones, que no son universales sino una votación cerrada en el Parlamento regional, estaban fijadas para el 17 de noviembre pero estos cambios repentinos han forzado a que se pospongan hasta el día 28.

Junto a Robow, se presentan varios candidatos como Mohamed Aden Farketi, un exministro designado por el Gobierno en un movimiento para intentar mantener su influencia en la región.

El “peor escenario probablemente se desate si hay cualquier intento de impedir que Robow se presente”, señala el analista, ya sea porque el Gobierno Federal fuerce a la nueva comisión electoral para que retire el certificado al exyihadista o autorice una intervención de la misión de paz de la Unión Africana (AMISOM).

En ese caso, la situación en esta región se podría complicar.

La ONU considera que las elecciones “presentan el potencial para acabar siendo violentas”.

“Hay una necesidad real de que se siente precedente para unos procesos electorales creíbles y pacíficos”, dijo en un comunicado el nuevo representante del secretario general de la ONU en el país, el sudafricano Nicholas Haysom.

La popularidad de Robow se ha visto reforzada por promesas como la de limpiar las carreteras de puestos de control de todo tipo, ya sea de los militares, de AMISOM o de los terroristas.

“Es popular y duro”, según le describe Bryden, cuyo equipo está apoyando el desarrollo político de los procesos electorales en el país y se ha reunido con todos los candidatos de esas elecciones.

Además, hay quien considera que Robow no podría solo presentar un problema contra la ya perdida popularidad del Gobierno Federal en las regiones, sino para el propio Al Shabab.

“Conoce los secretos del grupo: cómo se financian, la forma de reclutar combatientes...Así que, si se convierte en líder (del Gobierno regional), podría cambiar el rumbo de la insurgencia de Al Shabab”, explicaba un excomandante del Ejército, Mohamed Farah Ali, al servicio somalí de la radio Voice of America (VOA).

Al Shabab, grupo afiliado a Al Qaeda, ha usado la disputa territorial y de poder entre clanes en Somalia para intentar controlar partes del territorio en Somalia, “en una amalgama de quejas sociales dispares”, en palabras de Bryden.

Y donde lo ha conseguido, funciona como un gobierno paralelo que busca instaurar un Estado islámico radical, pero también dota de seguridad y servicios a los habitantes de la zona.

Sin embargo, la insurgencia solo tienes unos pocos miles de militantes en un país de casi 15 millones de personas.

“Si invitas a los líderes de Al Shabab a la mesa de diálogo, estás suponiendo que realmente pueden hablar por todas estas comunidades, muchas de las cuales no tienen una afinidad real con los extremistas o su ideología”, resume el experto.

Y eso, concluye, podría implicar “empoderar a un pequeño núcleo duro más allá de cualquier sentido razonable de la proporción”.

Irene Escudero

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