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Feijóo recupera el voto de centro y no lo pierde en la derecha: el Gobierno tiene un año para evitar el cambio de ciclo

Alberto Núñez Feijóo en un acto de campaña en Málaga.

Irene Castro / Victòria Oliveres

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Primero revalidó la mayoría absoluta en Galicia, después el triunfo de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, la victoria (agridulce) en Castilla y León y todo apunta a que el PP se fortalecerá en la antigua joya de la corona socialista: Andalucía. Y mientras todo eso sucede, el PP se ha deshecho de su antiguo líder, que se había convertido en un lastre para el partido con su sucesión de derrotas electorales y celebra ya el 'efecto Feijóo’ que destacan las encuestas. La letra pequeña de los diferentes sondeos apunta a una recuperación en el electorado de centro que los populares habían perdido en favor de Ciudadanos y constata también el desgaste que acusa Pedro Sánchez tras dos años de gestión de una pandemia y ahora con los efectos de una guerra en Europa. El Gobierno de coalición tiene un año para reaccionar y evitar un cambio de ciclo que empieza a vislumbrarse y puede pasar factura en el ciclo inicial que empieza en Andalucía y que continuará por las municipales y autonómicas que desembocará en las generales. 

“Creo que hay un cambio de ciclo con incertidumbres, pero hay síntomas. La primera mitad de la legislatura el Gobierno tuvo que encarar cuestiones como la pandemia, pero no había agotamiento (ni de popularidad, ni intención de voto a PSOE y Unidas Podemos) y tampoco el principal partido de la oposición despegaba”, explica Lluís Orriols, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III. “Ahora hay desgaste del Gobierno versus recuperación del PP”, resume Orriols, que advierte de que la crisis energética puede enquistarse en un problema como la vivienda. 

El catedrático en Ciencias Políticas por la Universidad Carlos III Ignacio Sánchez Cuenca, sin embargo, considera que ya antes de que la gente estuviera “angustiada” por la inflación había una “falta de entusiasmo hacia el Gobierno” que puede deberse, a su juicio, a dos razones: la ausencia de movilización electoral por tratarse de la mitad de la legislatura o una “corriente de fondo que lleve a un cambio de ciclo”. Es pronto, dice, para sacar conclusiones. 

Lo cierto es que ni el mejor dato de empleo en más de una década ni los resultados de la reforma laboral que multiplican los contratos indefinidos tienen un reflejo en la demoscopia que permita a los partidos del Gobierno ser optimistas. La coalición no consigue capitalizar la puesta en marcha de iniciativas contra la crisis que además están resultando insuficientes para contener una inflación que sigue desbocada. En el Ejecutivo sostienen que se trata de una cuestión coyuntural derivada de la guerra en Ucrania que no solo afecta a España. Pero la situación ha trastocado los planes de Sánchez, que contaba con una plácida segunda mitad de la legislatura, con la pandemia superada y los fondos de recuperación tirando de la economía. Esa hoja de ruta la ha trastocado la guerra de Ucrania.

En los últimos días, Moncloa y Ferraz han tratado de potenciar la imagen de gestión frente a una sociedad que -lo constatan también las encuestas- es pesimista sobre la duración de la crisis. Ese fue el mensaje que Sánchez quiso transmitir a los suyos en una reunión con diputados y senadores en la que acusó a la derecha de “generar ruido” para “desanimar al electorado progresista”. “Saben lo que se está haciendo y no quieren que se sepa. Por eso alimentan la crispación”, les dijo el líder socialista: “Sabemos cuál es el método, su propósito, ¿qué podemos hacer? No caer en su trampa. No podemos hacerles el juego, debemos argumentar con pasión y convicción, sin gritos y con serenidad nuestra acción política. Insistir en hablar una y otra vez sobre aquello que importa a la ciudadanía”.



Sin embargo, Alberto Núñez Feijóo es consciente de que la inflación tiene un efecto directo en los bolsillos de los ciudadanos y pretende hacer de la economía el principal eje de su oposición. Para Orriols, el aterrizaje del dirigente gallego ha sido “muy bueno” en ese sentido, porque ha dado “sensación de sensatez y de gestión” frente al histrionismo y la hiperactividad de Casado. Ahora bien, la deriva del líder del PP de aquí a las generales, que en principio serán a finales de 2023, es una de las “incertidumbres” que ve sobre un posible nuevo escenario a nivel nacional. “Tiene que demostrar que eso es así: si es una luna de miel o es un cambio de ciclo”, expresa.

De momento, las formas de Feijóo han cambiado con respecto a su antecesor, pero no el fondo: ha viajado a Europa donde ha dado a entender que los fondos están bloqueados, una afirmación muy discutible a tenor de las informaciones que llegan de Bruselas, e incluso ha acusado al Gobierno de maquillar los datos de paro, que marcan cifras récord no solo en número de empleados, también de contratos indefinidos.

Pese a la buena marcha de la economía, la demoscopia constata un trasvase de votantes entre bloques que lleva a la derecha a sumar más que la izquierda. Ese crecimiento del PP y de Vox alimenta la tesis de un una derechización del electorado español cuando se cumplen cuatro años de la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del poder. Los datos que recoge el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) no son concluyentes, aunque sí apuntan a un ligero repunte a la derecha en los últimos meses en la autoconcepción que tienen los encuestados. En el caso de Andalucía, sí se encuentra en el momento de mayor derechización desde el año 2000, según los datos recabados por El País. Aunque quien capitaliza ese premio es Juan Manuel Moreno Bonilla, un dirigente que hace todo lo posible por desmarcarse del PP y alimentar un perfil moderado, pese a que llegó a la Junta gracias a un pacto con la extrema derecha.

“Hay una corriente subterránea que favorece a la derecha que tiene que ver con el resurgir en 2018 del nacionalismo español excluyente”, analiza Sánchez Cuenca. “Aquellos que tienen más orgullo de sentirse españoles se han desplazado a la derecha”, añade el autor de ‘El desorden político’, que considera que Andalucía es un ejemplo claro de ese fenómeno que aún es “reciente” como para determinar si obedece a una derechización de la sociedad española, pero que tampoco cree que sea “pasajero”. “La derecha acumula más fuerza electoral que la izquierda, pero eso no significa que España esté derechizada”, afirma Orriols. “Lo que cambia es cómo vemos a los líderes. Feijóo tiene todavía esta calificación que hace que le veamos menos a la derecha”, argumenta Carmen Lumbierres, politóloga y profesora de la UNED. El PP se ha recuperado volviendo a ser primera fuerza en el electorado de centro en el que llegó a ser tercera o cuarta. A eso se suma, según Lumbierres, que “Vox no despierta ningún miedo”. “No percibimos a Vox como el riesgo que supone la ultraderecha y los jóvenes lo han normalizado”, señala. 



Los expertos ven distintas causas en el desgaste del Gobierno. “El Gobierno se ve constantemente superado por los acontecimientos como la crisis energética, la guerra en Ucrania y las dificultades económicas. La mayoría parlamentaria se desgarra y la cohesión dentro del gobierno de coalición está cada vez más debilitada. El PSOE logró durante los años de la pandemia reaccionar adecuadamente con políticas compensatorias que mitigaron el rechazo de los ciudadanos. Pero su capacidad de acomodarse a las circunstancias es hoy deficiente. Es un gobierno que va a rebufo de los acontecimientos y eso siempre se acaba pagando”, escribió Orriols en un artículo en Piedras de Papel.

“Las decisiones parece que son un parche y últimamente las adelantan antes de que estén tomadas”, señala Lumbierres, que considera que el “prestigio internacional” del que se jactan en Moncloa a la hora de conseguir medidas como los fondos europeos o la excepcionalidad ibérica para poner un tope al precio del gas que genera la electricidad “no sirve de nada aquí”. “El ruido que hay a su alrededor y el que ellos generan hace una mala pauta de comunicación”, agrega la profesora, que ve una “dinámica esquizofrénica” en la acción del PSOE: Tiene que decidir quiénes son sus aliados y tirar adelante con todas sus consecuencias“. También Sánchez Cuenca sostiene que Sánchez no puede apoyarse en esas fuerzas ”de tapadillo“: ”Si el PSOE lo hace avergonzado, desgasta al Gobierno“. 



Tanto Orriols como Lumbierres coinciden, en todo caso, en que Sánchez, visto todo lo que le ha tocado gestionar, no sufre un especial desgaste –“no es proporcional a las adversidades”, matiza Orriols–, a pesar de que Yolanda Díaz compite con él en el electorado socialista. “Puede ser como Julio Anguita, que era el más valorado pero no le votaban –ejemplifica Lumbierres–. Sin implantación territorial en las provincias pequeñas que son las que deciden la balanza no lo tiene fácil”. 

La advertencia respecto a un posible cambio de ciclo también llega por ese flanco ante la tensión que vive el espacio confederal. “Está desestructurado y no hay indicios de que vaya a ser fácil. Podemos no parece que esté en sintonía con la cara visible”, dice Orriols sobre la vicepresidenta segunda y su plan para ampliar el frente de izquierdas. 

Lumbierres añade, además, otro foco de desgaste del PSOE en los territorios. “Al PSOE solo le va a quedar Valencia como territorio fuerte y Asturias y otros que no son afines a Pedro Sánchez”, dice sobre los presidentes autonómicos: “Si el PSOE no refuerza las candidaturas municipales y autonómicas va a tener difícil remontar por mucho que dé bonos a los carburantes”. 

El siguiente hito electoral en España serán las municipales y autonómicas de mayo de 2023. Salvo contadas excepciones -las que se celebraron tras el 11M y las posteriores a la moción de censura- los comicios locales han marcado el resultado de las generales. El propio candidato socialista, Juan Espadas, trató de movilizar a los suyos en el arranque de la campaña precisamente con ese argumento: “Marcarán el destino de las próximas elecciones municipales y seguramente de las generales”. Andalucía fijará un nuevo punto de inflexión en la legislatura y será en los comicios que se celebrarán dentro de un año cuando el rumbo quede más o menos definido. 

El Gobierno tiene un año para reaccionar y dar la vuelta a las encuestas. “Si quiere revalidarse en el poder tiene que hacer cosas de estrategia política. Si actúa a la defensiva, no remontará; si pasa a la ofensiva puede remontar”, concluye Sánchez Cuenca.

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