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La Fiscalía pide cárcel para dos guardias civiles por violar a una joven bajo los efectos del alcohol

Imagen de archivo de la Guardia Civil en Mallorca

Esther Ballesteros

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Había ido a pasar un fin de semana a Madrid y regresó a Mallorca, donde vive, sin saber con exactitud qué había sucedido la madrugada del 11 al 12 de marzo de 2018. Tan solo recordaba que esa noche había conocido a tres jóvenes en un bar del barrio de La Latina, donde le propusieron tomar algo. En el momento en que perdió de vista la cerveza que estaba consumiendo, todo se tornó confuso. Imágenes borrosas y desordenadas de una discoteca vacía, del interior de un taxi, o rodeada en la cama por varios hombres sin camiseta arrancándole las medias. A la mañana siguiente despertó con fuertes dolores vaginales, desorientada y aturdida.

Tras indagar durante tres años los pormenores de aquella madrugada, el Juzgado de Instrucción número 8 de Madrid ha abierto juicio contra dos tenientes de la Guardia Civil y un amigo de ambos por, presuntamente, haber abusado sexualmente de una joven mallorquina de 27 años con quien esa noche entablaron conversación, bebieron y junto a la que acabaron en el domicilio de uno de ellos, donde, “con la intención de satisfacer sus deseos libidinosos”, habrían mantenido relaciones sexuales con ella sin su consentimiento. El juez asevera que de las pesquisas llevadas a cabo se desprende que los hechos investigados “revisten caracteres de delito”, existiendo así “base suficiente para su persecución”. La Fiscalía pide seis años de prisión para cada uno de los acusados.

En su escrito de calificación, al que ha tenido acceso elDiario.es, la fiscal del caso sostiene que los procesados se aprovecharon de que la víctima tenía las facultades mermadas por el consumo de alcohol, motivo por el que la joven no pudo oponer resistencia alguna. La denunciante cree, sin embargo, que los tres jóvenes la drogaron y habrían anulado su capacidad de reacción por sumisión química, de ahí que le asaltaran apenas unos flashes de lo sucedido.  

Los procesados son Javier V., de 26 años (destinado como guardia civil en Inca, Baleares), Guillermo. P., de 25 (designado en Ferrol, A Coruña), y Óscar P. (26 años). Sobre cada uno de ellos pesa un delito de abusos sexuales por el que, además de la pena de cárcel, la acusación pública reclama que indemnicen a la joven con 30.000 euros y pide que se les prohíba comunicarse con ella y aproximarse a una distancia inferior a los 500 metros. Los inculpados, por su parte, niegan de plano las acusaciones, aseguran que las relaciones fueron consentidas en todo momento y reclaman su libre absolución.

Entre la documentación en la que se ha apoyado la fiscal para acusarles se encuentra un informe de la Policía Nacional que desgranó las conversaciones de Whatsapp que los tres procesados mantuvieron durante aquellos días. Entre los mensajes que se intercambiaron se observa cómo en un grupo de ligue que habían creado bajo el nombre 'Ultrataque' se retaban entre ellos a mantener el máximo número de relaciones sexuales, tanto individuales como grupales e independientemente de la edad de las mujeres. En función de las jóvenes “ultraatacadas” y del tipo de relación sexual mantenida, los componentes iban adquiriendo una puntuación que llegaba al máximo si se trataba de tríos o de actos sexuales con más personas.

Comparativas con los abusos cometidos por 'la manada'

Asimismo, los componentes del chat empleaban el término “cervatillo” para referirse “a mujeres susceptibles de ser ultraatacadas”, como apuntaba la Policía Nacional en su atestado. En un momento dado llegan incluso a comparar su “periplo” con la joven –como así lo llaman– con los actos penados en la sentencia de 'la manada', el grupo de hombres condenados por atacar a una mujer en Pamplona.

La conversación se produce en otro grupo de Whatsapp denominado 'Ultrataque mallorquín' un mes y medio después de los presuntos abusos a la denunciante. Acababan de salir a la luz las condenas contra cinco jóvenes sevillanos, uno de ellos guardia civil, por abusar de una joven en los Sanfermines de 2016. “Me he reído bastante haciéndolo, espero que disfrutéis igual que yo”, comenta el componente del chat que había elaborado el listado de diferencias. Otro de los intervinientes, sin embargo, se muestra preocupado y, ante los mensajes de tranquilidad que le transmiten los demás, espeta: “No estoy calmado, que les han metido nueve años a los de la Manada”.

En otras ocasiones, los acusados muestran una foto en el interior de un aeropuerto de dos menores a las que se refieren como “miniservas”, toda vez que hablan de “niñas borrachas”, de la obtención de equipos de grabación para filmar sus tácticas sobre cómo seducir y del consumo de sustancias estupefacientes: “Yo de este alijo me abstengo, espero a cuando confisquéis un poquito de farla”, comenta uno de los guardias civiles. El informe considera “notoria” tal conversación “por el cargo de teniente de la Guardia Civil” que ostenta el propietario del teléfono del que se extrajeron los mensajes.

Sobre la noche en la que se produjeron los presuntos abusos sexuales contra la joven mallorquina, la acusación pública relata cómo los cuatro jóvenes se conocieron sobre las 23.00 horas del 11 de marzo en un bar de La Latina, donde estuvieron consumiendo alcohol para después desplazarse a otro local en el que continuaron bebiendo. A continuación, los procesados sugirieron a la joven ir al domicilio de uno de ellos, parando previamente en un establecimiento de 24 horas en el que compraron más bebidas alcohólicas.

El juego de 'atrevimiento o verdad'

Una vez en la vivienda, los tres procesados comenzaron a jugar con la víctima a 'atrevimiento o verdad' y, aprovechando la circunstancia de que la joven “se hallaba en un estado en el que tenía anulada o mermada notablemente su capacidad de comprender, querer y decidir sus acciones motivado por la previa ingesta de alcohol”, como señala la Fiscalía, la llevaron a una habitación, donde practicaron sexo oral hasta que uno de ellos, el amigo de los dos guardias civiles, acabó penetrándola vaginalmente. Uno de los integrantes del Instituto Armado también lo intentó. La mujer no llegó a oponer resistencia alguna debido al estado de semiinconsciencia en el que se encontraba.

Si bien la acusación descarta que la joven sufriera lesiones físicas como consecuencia de estos hechos, sí alude a las molestias vaginales y anales que presentó después de aquella noche así como al estrés postraumático que le quedó como secuela fruto de los presuntos abusos a los que la habrían sometido. 

La denunciante explicó ante los investigadores cómo transcurrió la noche hasta que todo se volvió difuso. Recordó que se encontraba en un bar de La Latina junto a su mejor amigo, en cuya vivienda se alojaba durante su estancia en Madrid, cuando aparecieron en escena los tres jóvenes denunciados y le ofrecieron tomar algo. La joven decidió quedarse con ellos mientras su amigo optaba por marcharse a casa.

Relató que los investigados afirmaban ser de León, hacían bromas sobre las gafas que llevaba uno de los tres y cómo tan sólo uno de ellos se presentó –bajo el falso nombre de Jorge–. Tras ello, se trasladaron a otro bar en el que ella pidió una caña. Son los recuerdos más vívidos que la chica conserva de aquella noche. En un instante en el que entabló conversación con otro joven ajeno a ellos perdió de vista la cerveza. Fue desde ese momento cuando una nebulosa se ciñó sobre ella. 

Llegó a casa mareada y desorientada, según su amigo

Tal y como puso de manifiesto ante la Policía Nacional y, posteriormente, ante el juez instructor, la víctima cree que le introdujeron en la bebida algún tipo de sustancia química –intuye que burundanga, un tipo de droga que desaparece de la sangre escasas horas después de su ingesta, anula la voluntad y aplaca los recuerdos– para aprovecharse de su ausencia de facultades. De hecho, fue a la mañana siguiente cuando la chica tomó conciencia de la situación al despertar en la vivienda de su amigo con fuertes dolores vaginales. Asustada, se dirigió a una farmacia para adquirir la píldora del día después ante la posibilidad de haber mantenido relaciones sexuales sin su consentimiento. Horas más tarde tomó un avión de regreso a Mallorca.

La versión de su amigo es otra de las claves sobre las que ha pivotado la causa. Interrogado por los hechos, manifestó ante los investigadores que, a lo largo de aquella noche y preocupado por ella, le llamó en varias ocasiones. La joven le respondió con mensajes de texto apenas legibles. Sobre las tres de la madrugada, recuerda, su amiga llegó a su casa mareada, desorientada y con las medias rotas.

La joven decidió denunciar los hechos ante la Policía Nacional, en Palma. Lo hizo cinco días después de aquella noche ya que, afirma, el miedo la mantenía paralizada. De hecho, sobre el estado en que se hallaba, los agentes anotan en su atestado un apunte que consideran “relevante”: la denunciante presentaba “un trauma y/o consecuente bloqueo en el recuerdo de ciertos momentos de aquella noche”, por lo que se hacía necesario investigar los hechos y a los posibles “agresores”.

La víctima logró identificarles varias semanas después ya que, la noche en que les conoció, los investigados le habían entregado una pegatina que la víctima guardó en su cartera. El rótulo que aparecía en ella, 'Ultrataque' –referente al grupo de Whatsapp del que los tres amigos formaban parte–, le llevó a indagar en redes sociales, donde finalmente consiguió reconocerles. De inmediato, la víctima puso los hechos en conocimiento de la Policía Nacional.

Llamativamente, las circunstancias en las que la joven mallorquina se vio envuelta no terminaron ahí. Apenas unos días después de identificar en internet a los presuntos autores de los hechos y mientras la Policía recababa información, volvió a toparse con ellos. Había pasado mes y medio de aquella noche. El 28 de abril los tres denunciados habían irrumpido en una discoteca de Palma en la que, precisamente, también se encontraba ella. Según fuentes del caso, dos de ellos habían decidido pasar unos días en Mallorca, donde vive el guardia civil destinado en Inca.

Tras contactar, alarmada, con la Policía, una patrulla se desplazó de inmediato hasta la discoteca para identificarles y los condujo a comisaría, donde acabaron imputados por un delito de abusos sexuales.

La versión de los denunciados

Frente a la versión de la joven, los dos guardias civiles y el otro amigo que iba con ellos aseguran que en ningún momento drogaron a la denunciante y afirman que las relaciones que mantuvieron con ella fueron consentidas en todo momento. Aseguran, incluso, que éstas tuvieron lugar después de jugar a 'verdad o atrevimiento', una de cuyas condiciones conllevaba que la chica debía elegir a uno de los tres y acompañarle a la habitación, donde debían permanecer durante un minuto hablando “del tiempo en Mallorca”. Según alegan, acabaron manteniendo sexo oral con el beneplácito de la joven. Los tres coinciden en señalar que solo uno de ellos, Óscar F. (el único de los amigos que no es guardia civil), la penetró.

Recuerdan, además, que, dado que la joven quería irse a casa, decidieron acompañarla en un taxi. En su declaración ante el juez, los investigados llegaron a manifestar que, para acreditar sus alegatos, disponían de una imagen de la matrícula del vehículo, que fotografiaron nada más apearse del coche.

Desde que las investigaciones se pusieron en marcha, la Guardia Civil ha remitido diversos oficios al Juzgado para conocer el estado de las pesquisas en el marco de la información reservada que el Instituto Armado procedió a abrir para asegurarse de los indicios que pesan sobre ambos agentes antes de decidir incoar un expediente disciplinario contra ellos.

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