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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Un jefe de antidisturbios de los Mossos no se ha olvidado de Jordi Sànchez

Jordi Sànchez y Joaquim Forn escuchan la declaración del jefe de antidisturbios de los Mossos.

Iñigo Sáenz de Ugarte

El juicio del procés cumplirá tres meses dentro de una semana. La tentación de pensar que se ha escuchado todo lo que se tenía que escuchar es grande (aunque aún faltan por declarar muchos votantes del 1-O), y eso es un error en cualquier juicio. En cualquier momento, puede saltar la sorpresa. Alguien puede salirse de lo previsible y poner a un acusado a los pies de los caballos. Y también puede sacarlo de ese aprieto minutos después al continuar su declaración. Un juicio no acaba hasta que el juez que lo preside dice que queda visto para sentencia.

La intervención de un mando de los Mossos confirmó ese lugar común. El inspector jefe de la Brigada Móvil (antidisturbios) de los Mossos había sido convocado por Xavier Melero, abogado del exconseller de Interior Joaquim Forn, para hablar de la manifestación ante la Conselleria de Economía el 20 de septiembre de 2017 durante un registro judicial. Dos asientos a su derecha, estaba su compañero Jordi Pina, que pronto descubrió que los lunes también pueden ser bastante deprimentes para los abogados penalistas.

El inspector con número de identificación 5422 ofreció un mensaje inicialmente demoledor para los intereses de Jordi Sànchez. Dijo que el entonces presidente de la ANC tuvo “una actitud altiva, prepotente y complicada” al ver al responsable de los antidisturbios a las 21.15 horas de ese día. “Eso que estáis haciendo no es lo que hemos acordado. Largaos de aquí”, le dijo. El agente no se echó atrás y Sànchez cogió el móvil. No se alejó para hacer la llamada y el mosso pudo escucharle. Habló con alguien al que le dijo: “Trapero está loco. Ha perdido la chaveta”. Su interlocutor debía de ser alguien por encima de Trapero (máximo responsable de los Mossos), el conseller Forn o el president Puigdemont, por ejemplo.

Sànchez pretendía que los antidisturbios desaparecieran de la escena. “Yo le dije que ya podía llamar al Papa de Roma que sin orden de mis superiores no me iba”, dijo el inspector.

No sabemos si la persona que recibió la llamada de Sànchez entabló contacto finalmente con Trapero para presionarle. Y si fue así, cuál fue la respuesta del mayor de los Mossos. Lo que es seguro es que la Brigada Móvil no se largó del lugar de los hechos.

Durante esta declaración en el juicio, Sànchez hizo algunos gestos que parecían de incredulidad ante lo que decía el inspector. Sonrió y se giró hacia Forn para comentarle algo brevemente. Se inclinó hacia delante para hablar con su abogado, Jordi Pina, que se limitó a escucharle sin más. Nunca es buena señal dar muestras de nerviosismo en la sala.

Consecuencias del testimonio

La impresión que dio este testimonio es que Sànchez se comportaba en la Conselleria –al menos en ese momento– como la persona que tenía el control de la situación, que contaba con poderosos aliados políticos a los que pedir ayuda y que creía estar en condiciones de decidir la respuesta de los Mossos. El problema para él es que esa misma es la versión que intentó imponer el fiscal Javier Zaragoza cuando interrogó a Sànchez en el juicio el 21 de febrero.

“Parece que le encomendaron funciones de orden público”, le dijo en esa ocasión con tono sarcástico. No sería sorprendente que el fiscal utilice las palabras del entonces jefe de antidisturbios de los Mossos en sus conclusiones finales.

El inspector 5422 dijo después que la actitud de Sànchez cambió una hora y cuarto después. Esa “prepotencia y altanería” de antes pasó a ser una actitud diferente, en la que ofreció “ayuda y coordinación”. Eso hizo que el policía le pidiera el número de móvil para mantenerse en contacto desde entonces, como así ocurrió.

Melero consiguió lo que quería para defender los intereses de su cliente al preguntar al inspector si sufrió alguna “injerencia” por parte de sus mandos. “En ningún momento, se me ordenó nada sobre el cómo, sólo el qué, no el cómo lo tenía que hacer”, respondió. Le habían ordenado presentarse en la Conselleria de Economía y le dejaron libertad de acción para realizar su cometido.

Cuando llegó su turno, Jordi Pina necesitaba asumir los hechos y obtener alguna ventaja para su cliente. No tuvo inconveniente en denominar “primer encontronazo con el señor Sànchez” a ese contacto inicial tan desabrido. No se es más efectivo en un juicio por negar la realidad. “¿Sabía que los agentes de Mediación (de los Mossos) habían acordado con Jordi Sànchez que la Brigada Móvil no se desplegaría hasta que no se formara el cordón de voluntarios?” (por los voluntarios de la ANC ofrecidos por Sànchez), le preguntó.

Ese primer intento fue fallido. “Esa no es la información que yo tengo” en ese momento, respondió el mosso. Pero después el inspector dio más datos, y menos perjudiciales para el líder de la ANC. “En ningún momento he dicho que el señor Sànchez alentara a la gente contra los Mossos”, dijo. “Cuando le digo que voy a llegar a la Conselleria sí o sí, es cuando tiene esa reacción”. Después cambió “de la noche al día”. Eso debió de tranquilizar a Pina. El mosso también comentó que la conducta de Jordi Cuixart fue de colaboración en todo momento.

Quizá Sànchez creía ese día que la presencia de los antidisturbios podía inflamar los ánimos de algunos manifestantes. O temía que se ordenara una carga de consecuencias imprevisibles ante decenas de miles de personas. No parece que lo segundo fuera viable. El propio jefe de antidisturbios era muy consciente de sus limitaciones. No era una cuestión de contar con más efectivos. “Ni aunque me hubieran enviado al Séptimo de Caballería”, dijo. Las dimensiones de la movilización hacían que una carga policial pudiera provocar “una avalancha”. No era momento de tirar de testosterona.

Eso sólo cambio a partir de la medianoche cuando Sànchez y Cuixart dieron por finalizada la manifestación. Los que se quedaron eran muchos menos y tenían una actitud más violenta (“cuando alguien dice que aquello era ambiente festivo, es que era festivo de pasar una mala noche”, dijo el inspector por la presencia de muchas botellas en el suelo y de gente bebida). Hacia la una menos cuarto de la madrugada, le ordenaron intervenir “porque están saqueando los vehículos” de la Guardia Civil. Y ahí se produjo la primera carga de la Brigada Móvil.

El fiscal Javier Zaragoza no hizo ninguna pregunta al inspector. Debió de pensar que ya había escuchado todo lo que necesitaba. No está mal con un testigo al que ni siquiera has llamado a declarar. No fue un lunes tormentoso para el fiscal, sino todo lo contrario.

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