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Perfil

José Manuel Franco, el superviviente al que Sánchez encargó pacificar el PSOE de Madrid y se vio en medio de la guerra por el 8M

El nuevo delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco. / Patricia Garciñuno

Irene Castro

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José Manuel Franco (A Pobra do Brollón, Lugo,  1957) se ha quitado un peso de encima este viernes: la imputación de prevaricación por no prohibir la celebración del 8M cuando el coronavirus daba sus primeros pasos en España. El dirigente socialista llegó en febrero a la Delegación del Gobierno en Madrid, a la que Pedro Sánchez quiso dar peso político situando al secretario general del partido en la región como contrapeso a Isabel Díaz Ayuso, que desde el primer momentó actuó como azote del Ejecutivo desde la Puerta del Sol

Sin haber cumplido 100 días en el cargo, Franco -al que Sánchez previamente había encargado la pacificación de una de las federaciones históricamente más convulsas del PSOE- se encontró en medio de la guerra de la derecha contra el Gobierno, en esta ocasión con el 8M como excusa de la propagación del coronavirus. Ahora la jueza ha archivado provisionalmente la causa que le ha tenido en la picota durante las últimas semanas. Franco, no obstante, ha tenido el convencimiento desde el inicio de que no había una base sólida para seguir adelante con la judicialización de la movilización feminista. 

Quienes le conocen le definen como un “hombre tranquilo” y sobre todo un “superviviente” en las mil batallas de las que ha sido testigo en activo en la federación madrileña. Pese a su origen gallego, ha desarrollado toda su vida política en Madrid más allá de dos años (1984-1986) como concejal en el Ayuntamiento de Monforte de Lemos, un pueblo del interior de la provincia de Lugo. 

Licenciado en Derecho, consiguió una plaza como funcionario en el Ministerio de Defensa, donde trabajó hasta que dio el salto definitivo a la política en 1995 como diputado en la Asamblea de Madrid, donde mantuvo su escaño varios lustros hasta que en las elecciones de 2019, ya como líder de los socialistas madrileños, fue en las listas al Congreso.

Sus primeros años estuvieron vinculados al sector acostista de la federación, enfrentado a los renovadores que tenían en Joaquín Leguina a su principal referente en Madrid. Franco, que siempre ha tenido vida orgánica en la agrupación de Chamartín, una de las más grandes de la capital y de la que fue secretario general, ocupó distintos cargos en las ejecutivas de Rafael Simancas y Tomás Gómez. El descabalgamiento del exalcalde de Parla del liderazgo del partido y de la candidatura a la presidencia en 2015 cogió a Franco en un momento delicado: formaba parte de la dirección y era el jefe de la campaña del aspirante a la alcaldía, Antonio Miguel Carmona.

Pese a estar en el medio del conflicto, se quedó como portavoz en la Asamblea a propuesta de la gestora que se hizo con las riendas de la federación a instancias de Ferraz hasta que pasaron las elecciones y Ángel Gabilondo ocupó ese puesto. No obstante, Franco se mantuvo en la dirección del grupo parlamentario en esa legislatura en la que el partido estaba liderado por la alcaldesa de Getafe, Sara Hernández. 

“Es una persona muy ética y especialmente una buena persona”, expresa Carmona en conversación con eldiario.es. Es una descripción en la que coinciden dirigentes de distintas etapas consultados por esta redacción. “Es una persona educada, correcta, que intentaba hacer las cosas lo mejor posible”, recuerda un socialista alejado hoy de la primera línea. Lo que también destacan de él es su capacidad de salir vivo de las luchas intestinas de la federación. 

“Una virtud que tiene José Manuel es que es un hombre que sabe mantener equilibrios, trabaja en torno al consenso y eso no es fácil”, dice un dirigente que ha compartido puestos de responsabilidad con Franco pero que también lo ha tenido enfrente en alguna batalla: “Cuando Pedro Sánchez busca una persona que sea capaz de consensuar, de unir, de haberse sabido todas las guerras y salir de ellas encuentra en José Manuel esa figura y lo consigue. Desde que dirige el partido no ha habido mucho ruido de sables o de familias”. “Es un muñidor, un bombero que sabe tejer alianzas”, comenta un colaborador del presidente que conoce bien los entresijos del partido. 

Franco fue el elegido de Sánchez para liderar el PSOE en Madrid tras imponerse en las primarias de 2017. Había sido el coordinador de su campaña en la federación que entonces lideraba Sara Hernández, quien apoyó a Patxi López. Franco arrasó en esa competición interna en la que aunó al sanchismo, pero también logró el apoyo de una parte del susanismo en la región, que había perdido estrepitosamente el congreso federal, incluida una parte del tomasismo. El candidato avalado por Tomás Gómez, Eusebio González, apenas cosechó un 8,4% de los votos y el alcalde de Soto del Real, Juan Lobato, se quedó en el 19,7%. El recién elegido secretario general formó una dirección muy numerosa en la que integró prácticamente a todo el mundo. 

La intención de Sánchez era tener al frente de su federación a alguien que lograra pacificarla y que no tuviera pretensiones como la de ser candidato. No obstante, la relación ha sufrido algunos altibajos dadas las tradicionales imposiciones de Moncloa/Ferraz en la federación madrileña, como la decisión de colocar al exseleccionador de baloncesto Pepu Hernández como aspirante a la alcaldía de la capital, llevando al PSOE al peor resultado de su historia. 

A pesar de que las aguas están calmadas en la federación madrileña ante la ausencia de un horizonte congresual inminente, sí que hay quienes empiezan a pensar ya en el futuro ante la irremediable salida de Gabilondo, a quien nadie ve repitiendo como candidato en 2023 tras dos intentos fallidos por llegar a la Puerta del Sol. La marcha de Franco a la delegación del Gobierno, así como la salida de José Manuel Rodríguez Uribes al Ministerio de Cultura, y de Llanos Castellanos a Patrimonio Nacional también provocaron preocupación en las filas del PSOE madrileño ante la situación en la que quedaba el principal grupo de la oposición en la Asamblea frente al Gobierno regional y Díaz Ayuso, que opera como un peón de Pablo Casado en la guerra contra el Ejecutivo de Sánchez. 

“El partido no existe en Madrid”, dicen los más críticos con la situación, que preocupa en la propia dirección del PSOE-M y en Ferraz, que buscan fórmulas para endurecer la respuesta a los ataques ante el perfil bajo de Gabilondo.

Franco, que ha optado en los últimos días por el silencio -más allá de unas palabras ante la prensa tras declarar en los juzgados de plaza de Castilla el miércoles y en las que evitó valorar los polémicos informe de la Guardia Civil, plagados de imprecisiones y bulos , que motivaron su imputación por prevaricación- respira ahora tranquilo con el archivo de la causa. Sale incluso fortalecido tras haber copado portadas y telediarios y, una vez pasado el huracán, el caso sirve al Gobierno para reafirmarse frente a las acusaciones de la derecha. “No teníamos ninguna duda de que esa causa se iba a archivar porque en ningún momento por parte del delegado del Gobierno se ha cometido ningún hecho delictivo”, expresó este viernes la ministra de Defensa, Margarita Robles. “Los españoles saben que el Gobierno ha dado todo, lo que tenía y lo que no tenía, para derrotar al virus”, apostilló Salvador Illa. El PP, entretanto, deja ver que la batalla continúa y pide diferenciar las responsabilidades judiciales de las políticas. Aún queda 8M para rato.

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