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Marta Rivera de la Cruz, una dirigente entre dos partidos

Marta Rivera de la Cruz

Carmen Moraga

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El nombre de Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970) lleva tiempo en boca de unos y otros ante la posibilidad de que sea otra de las dirigentes de Ciudadanos que decidan abandonar las filas del partido que lidera Inés Arrimadas para dar el salto al PP de Madrid. Isabel Díaz Ayuso ya le ha lanzado cantos de sirena para que siga los pasos de Toni Cantó. No lo hizo cuando la dirigente del PP convocó los comicios autonómicos y tuvo la oportunidad de entrar en su lista electoral. “No voy a dejar Ciudadanos”, aseguró entonces a esta redacción. Pero ahora las miradas han vuelto a posarse sobre ella después de que la misma Ayuso haya dejado la puerta abierta a “recuperarla” si el 4 de mayo tiene mayoría suficiente para seguir gobernando la Comunidad, al menos dos años más hasta la nueva convocatoria electoral. “Lamento profundamente que Rivera de la Cruz no pueda seguir, pero hay gente de ese partido que me merece mucho la pena y, si tengo la posibilidad, contaré con ellos”, ha reconocido la presidenta madrileña en entrevistas recientes.

La exconsejera de Cultura del anterior Gobierno de coalición guarda silencio y se deja querer tanto por su partido, en el que no han parado de alabarla, como por el PP, donde esperan su decisión. Mientras, el goteo de bajas de Ciudadanos no cesa. La última en marcharse ha sido la exportavoz y exdiputada canaria Melisa Rodríguez, que este viernes dejó la primera línea de la política –pero no la militancia en Ciudadanos– alegando “motivos personales” en un carta que publicó en su cuenta de Twitter, que acompañó con una foto de ella con Inés Arrimadas y Albert Rivera haciéndose los tres un selfie.

En Ciudadanos pocos olvidan cómo lloraba Marta Rivera la noche del 11 de noviembre de 2019 tras la debacle electoral, cuando toda la Ejecutiva subió al escenario para arropar a Albert Rivera en el peor trago de su breve pero intensa vida política. Al día siguiente, cuando el líder se despedía de todos sus cargos y de su equipo de fieles, volvió a exteriorizar su tristeza. “Marta es muy emocional”, aseguran quienes más la han tratado estos años. Su admiración, casi devoción, hacia el carismático líder de Ciudadanos nunca la ha ocultado. Él la llamó en 2015 para que se uniera al proyecto de Ciudadanos, donde de inmediato se hizo cargo de la Secretaría de Relaciones Institucionales y Cultura. Un año después entraba en el Congreso como diputada por Madrid dejando definitivamente atrás su reconocida carrera literaria con la que ha ganado varios premios –fue finalista del Planeta en 2006– como autora de novelas y ensayos, o cuentos infantiles. En la Cámara baja presidió la Comisión de Cultura, un cargo que curiosamente había ocupado anteriormente su compañero de grupo, Toni Cantó, cuando era diputado por Valencia.

Su primer gran reto: lograr el escaño en el Congreso por A Coruña

Poco después, en la cita con las urnas del 28 de abril de 2019, Rivera le pidio que encabezara la candidatura por A Coruña, un dificil reto para la periodista y escritora gallega teniendo en cuenta que Galicia era –y es– el feudo inexpugnable del PP de Alberto Núñez Feijóo. Finalmente lo aceptó, con mucho vértigo, aún a sabiendas, además, de que pese a ser su tierra natal, estaba muy desvinculada de Galicia dado que se trasladó muy joven a vivir a Madrid, donde cursó la carrera de Periodismo. En su contra pesaba el mal recuerdo de su primer debate a 9 de TVE, en las generales de 2016, en el que negó que el género fuera importante en la violencia contra la mujer. No era la primera vez que la candidata de Ciudadanos generaba polémica por sus declaraciones sobre la violencia de género. Sobre las supuestas denuncias falsas Rivera de la Cruz dijo que “no hay ni una ni dos”, que se “usan para amenazar y presionar” y que además no se persiguen. Luego reconoció su equivocación.

Sin embargo, contra todo pronóstico, consiguió ese escaño por A Coruña al que renunció apenas tres meses después para hacerse cargo de la Consejería de Cultura y Turismo en el Gobierno de coalición de la Comunidad de Madrid pactado entre PP y Ciudadanos. En las siguientes elecciones generales celebradas aquel fatídico 11N, Ciudadanos no logró recuperar ese acta, ni el escaño que consiguieron por Pontevedra, como tampoco ha logrado en todo este tiempo entrar en el Parlamento regional con ninguno de sus fichajes estrella. Pero la exdiputada ya tenía un nuevo destino -un cargo al que dicen que aspiraba Esther Ruiz, que en estas elecciones va de número dos de la candidatura de Edmundo Bal-, con el que desde el principio se mostró encantada y sobre el que a su llegada adelantó que tenía “grandes planes”. De hecho, en el acuerdo firmado entre los dos partidos se estipulaba el deseo de situar a Madrid como “capital cultural del sur de Europa”.

Desde su aterrizaje en el gobierno madrileño, la figura de Rivera de la Cruz fue ganando enteros dentro de su partido y en el PP, siempre rodeada de rumores sobre un posible salto al partido conservador por su buena sintonía con la propia Díaz Ayuso, a la que las malas lenguas aseguraban que informaba de todo lo que se cocía en su grupo parlamentario, capitaneado por el exvicepresidente regional y líder madrileño de Ciudadanos, Ignacio Aguado, quien en una entrevista en La Sexta, antes de dar el paso atrás a favor de Edmundo Bal, destacó que fue “una fantástica consejera”. Sin embargo, algunos compañeros aseguran que ella no se sentía muy respaldada en su trabajo por el líder regional de su propio partido. “Cuando ella apostaba por abrir los teatros y los centros culturales de Madrid para ayudar a ese sector y al turismo, Ignacio se oponía y Marta en cambio encontraba siempre apoyo en la presidenta regional. Ha sabido defender muy bien su gestión”, señalan estas fuentes, que destacan que con la pandemia y las fuertes restricciones que ha sufrido Madrid, la exconsejera no ha pudo hacer muchas de las cosas que planeaba. Aún así, la propia Rivera de la Cruz se mostraba satisfecha de sus logros en una entrevista con la agencia EFE publicada a principios de septiembre del año pasado: “Ahora mismo Madrid es la región de Europa que tiene una vida cultural más activa”, explicaba, destacando la “medidas de seguridad” que se estaban tomando frente al azote de la COVID-19. De hecho, Teatros del Canal -que depende de la Comunidad de Madrid- fue el primero de España en abrir sus puertas al público tras el confinamiento, y uno de los primeros de Europa. Fue el 17 de junio, y a él le siguió el Teatro Real, el 1 de julio.

Las fugas al PP desatan de nuevo los rumores de su marcha

Cuando comenzaron las fugas de dirigentes de Ciudadanos al partido de Pablo Casado, especialmente después del portazo del valenciano Toni Cantó, el nombre de Marta Rivera continuó en boca de muchos. “Será la siguiente”, auguraron algunos de sus compañeros. Pero la exconsejera no ha confirmado nunca esa posibilidad y sigue en silencio. Al menos hasta ahora. No obstante, quienes la conocen no descartan que dentro de unos meses acepte el envite de Ayuso y se integre en su equipo como consejera, “posiblemente como independiente”, si la dirigente del PP consigue salir airosa de una investidura. “Hay un detalle que no hay que pasar por alto: Ayuso cesó a la gran mayoria de los viceconsejeros que eran de Ciudadanos, menos a los que estaban con Marta Rivera, así que su equipo la espera”, recuerdan las fuentes consultadas.

En el partido es algo evidente que la exconsejera de Cultura lleva tiempo distanciada de la estrategia de Arrimadas, de la que siempre se ha proclamado amiga. Algunas de sus compañeras recuerdan las fotos que se hacía junto a Arrimadas y Begoña Villacís desayunando cerca de la sede del partido antes de las Ejecutivas de los lunes, que luego subía a Instagram. La vicealcaldesa de Madrid, que no la ve dando ese salto al PP, solo tiene palabras elogiosas para su compañera. “Es una mujer con una gran sensibilidad hacia los demás y una excelente conversadora” -“cuenta chistes como nadie”, desvela-, y es “muy perseverante en todo lo que empieza”, asegura Villacís en conversación con este diario, a lo que añade: “Es una grandísima amiga mía y me siento muy orgullosa de ello”.

Aunque ese distanciamiento con Arrimadas nunca lo ha hecho público, el pasado 12 de marzo quedó patente tras la fallida moción de censura en Murcia. Rivera de la Cruz se unía a las voces descontentas de Ciudadanos pidiendo una reunión urgente de la Comisión Ejecutiva para que la líder del partido diera explicaciones sobre el fracaso de una operación en aquella Región, que les ha costado muy cara. Lo hacía, como el resto de sus compañeros, a través de su cuenta de Twitter.

La Ejecutiva extraordinaria fue convocada y tras ella Arrimadas decidió aplacar la grave crisis abierta en el partido ampliando el Comité Permanente -su núcleo duro- para incluir en él a dirigentes territoriales, entre ellos a Ignacio Aguado y Begoña Villacís, así como a otros dirigentes y diputados, como Guillermo Díaz y Sara Giménez. Pero no a Marta Rivera, quien a pesar de haber exigido la convocatoria de la reunión no quiso participar en ella. Fue el mismo día en el que Toni Cantó salió muy enfadado de la sede del partido para anunciar a los periodistas que dejaba todos sus cargos, se iba a Valencia y que en cuanto llegara a su casa iba a “llamar a su representante” para volver a su profesión de actor. Apenas una semana después, Cantó aterrizaba en el PP y Ayuso lo incluía en su lista electoral del 4 de mayo. Este domingo, no obstante, el Juzgado de lo contencioso-administrativo número 5 de Madrid acordaba que Cantó y el exalcalde de Toledo Agustín Conde sean expulsados de las listas del PP por ser “inelegibles” al no haberse empadronado en la Comunidad de Madrid en tiempo y forma. La dirección del partido ha anunciado que recurrirá la decisión ante el Tribunal Constitucional.

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