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CRÓNICA

Matarreyes Ayuso vuelve a empuñar la espada

Díaz Ayuso en un acto sobre la juventud el 24 de octubre en Madrid.

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Un whatsapp ha servido para que el líder de la oposición incline la cabeza. Por la cuenta que le trae. La política es mucho más rápida que en el pasado. Aquellos que lamentan que sea tan difícil dirigir un Gobierno o un partido en la era de las redes sociales y las comunicaciones instantáneas podrán utilizar el 28 de octubre de 2022 como una fecha que recordar. Cuando crees que lo tienes todo amarrado, un aviso en el móvil te cambia la vida.

El mensaje salió de Isabel Díaz Ayuso mientras estaba haciendo el jueves una visita a Galicia, de esas con las que se rellena el calendario de los políticos cuando no hay mucho que hacer en el despacho. La presidenta madrileña estaba allí con un plan de viaje singular. Visitar la localidad natal de Isabel Zendal, la enfermera cuyo nombre se utilizó para el “hospital de las pandemias” que se inauguró en Madrid con gran boato y que ahora tiene la misma actividad que la que hizo famoso al aeropuerto de Castellón. Luego, una visita a la sede de Inditex, porque malo será que ese día estén muy ocupados.

Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez comprobaron en los medios que el acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial estaba al caer. Podía ser incluso esta misma semana. La siguiente, a más tardar. 1.423 días después del fin del mandato del CGPJ, Alberto Núñez Feijóo había dado el paso con el que fortalecer su imagen de político pragmático dispuesto a acuerdos que benefician al Estado. O eso decían los mensajes de los responsables del partido.

Es la clase de imagen que tranquiliza a muchos votantes. Defender tus ideas, pero sin prender fuego a la casa. A veces, esos votantes son suficientes para ganar unas elecciones.

Pero el móvil sonó con el aviso del whatsapp el jueves poco antes de las diez de la mañana. Era Ayuso, que le decía que el acuerdo del CGPJ sería “una barbaridad”. Era la llamada que Feijóo había temido recibir en las últimas semanas. 

Esa misma mañana, Federico Jiménez Losantos había lanzado una de sus diatribas contra Feijóo después del debate de los presupuestos del Congreso, donde María Jesús Montero había pasado por encima de la portavoz del PP, Cuca Gamarra. “Espectáculo de incompetencia”, lo llamó. “Ya casi me da pena”, comentó sobre Gamarra.

El veredicto era letal. “Se le trajo para que no hiciera lo de Casado y está haciendo lo mismo”, dijo. Sus preferencias estaban claras: “El Partido Popular aguanta porque aguanta Ayuso”.

“Se le trajo”. Como si no hubiera sido una decisión de Feijóo la de presentarse y forzar la dimisión de Pablo Casado, sino de una serie de personas entre las que obviamente Jiménez Losantos cree que se encontraba. Los que mandan de verdad en la derecha madrileña y que en su momento ya tenían claro que Díaz Ayuso era más importante que Casado. Cuando ella decidió que el presidente del PP tenía que irse por sus acusaciones sobre los negocios de su hermano, no hubo ninguna duda sobre lo que iba a ocurrir.

Esa misma mañana, la portada de El Mundo abría con un reconocimiento de vulnerabilidad por la dirección nacional del partido: “El PP teme la reacción de la ‘derecha política, judicial y mediática’”. Se decía que el pacto del CGPJ estaba cerrado a falta del último visto bueno del PP, es decir, de Feijóo. Ya no había mucho más que negociar. Sólo quedaba fijar la hora y el día del acuerdo.

A los que en el partido y sus aledaños mediáticos y judiciales se oponían con el argumento de que no te puedes fiar de Pedro Sánchez, se les decía, según el artículo que citaba a fuentes de la dirección nacional: “Eso es trumpismo puro”. Como una política de tierra quemada cuando la Justicia ya no puede esperar ni un día más por la paralización del CGPJ y de varias salas del Tribunal Supremo.

Si crees que una determinada respuesta política es “trumpismo puro”, deberías estar preparado para la respuesta que recibirás si no complaces a sus mensajeros. Si das imagen de debilidad, te comerán por los pies. Y será el prólogo de más incidentes del mismo tipo. Ya lo dicen en la política británica. “In office, not in power”. No es lo mismo estar en el cargo que estar en el poder.

A lo largo del jueves, Feijóo midió su debilidad y se rindió a la evidencia. Tocaba pensar cómo debía anunciar la decisión de negarse a renovar el CGPJ. Había que ir a lo fácil: Catalunya. Como parte del debate presupuestario y de la conveniencia de contar con el apoyo de Esquerra, el Gobierno reiteró lo que se conoce desde hace tiempo: tiene la intención de cambiar la formulación del delito de sedición en el Código Penal. Afirmó que pretende “homologarlo” a lo que figura en la legislación de otros países europeos. No hay que engañarse. Se trata también de reducir las penas, tan duras como las de un homicidio.

Como todo lo importante que ocurre en el PP, Feijóo se puso en contacto con Juanma Moreno, el presidente de Andalucía y lo más parecido a un número dos que hay actualmente en el partido. Un portavoz de la Junta dijo el viernes que él también se oponía a cerrar el acuerdo. Otras fuentes muy cercanas a Moreno afirman por el contrario que dejó que Feijóo tomara la decisión más apropiada. No le planteó un ultimátum ni una orden.

A última hora del jueves, el PP comunicó que no habría acuerdo sobre el CGPJ y recurrió como justificación a esa reforma de la sedición. Lo que ya sabía que podía pasar antes de negociar con el PSOE se convirtió en un gesto intolerable que impedía continuar con las conversaciones que son imprescindibles para cumplir con el mandato constitucional.

El viernes, las fuentes de Ayuso comunicaron a El Mundo la existencia del whatsapp. Cómo iban a guardarse esa información. Era importante que no se pasaran con el mensaje, que no pareciera que le había dado una orden. Se lo había dicho en privado “por lealtad”.

Feijóo ya sabe cómo se las gastan en Madrid. Es muy probable que antes lo supiera, pero no es lo mismo conocerlo que sufrirlo en tus propias carnes. Y en política, los cortes con espada cicatrizan muy mal.

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