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Pedro Sánchez refuerza a Iván Redondo y convierte a su jefe de Gabinete en el 'ministro 23'

Pedro Sánchez y su jefe de gabinete, Iván Redondo, durante la toma de posesión.

Irene Castro

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No hay muchos antecedentes de un jefe de Gabinete de la Presidencia que sume además el poder sobre la comunicación del Gobierno. Habitualmente, son dos funciones diferenciadas que se reparten dos personas de la máxima confianza del líder. Pedro Sánchez ha decidido concentrarlo en una sola persona, Iván Redondo, al que se atribuye la estrategia llevada a cabo en Moncloa desde que Pedro Sánchez franqueó la puerta del palacio tras la moción de censura que desbancó a Mariano Rajoy.

En estos 19 meses, la confianza de Sánchez en Redondo ha ido creciendo de forma casi proporcional a las suspicacias que ha provocado en un importante sector del PSOE. El líder socialista ha vuelto a demostrarlo en el organigrama del Gobierno que inaugura. Redondo seguirá siendo su jefe de gabinete con más atribuciones de las que tenía hasta ahora. Con 38 años será el todopoderoso asesor de Moncloa con las competencias del anterior mandato –secretario del Consejo de Seguridad Nacional y seguirá dirigiendo el Comité de Dirección en el que participan bajo su paraguas los responsables de asuntos nacionales, institucionales, internacionales, comunicación con los ciudadanos, la secretaría general de Presidencia, la Dirección General de Asuntos Económicos, el Departamento de Seguridad Nacional y las diferentes unidades de análisis– y se ve reforzado con la gestión de la comunicación y la tarea de crear una “Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo”.

Redondo asume sobre el papel una competencia que en cierto modo ha desempeñado sin que figurara en el organigrama: la verdadera política de comunicación del Gobierno. Hasta ahora la Secretaría de Comunicación del Estado era un órgano dependiente de la Presidencia del Gobierno en paralelo a la dirección de Gabinete y ahora la asumirá Redondo bajo su paraguas. En la práctica, durante este tiempo, ya ha sido así y uno de los problemas que se ha atribuido al actual secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, cuya continuidad está en el aire, es que no tenía información de primera mano.

Con su ascenso el presidente sabe que está pisando algunos callos en el partido. Sánchez trata de equilibrar las tensiones de su núcleo más cercano con la portavocía parlamentaria de Adriana Lastra, número dos del partido y persona próxima a Sánchez a quien es completamente leal; el mantenimiento de Carmen Calvo en la vicepresidencia primera ; José Luis Ábalos, que aglutina el Ministerio de Fomento y la Secretaría de Organización del PSOE con Santos Cerdán a los mandos en Ferraz; y Félix Bolaños como engranaje de la maquinaria monclovita.

Sánchez ignora las críticas a Redondo, deja claro que su confianza en él sigue intacta y le otorga aún más poder, un gesto que los adeptos a Redondo aplauden como un golpe en la mesa y que ha sentado mal en el partido, donde algunas fuentes lo consideran una “barbaridad”. Lo cierto es que Redondo tiene también firmes defensores, entre ellos los socialistas Félix Bolaños –con quien desarrolla un mecanismo bien engrasado como hombres de confianza de Sánchez en Moncloa bajo la denominación de 'Oliver y Benji'– o de otros como Paco Salazar, que estuvo en Moncloa al frente de una unidad de análisis estratégico que formalmente abandonó para ir en las listas electorales. En su equipo destacan su gran capacidad de análisis como una suerte de 'cabeza privilegiada'.

El currículum de Redondo evidencia que su especialidad es precisamente la comunicación política. “¿Qué es más importante la verdad o sentir esa verdad?”, dijo recientemente en una conferencia. El jefe de gabinete ha sido el encargado de construir el relato de Sánchez en los últimos meses.

A la gestión de la comunicación sumará a partir de ahora la creación de una Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo, un organismo en el que participará un comité de expertos con el objetivo de crear una estrategia nacional que analice y se anticipe a los retos demográficos, económicos, geopolíticos, medioambientales, sociales o educativos que España tendrá que afrontar en los próximos 30 años. “Uno de los grandes defectos de la democracia es el cortoplacismo. En la frenética cotidianeidad de los gobiernos, lo urgente a menudo eclipsa a lo importante”, reza la nota de prensa que ha distribuido Moncloa sobre el nombramiento del jefe de gabinete dándole así la máxima relevancia.

Redondo gana peso en un momento en el que el cuestionamiento dentro del PSOE es elevado. Su fichaje ya cayó mal en 2018. Dentro del partido escoció que el líder socialista decidiese prescindir de los servicios de Juanma Serrano como jefe de gabinete –su destino fue la presidencia de Correos– para sustituirlo por el spin doctor vasco.

Gran parte de las críticas llegaban de quienes no olvidaron nunca que él fue el estratega de José Antonio Monago contra Guillermo Fernández Vara en Extremadura y, de hecho, formó parte del Ejecutivo del PP con rango de consejero. Dirigentes socialistas le reprocharon después que se vendiera como uno de los artífices de la campaña de primarias de Sánchez. “Yo no lo vi”, comentaba hace meses uno de los más estrechos colaboradores del entonces candidato al liderazgo del PSOE. Su fichaje como consultor en Ferraz se reconoció en septiembre de 2017, cuando Sánchez ya estaba al frente de la secretaría general de nuevo.

Pero incluso los enemigos del jefe de gabiente, que los tiene y con cargos de relevancia en el PSOE, admiten que Redondo cumple una función porque “da seguridad al presidente”.

Un sector del PSOE le acusa de erigirse en autor de algunos logros del partido como la moción de censura y la negociación de la coalición con Iglesias y sin embargo le atribuyen una estrategia electoral que pretendía captar a una supuesta “mayoría silenciosa” en las elecciones de noviembre, donde el PSOE acabó ganando los comicios pero con 700.000 votos menos y la obligación de pactar con Iglesias, algo que Sánchez quería entonces evitar.

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