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Pedro Sánchez pone rumbo a 2020 tras proyectar su imagen presidencial en América Latina

Pedro Sánchez baja del avión presidencial.

Irene Castro

Pedro Sánchez regresa “contento” de su primera gira latinoamericana. Antes de cumplir 100 días como inquilino de la Moncloa, el presidente se embarcó en el avión presidencial cerca de 34 horas para visitar en cinco días cuatro países: Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica. “La política exterior no refuerza a un presidente. La gente no te vota porque estés con uno o con otro. Era mi trabajo estar aquí”, aseguraba Sánchez a los periodistas nada más despegar desde San José rumbo a Madrid.

Lo cierto es que Moncloa mantiene a Sánchez alejado de los micros cuando está en España -solo ha ofrecido una rueda de prensa en solitario y todas las demás han sido junto a mandatarios extranjeros- y eleva su perfil cuando está fuera. En su equipo admiten que tienen poco tiempo, un escenario complicadísimo en el Parlamento que no le permite lucirse con frecuencia y el mayor incendio en Catalunya. Por eso la estrategia es sacar partido a todas las ventajas que ofrece la plataforma de Moncloa.

A pesar de la intensa actividad internacional que le llevó a bailar con Evo Morales, a vivir la “emocionante” experiencia de reunirse con la hija de Salvador Allende, a ofrecerse a Colombia para mediar en el proceso de paz o a arrancarle un “champion” al presidente de Costa Rica por su apuesta frente al cambio climático, a Sánchez le han perseguido los debates nacionales durante toda la semana.

El presidente se topó nada más salir con la primera rectificación de un curso político cuyo comienzo ha adelantado con esta gira. El titular de la rueda de prensa junto al presidente chileno, Sebastián Piñera, fue la confirmación del viraje del Gobierno en su negativa inicial de pagar la defensa al juez Pablo Llarena en Bélgica frente a la demanda que ha presentado Carles Puigdemont. El monto del bufete que finalmente ha contratado el Ejecutivo asciende a medio millón de euros. Por el medio el PP había acusado al presidente de ser el “mejor abogado de Puigdemont”.

Además, Piñera, con quien Sánchez admite haber tenido menos sintonía por una cuestión “generacional” que con otros de los mandatarios con los que se ha reunido, sugirió que España tuviera un rol importante ante la crisis en Venezuela. Sánchez abogó entonces por no interferir en los problemas de terceros países. Horas después elevó el tono al asegurar que “Venezuela no es una democracia cuando tiene presos políticos”. Sin embargo, ha eludido en todo momento referirse al régimen de Nicolás Maduro como una dictadura.

El presidente no quiere “entrar en esa dialéctica” porque entiende que no aporta una solución ante un conflicto en el que ni siquiera todos los países de la región tienen una posición común. La segunda parada de Sánchez fue en Bolivia, donde Evo Morales tiene “afinidad” con el Gobierno venezolano.

Sobre el Valle de los Caídos: “He ido madurando mi reflexión”

El recibimiento en Chile quedó frío en comparación con el despliegue de honores que Sánchez recibió en Bolivia. Fue con Morales con el único con el que Sánchez adquirió compromisos palpables. Por un lado, el presidente boliviano se comprometió en un memorándum de entendimiento -el paso previo a un acuerdo- a garantizar seguridad jurídica a las empresas españolas que participen en el multimillonario proyecto del tren bioceánico y Sánchez firmó un nuevo programa de cooperación. Morales mencionó en varias ocasiones a José Luis Rodríguez Zapatero por haber sido el impulsor de proyectos de ayuda para Bolivia.

Pero la decisión de Moncloa de introducir en la agenda actividades vinculadas con la memoria histórica chilena viraron el foco mediático. Sánchez achacó a su falta de experiencia en el Gobierno la dilación en el proceso para exhumar a Franco. Fuentes de Moncloa admiten ahora que ahora puede retrasarse aún más de final de año, que fue la fecha que predijo la vicepresidenta, Carmen Calvo.

Además, Sánchez reconoció que renunciaba a su idea inicial de convertir el Valle de los Caídos en un lugar de reconciliación. Cogió ideas para un museo de la memoria, pero fuera de ese mausoleo franquista al que ve complicado quitar esa reminiscencia. “Injustamente se dice que doy un bandazo -explicó días después el presidente a los periodistas-. He ido madurando mi reflexión”. Su propuesta es que en el trámite de aprobación del decreto que avalará la exhumación de Franco se llegue a un acuerdo de qué hacer con el Valle de los Caídos y se configure una Comisión de la Verdad. Esa marcha atrás no ha gustado a sus aliados de Unidos Podemos. La resolución del futuro de Cuelgamuros se antoja complicada.

Del encuentro con Morales, Sánchez pasó a reunirse con el conservador Iván Duque, a quien ofreció ayuda para el proceso de paz en Colombia. Pero el recién elegido presidente no tiene aún clara cuál será su posición respecto a la negociación con la guerrilla del ELN. “Me dijo que sí a España, pero tiene que verlo”, aseguró el presidente sobre la posibilidad de que las negociaciones, de ponerse en marcha, puedan llevarse a cabo en España. La oferta es una muestra más de que Sánchez quiere potenciar su perfil de líder internacional.

También aprovechó la gira para prometer a las comunidades de españoles en el exterior que él mismo pondrá toda su voluntad para acabar con el voto rogado que complica su participación en las elecciones. En Chile, donde Sánchez se dio un baño de selfies, recibieron el comentario con aplausos y algún “bravo”. En Colombia todo fue más frío. “Me han emocionado sus palabras. Le agradezco la alusión al Winnipeg. Mi abuelo vino a Chile en ese barco”, le dijo un fotógrafo que asistió al acto en la residencia del embajador. 

Fue el plan de Quim Torra de volver a la unilateralidad el que se llevó el protagonismo de su paso por ese país. Sánchez, que horas antes daba por hecho que el independentismo no pasaría de la “inflamación verbal”, le señaló el camino del 155. Aunque lo hizo indirectamente, el presidente nunca había llegado tan lejos en su mensaje a los líderes soberanistas. La crisis catalana volvió a acaparar protagonismo en Costa Rica ya en la recta final del viaje. Tras la advertencia del día anterior, que acaparó muchas portadas en España, el Gobierno trató de rebajar el tono de nuevo y emplaza a la Generalitat a aprovechar la “oportunidad política”. Sánchez insiste en que la situación no tiene nada que ver con la de hace un año e incluso piensa que la “crisis de convivencia” -que tiene en los enfrentamientos por la retirada de lazos amarillos- viene mal al Govern: “A los independentistas tampoco les interesa esta situación porque se rompe la idea de la revolución de las sonrisas”.

Optimismo para los consensos

También en San José el presidente tuvo que referirse a la última polémica del Gobierno, que ha provocado un profundo enfado en el Ministerio de Igualdad y ha llevado al de Trabajo a rectificar: la autorización de un sindicato para trabajadoras sexuales. “Se ha sobredimensionado mucho”, concede el presidente, que reduce el asunto a un problema administrativo, aunque no descarta que se depuren responsabilidades. En cualquier caso, Sánchez mantiene su “total confianza” en la ministra Magdalena Valerio, quien reconoció que le habían metido un “gol” y ha iniciado el procedimiento para revertir esa decisión. 

A pesar de los errores y las complicaciones que se acrecientan en una legislatura en minoría, Sánchez está convencido de que la acción de Gobierno no le quema: “Lo que desgasta es la oposición”, confiesa quien llegó a presidente contra todo pronóstico tras siete años de un PSOE bajo mínimos. Sánchez está seguro de que superará el punto de inflexión -la aprobación de los presupuestos- ante la mejora de sus relaciones con Pablo Iglesias y pone ya el rumbo a 2020.

La primera parada del nuevo curso será en el Congreso, que tiene esta semana un calendario para la aprobación de varios decretos ley, entre ellos el de la universalidad de la sanidad o el de medidas urgentes para aplicar el Pacto de Estado contra la violencia machista. Sánchez empieza el curso tranquilo, convencido de que hay margen para el consenso aunque tenga que sufrir para lograrlo: “La vida ha cambiado”, sostiene sobre el fragmentado arco parlamentario. Su mayor preocupación es Cataluña donde se ha visto obligado a hacer equilibrios entre los ofrecimientos de diálogo al independentismo y una posición firme en defensa de la legalidad. PP y Ciudadanos vigilan cada paso que da, pero Esquerra y el PDeCAT son claves para cada ley en el Congreso. 

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