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La consulta de Podemos a los inscritos pone en riesgo la construcción del nuevo partido de Ada Colau

Pablo Iglesias y el secretario general de Podem, Albano Dante Fachin.

Aitor Riveiro

El espacio político del cambio vivirá hasta el lunes con la respiración contenida. La construcción de un nuevo partido que aglutine en Catalunya a las distintas organizaciones que se integran en En Comú está en vilo por la consulta que Podem ha lanzado entre sus inscritos. Del resultado del referéndum depende un proceso que tiene en el 8 de abril su asamblea fundacional. Pero no sólo. Sea cual sea la decisión de los 52.000 inscritos de Podem, la relación entre las diferentes partes se ha enrarecido y ha obligado a intervenir a la dirección estatal de Podemos.

La consulta arranca este jueves y se cerrará el sábado. 16 y el 18 de marzo. El día 20 se sabrá el resultado. Podem ha planteado el referéndum como una manera de resolver un fuerte debate abierto en su dirección sobre las condiciones para la participación, o no, del partido en el nuevo sujeto. Lo que parecía una cosa hecha, un camino sencillo para convertir una exitosa coalición electoral en un único espacio orgánico apoyado por todo el mundo, ha derivado en un conflicto que puede dar al traste con el proyecto.

Las opciones son múltiples. Las obvias: que en la pregunta “¿crees que estas condiciones son imprescindibles para la participación de Podem en la asamblea fundacional del nuevo partdo con ICV, BeC y EUiA?” gane el o el no.

La cuestión planteada es lo suficientemente abierta como para que las conversaciones puedan continuar a partir del lunes. Es decir, el resultado del referéndum no prefigura que Podem vaya a participar o no en el nuevo partido.

La consulta servirá a Podemos además para probar a un nuevo proveedor para sus procesos internos. Desde Vistalegre 1 ha sido Ágora Voting la empresa contratada para todas las primarias y referéndums. La encargada de las votaciones en Cataluña será Scytl, afincada en Barcelona y que ha provisto de soluciones de voto online a países como Noruega, Reino Unido, Suiza, Austria o España en las elecciones del 20D.

El dará mayor capacidad de negociación al secretario general autonómico, Albano Dante Fachin. El no, por el contrario, dejaría al líder de Podem en una situación muy complicada. Aunque la dirección estatal le ha defendido en público, y ha asegurado que no debería dimitir aunque pierda, en las últimas semanas la tensión creciente y el riesgo de ruptura ha obligado al Consejo de Coordinación estatal a interceder para rebajar el tono de las declaraciones de Fachin.

El referéndum esconde otro peligro: la participación. En las primarias de julio de 2016 para elegir a la actual dirección votaron menos de 7.000 de los 52.000 inscritos. El reglamento de las consultas de Podemos establece una participación mínima del 10% para que se considere vinculante. De no llegar, la situación de Fachin también sería de debilidad.

En Podemos ya están asumiendo el posible escenario de que su organización se quede fuera del nuevo partido. El pasado lunes, el secretario de Organización, Pablo Echenique, aseguró que pase lo que pase, su partido “participará en el mismo espacio” que el nuevo sujeto. Una idea que reafirmó la portavoz parlamentaria, Irene Montero, el martes.

La ausencia de Podemos de la construcción de ese nuevo partido limitaría su impacto y abonaría las diferencias políticas que los distintos actores han planteado desde la constitución de En Comú. El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ha defendido siempre la necesidad de que su partido forme parte del nuevo espacio político, desde dentro. Así se sostenía hace apenas dos semanas, cuando comenzaron en serio los problemas. Ahora ya nada parece tan claro.

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