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CRÓNICA

Los políticos no eran mejores antes pero en Reino Unido se empeñan en desmentirlo

Los candidatos a las primarias tories en un debate televisivo el 17 de julio.
22 de julio de 2022 22:30 h

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Las andanzas del Partido Conservador y del Gobierno británico desde el referéndum del Brexit dan para varios libros repletos de políticos incompetentes y situaciones absurdas. Después de Boris Johnson, casi cualquier candidato en las primarias tories podía parecer un premio Nobel en potencia. Ahora quedan dos en liza que se someterán al voto de los militantes: Rishi Sunak, el exministro de Hacienda que hizo posible el final de Johnson con su dimisión el 5 de julio, y la ministra de Exteriores, Liz Truss, que es la favorita del ala derecha de los conservadores.

Cuando se analizan sus debilidades es cuando empiezan a aparecer los problemas. Sunak, de 42 años, era una estrella en alza de los tories hasta que se supo que su esposa, de familia india millonaria, no pagaba prácticamente impuestos en Reino Unido por sus ingresos en el exterior. Su exención fiscal era legal, pero políticamente poco recomendable para su marido, el ministro que decidía cuántos impuestos pagan los británicos. Es curioso que él no hubiera reparado en ese problema de imagen hasta que la noticia se conoció gracias a los medios de comunicación.

Truss, de 46 años, cuenta con una amplia experiencia en varios ministerios. Según un sondeo de YouGov de esta semana, ganará con claridad a Sunak. En las primarias, no tuvo una actuación muy brillante en los debates. Una encuesta nacional del 19 de julio reveló que solo el 10% pensaba que podría ser elegida primera ministra en unas elecciones.

Su admiración por Margaret Thatcher se extiende hasta el vestuario. En febrero viajó a Rusia y apareció fotografiada con un gorro de piel no muy distinto al que llevó Thatcher en su visita a Moscú en los ochenta. Lo malo es que en ese momento el invierno ruso estaba siendo inusualmente moderado y Truss debió de cocerse bajo el gorro. En uno de los debates de las primarias, se presentó con una blusa idéntica a la que llevaba la entonces primera ministra en un debate televisado. El fetichismo thatcheriano siempre ha cotizado alto entre los tories.

Como ministra de Exteriores en mitad de una guerra, el puesto ha dado a Truss una gran notoriedad, lo que es toda una sorpresa para el exministro tory Rory Stewart: “Recuerdo que Liz Truss me dijo en una ocasión algo así como 'Rory, no entiendo por qué estás tan interesado en los temas internacionales. Lo último que yo querría sería que me nombraran ministra de Exteriores'. No me quedó claro si estaba bromeando”.

Penny Mordaunt, de 49 años, la eliminada en la última votación, fue la sorpresa de las primarias. Su trayectoria había sido algo heterodoxa. Siendo diputada, participó en un reality televisivo llamado 'Splash!', un programa bastante patético que consistía en que los famosos aprendieran a saltar de un trampolín. Las caídas ridículas eran la especialidad de la casa y Mordaunt protagonizó algunas de ellas.

No fue su única extravagancia. En el pasado, se mostró a favor de que los médicos pudieran recetar métodos homeopáticos, a pesar de que el sistema de salud pública y el Colegio de Médicos consideran que la homeopatía es “una pérdida de tiempo y de dinero”.

No hay que ser muy exigente para creer que un partido como el conservador británico debería tener mejores candidatos para el puesto de líder. A veces en política la experiencia o el estatus político no son lo que domina el proceso de selección. Puede ocurrir que se haya producido un cambio generacional o que los previsibles favoritos representen el pasado y los dirigentes y las bases quieran mensajes más ilusionantes. Eso no garantiza que el desenlace sea un éxito, como se vio con Theresa May y Boris Johnson.

En España ha habido varias primarias que han arrojado resultados inesperados para el aparato del partido. Pablo Casado derrotó en las primarias a dos de las más importantes dirigentes del PP. Con él, volvió el aznarismo, el estilo frenético y finalmente la inmolación. Pedro Sánchez sorprendió a unos cuantos partiendo desde una carrera política de puestos menores hasta llegar directamente al liderazgo. Luego se estrelló en una mítica reunión del Comité Federal del PSOE, pero consiguió una segunda vida al ganar unas primarias en las que todo el aparato se había conjurado para frenarle el paso.

En los últimos años, son numerosas las opiniones en los medios de comunicación que suspiran por los políticos del pasado, como si todos los actuales fueran una banda de ineptos. También se hace esa reflexión a escala europea cuando se recuerda a gigantes de su época como Helmut Kohl, François Mitterrand, Olof Palme o, en el caso de EEUU, George Bush (padre, evidentemente).

En España, los elogios se desatan en favor de Adolfo Suárez, Felipe González y en general los políticos de la Transición. Suele ser una forma de menospreciar a los políticos actuales obviando que en su época era frecuente que esos políticos tan extraordinarios fueran destrozados por los medios cada semana.

Dicho de otra manera, si leen en el ABC que Sánchez es un desastre comparado con Felipe González, tenían que ver lo que decían del segundo en los años ochenta.

La última encuesta del CIS indica que “los problemas políticos” –una definición un tanto genérica– son el cuarto problema del país más citado por los españoles. El quinto es “el Gobierno y partidos o políticos concretos”. Los porcentajes son inferiores a la época del Gobierno de Rajoy, cuando se conocieron varios escándalos de corrupción. La polarización no hace ningún bien desde luego a la reputación de los políticos, aunque forma parte de la estrategia de algunos partidos, y eso es así porque creen que les beneficiará en las urnas.

Con respecto al Reino Unido, ocho dirigentes del partido se presentaron a las primarias para suceder a Boris Johnson. Todos menos uno eran o habían sido ministros o viceministros. El que no había estado en el Gobierno era el presidente de la Comisión de Exteriores del Parlamento. Experiencia no les faltaba, pero pocos estaban entusiasmados con el plantel, como ya había ocurrido en las primarias en que Johnson salió elegido.

Algunos se sienten sencillamente desolados, como Janan Ganesh, columnista del Financial Times. Su veredicto sobre la calidad de los contendientes es muy negativo. Sobre el que finalmente sacó más votos en la votación entre los diputados, escribió: “Rishi Sunak se dedica a la política como si acabara de volver de un cursillo titulado 'Cómo dedicarse a la política'”. Y eso que cree que Sunak era el mejor de los candidatos que se presentaban a las primarias.

Ganesh cree que las democracias occidentales tienen “un problema de talento” en la clase política. Sostiene que el desprestigio y los bajos sueldos hacen que personas valiosas prefieran optar por una carrera más rentable en la empresa privada. Puede que sea cierto en algunos partidos de derechas, pero no es solo una cuestión que se arregle con salarios más altos.

El presidente andaluz, Juanma Moreno, tiene problemas para fichar a independientes como consejeros, según El Confidencial. Las razones son las mismas que cita Ganesh en su artículo: remuneración escasa y miedo a la exposición pública que supone un cargo en el Gobierno.

Resulta llamativo que en la derecha, española o británica, se lamenten esos bajos sueldos en comparación con cargos directivos de la empresa privada, cuando mantienen un discurso sumamente crítico con el gasto público. El PP no hace más que repetir que el Gobierno debería reducir lo que llama el “gasto político improductivo”.

En estos casos, es habitual que se diga que solo con una fuerte vocación de servicio público se puede entrar en política. Claro que sin ese sentimiento ¿cómo se puede pensar que es positivo asumir un cargo en un Gobierno o en una lista electoral? Tampoco es que sea una panacea. Puedes apostar por eso y tienes como premio a un Boris Johnson.

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