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Una interpretación del procés o por qué sigue habiendo políticos que piensan que cuanto peor, mejor para ellos

Manifestación en Barcelona el martes para conmemorar el 1-O.

Iñigo Sáenz de Ugarte

¿Qué se hace cuando una maquinaria política va a toda velocidad hacia un objetivo, se da de bruces contra un obstáculo muy duro y a pesar de eso sigue avanzando con muchos más problemas, pero con pilotos que no quieren reducir la marcha? Francesc-Marc Álvaro estuvo subido a ese vehículo y ahora no lo tiene tan claro. No es que haya decidido ir en dirección contraria, pero cree que hay que variar el plan de ruta. El problema es cómo.

Álvaro es un periodista catalán –habitual en las páginas de La Vanguardia– y profesor universitario, también partidario de la independencia y del procés que desembocó en el referéndum del 1 de octubre de 2017. Desde entonces, ha reflexionado y el fruto ha sido el libro 'Ensayo general de una revuelta' (Galaxia Gutenberg), donde hace balance, por tanto autocrítica, e intenta explicar qué salió mal y por qué toca en estos momentos cambiar de marchas intentando que el motor no salte en pedazos.

Fue una de las ideas que destacó de entrada en la presentación de su libro el martes en Madrid, acompañado por Daniel Innerarity, Enric Juliana y José María Ridao. “El libro quiere ser un mensaje en una botella” (no la forma más efectiva de que llegue a sus destinatarios). Su objetivo es que los políticos de Madrid y Barcelona paren un poco para pensar la estrategia y ver adónde les lleva. En otras palabras, “parar máquinas”. 

El mayor inconveniente es que los políticos, no sólo en Madrid y Barcelona, tienen la costumbre de pisar aún más el acelerador al enfrentarse a una carretera con baches en mitad de una tormenta. Y en campaña electoral, donde estamos ahora, esa tendencia se incrementa. 

Álvaro comentó que es consciente de que su libro “deja a todo el mundo insatisfecho”. No hay muchos políticos independentistas que estén dispuestos a hacer autocrítica en público. En Madrid, no son tantos los que están dispuestos a aceptar que el 1-O y el 155 no pusieron fin al problema o que las soluciones duras serán muy efectivas para aumentar el número de independentistas.

También es verdad que en este tema los políticos de uno u otro bando sólo están contentos –una vez más, en público– si se les da la razón. Cualquier otra alternativa les deja como mínimo insatisfechos. 

Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía, tenía algunos ejemplos que ofrecer de esa cerrazón. Afirmó que a partir de 2012 los políticos no hicieron un análisis correcto de la situación, “y yo lo dije, también a algunos que están ahora en la cárcel”. Al otro lado, pasaba lo mismo: “Un ministro me dijo que todo esto era un suflé”, es decir, algo que se desinflaría muy pronto. Es una comparación que se hizo muy popular en la prensa de Madrid. Ahora está duro como la piedra y no hay manera de que baje.

Cada bando subestimaba el poder del otro, explicó Innerarity. Despreciaban la capacidad del adversario de responder a un desafío. Ese momento en que todo el mundo pisa con más fuerza el acelerador.

¿Cuál es su segunda mejor opción?

Es difícil bajar de ese coche en marcha. Un político contó a Innerarity en Catalunya que allí había “una bola que si no te subes a ella, te arrolla”. Esa persona se subió a la bola “y fue arrollado”. La opción que el filósofo propone es preguntar a cada político “cuál es su segunda mejor opción”, qué aceptaría si la primera no es viable. Es un ejercicio de pragmatismo que no complace a aquellos que buscan su victoria a cualquier precio.

José María Ridao no veía tan claro el valor de la autocrítica expresada en el libro. Le recordó al autor que en él se refiere sobre todo a los métodos del procés, no los fines. Admitió que Álvaro fue de los primeros que criticó la llamada “independencia exprés”, esa idea de que la creación de la república catalana estaba al alcance de la mano, una ensoñación que nunca tuvo una conexión lógica con la realidad. Ese error se limitaba, explicó Ridao, a que los independentistas no sabían que “la respuesta del Estado iba a ser la que fue”. “Eso no es autocrítica, sino una acusación. Es como decir que no pensábamos que iban a ser tan salvajes”. 

Hablar del procés lleva siempre a mencionar las oportunidades perdidas para conseguir que el desenlace hubiera sido diferente. Ahí Álvaro tenía claro qué decir: “¿Qué hubiera ocurrido si el Estatut no hubiera sido impugnado, si no se hubiera convertido en objeto del deseo del PP? Quizá ahora no estaríamos hablando de esto”. Cierto, conviene recordarlo, pero no se puede retrasar el reloj.

Importa más qué está pasando ahora. Juliana, corresponsal de La Vanguardia en Madrid, se mostró seguro al decir que la situación de Catalunya no es la misma ahora que en 2017, pero en realidad sonó muy pesimista, porque cree que en los próximos meses puede darse “una situación inquietante”. Prevé una desmovilización política en Catalunya, pero no de todo el mundo. “Hay un proceso de enfriamiento, pero el núcleo (del movimiento independentista) no se enfría y es muy probable que se radicalice” al ver que “la periferia” de sus apoyos está cambiando. Ahí se refirió de forma específica a las detenciones de los últimos días de un grupo de personas acusadas por un juez de la Audiencia Nacional de preparar ataques con material explosivo.

Álvaro dijo después que no entiende por qué ERC y JxCat no aprobaron los presupuestos de la anterior legislatura. De hecho, él habló con los responsables políticos del procés ahora en prisión y le dijeron que ellos también pensaban que el voto sería afirmativo. 

Todo va a ir a peor en mitad de una campaña electoral. Juliana se mostró enfadado al creer que hasta ahora la situación se estaba “destensando”. “Y lo que no entiendo es que en estos momentos coincida la emisión de la sentencia (del juicio del procés) con la campaña electoral”. La sentencia no va a ser precisamente un factor desmovilizador para los partidarios de la independencia.

Innerarity tenía una explicación. “Esa coincidencia no es casual. Era algo buscado por quien ha convocado las elecciones”. Es decir, Pedro Sánchez. 

No hay más preguntas, señoría. No sería la primera vez que un político en Madrid o Barcelona piensa que cuanto peor, mejor para él.

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