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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz
CRÓNICA

El punk reaccionario de Ayuso y Rodríguez marca el ritmo en el PP

Díaz Ayuso saluda a Feijóo en un acto del PP en Madrid el 22 de febrero.

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Cada vez que Aitana sube a los escenarios, hay algunos que comienzan a restregarse los ojos. Especialmente, los padres de sus fans más jóvenes. Ya empiezan a temer que sus hijas imiten esos movimientos pélvicos en casa o, peor, en otros lugares. Es obvio que la cantante tiene derecho a reorientar su carrera por donde quiera. Esos pasos siempre son arriesgados. Si no lo fueran, no habría beneficio en el futuro. Eso no impide que en los programas de televisión que se basan en opinar sobre todo llegara a decirse hace unos meses que sus coreografías suponen una “hipersexualización de la infancia”. No será la suya, porque tiene 24 años.

Renovarse o languidecer hasta morir. En política, lo que hizo Aitana es prácticamente la forma natural de reaccionar ante los acontecimientos. En especial, cuando tus planes se van por el desagüe, la realidad no colabora o tu rival es demasiado fuerte. Si algunos de tus votantes duda sobre el cambio, sólo hay que insistir. Ya se acostumbrarán. Es lo que hizo el PP de Alberto Núñez Feijóo cuando en 2023 vio que su receta no funcionaba.

El líder del partido empezó a frotarse en el escenario como si fuera una corista de 'Showgirls'. Su estilo no resulta del todo convincente. Sólo había apostado sin dudarlo por el juego sucio en la campaña que le dio la primera victoria en Galicia. Ya como presidente de su partido, ha demostrado una indudable falta de escrúpulos. Adaptarse al estilo de Madrid o morir.

Cuando llegó a la capital, aparentaba ser lo contrario. En abril de 2022, se comprometió a “sacar la política española del enfrentamiento y la hipérbole permanente”. “Dejemos ya de repartir carnés de patriota y de ser más españoles que nadie”, insistió. Ahora dice qué partidos son constitucionalistas y cuáles no.

En mayo, se puso tan digno que desdeñó a los diputados que vuelcan sus esfuerzos en Twitter con la intención de endosar fuertes zascas a los adversarios: “No creo en los circos parlamentarios y valoraré mucho más una enmienda correcta que un tuit ingenioso”. Lo que es seguro es que el PP ya no aparece en los titulares por sus enmiendas correctas.

En febrero de 2023, lamentó que la política se haya convertido en “un show del insulto permanente y la crispación constante”. Parece que han pasado veinte años desde entonces viendo cómo se las gasta el actual grupo parlamentario del PP, empezando por su portavoz, Miguel Tellado. En estos momentos, acusa a Sánchez de ocupar la cúpula de una organización criminal, el entramado investigado que se conoce como caso Koldo. Como diría un tuitero enfurecido, no tienen pruebas, pero tampoco dudas.

Después de denunciar la piratería en la política, Feijóo optó por fletar su propio buque de corsarios, con patente para ejecutar las peores tácticas, y navegó hacia la isla Tortuga, donde la polarización es la forma de vida más extendida.

Ya no podía hablar de economía, porque iba demasiado bien para sus intereses. La “profundísima crisis económica” que parecía tocar con los dedos pasó a ser en 2023 un crecimiento del 2,5%, confirmado la pasada semana, situando a España muy por delante de las grandes economías europeas. Como respuesta, al PP le tocaba repartir más carnés de patriota y constitucionalista y anunciar la muerte de la democracia si Pedro Sánchez continúa en el poder.

El único que no necesita adaptarse ni cambiar de rumbo es el Partido Popular de Madrid. Ahora atraviesa un camino escarpado al conocerse los delitos fiscales de la pareja de Isabel Díaz Ayuso y el hecho de que ella disfruta del uso de dos bienes (casa y coche) pagados en parte por comisiones y beneficios que se intentaron ocultar a Hacienda.

En ese partido, cualquier reconocimiento de un error o confesión de una debilidad se considera traición. Ayuso cimentó sus victorias electorales en la denuncia constante de las maldades del Gobierno central y en autodefinirse como la víctima indefensa de las perfidias de la izquierda. Por eso, su respuesta a las noticias sobre los negocios de su novio ha sido decir: “Están utilizando todos los medios del Estado para acabar conmigo”.

El PP madrileño funciona como una banda de punk reaccionario. No hay reglas. Todo es una mierda y el país acabará arruinado o convertido en una dictadura latinoamericana con Sánchez en el poder. No hay futuro con este Gobierno enemigo de la libertad. Si la familia de la presidenta se beneficia, no pasa nada. Se merecen eso y mucho más. Se defiende al novio a muerte, aunque de momento haya reconocido dos delitos contra la Hacienda Pública. Se escupe a los medios de comunicación que osan informar del caso y se inventan historias sobre periodistas encapuchados. Hay un público para esa furia descarnada.

Ni siquiera importa si a Ayuso se le va un poco la pinza. Le preguntaron el lunes por su pareja y respondió denunciando el supuesto secretismo del Gobierno con una frase para no olvidar: “No sabemos ni siquiera en misiones tipo Ucrania cuántos soldados han ido”. El Gobierno no ha enviado tropas a territorio ucraniano.

El arquitecto de esa estrategia es Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Ayuso y, mucho tiempo atrás, el hombre que enseñó a Aznar a mostrar los dientes. Este domingo, puso fin a un periodo de diez años sin dar entrevistas a El Mundo para insistir en todas las mentiras con las que cree defender a la señora. Mintió al acusar a periodistas de El País de acosar a menores. Mintió al decir que periodistas de elDiario.es entraron encapuchados en el edificio donde vive la pareja haciéndose pasar por “técnicos de calefacción” (como los espías de la CIA en las películas). Sostuvo que amenazar por escrito no es intimidar.

Se inventó el dato de que Hacienda pierde el 70% de los juicios. Mintió al decir que “no hay empresas fantasma, no hay facturas falsas” en el caso de Alberto González Amador. Se inventó el hecho de que el comisionista estaba a punto de llegar a un acuerdo con la Fiscalía hasta que un superior del fiscal lo impidió. Alegó que Ayuso dio en la rueda de prensa de Leganés “un dato objetivo” al decir que Hacienda debe 600.000 euros a Amador, cuando la Agencia Tributaria comunicó a la Fiscalía que es al revés, un dato ciertamente relevante y que reconoce el abogado defensor.

Los periodistas de El Mundo no se molestaron en recordarle todos los datos conocidos sobre Amador y basados en documentos durante la entrevista. Por ejemplo, sí le preguntaron: “¿Cree que van a por usted?”. La típica pregunta durísima que sirve para que el interlocutor se haga la víctima.

Sobre el caso del novio de Ayuso y la respuesta de la presidenta, Feijóo intentó ponerse de perfil al principio y luego le dio su apoyo. Lo de Rodríguez amenazando a periodistas son sólo “conversaciones privadas”, dijo.

En varios medios, han aparecido artículos que citan de forma anónima a dirigentes del PP molestos o perplejos por la estrategia de Feijóo. “Es como si Feijóo de repente no fuera Feijóo. Primero, nos quería con la pancarta, ahora en el barro”, dijo un diputado a El Periódico. “Recuerda cuando entró Feijóo”, comentó otro. “Nos dijeron que moderáramos el tono, que bajáramos el nivel dialéctico, que nos relajáramos, que no hiciéramos aspavientos”. Pobre ingenuo.

Eso es muy poco punki. En Génova no pueden decir que no a Ayuso. Imagina si Miguel Ángel Rodríguez empieza a enviarles mensajes diciendo que les va a partir las piernas. Serían conversaciones privadas, desde luego. No se vayan a creer que es un salvaje, un matón o un mentiroso.

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En elDiario.es somos conscientes de que publicar noticias como esta no es fácil, que puede haber consecuencias. Al menos ya sabemos a qué nos enfrentamos esta vez. Nos lo han dejado claro y por escrito: “Os vamos a triturar, vais a tener que cerrar”. Las amenazas de Miguel Ángel Rodríguez, la mano derecha de la presidenta de Madrid, no son solo un calentón. No es siquiera la primera vez que recurre a presiones así para evitar que se publique una información.

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