La portada de mañana
Acceder
La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

El ritmo lento de oposición de Feijóo se topa con Pegasus

Aitor Riveiro

0

Alberto Núñéz Feijóo asumió la presidencia del PP el pasado 2 de abril. Por aclamación y en un congreso sin rivales, por lo que su elección estaba cantada desde semanas antes. El nuevo líder de la derecha diseñó un traspaso de poderes tranquilo en Galicia y un paulatino aterrizaje en Madrid que culminaría con su llegada al Senado, en junio. Justo a tiempo de tener un primer 'cara a cara' con Pedro Sánchez antes de suspenderse las sesiones en la Cámara Alta hasta el otoño. El embarrancamiento de la recuperación económica y el aumento del precio de la energía, creen en el PP, le ofrecen una senda tranquila y segura hacia la Moncloa. El plan: que el Gobierno se cocine a fuego lento en la salsa del descontento social. Una estrategia de fondo muy parecida a la que había definido su predecesor en el cargo, Pablo Casado, y contra la que se revolvió el propio Feijóo, pero con unos ritmos muy diferentes.

Frente a la sobreexposición mediática de su antecesor y esa concatenación de comparecencias de Casado que alcanzaron su cénit en la campaña electoral de Castilla y León, Feijóo limita sus comparecencias ante los medios más allá de Galicia. Son pocas. Muy pocas. En la sede nacional del PP, en el número 13 de la madrileña calle Génova, solo ha ofrecido una rueda de prensa: el 9 de marzo, tras presentar los avales que le permitieron concurrir al congreso extraordinario. Después, lo hizo en el Palacio de la Moncloa tras reunirse con Pedro Sánchez, un mes después. Y ya.

Pero los tiempos políticos no se eligen, se surfean. Y el escándalo de Pegasus es una buena prueba de ello. Cuando la economía estaba en el centro del debate, el espionaje a políticos, activistas, abogados y periodistas ha movido el foco. La crisis en los aparatos de seguridad del Estado ha hecho el resto. Aunque volverá, el tema de la inflación que Feijóo había elegido para que el Gobierno continúe un desgaste que ya sitúa a PP y PSOE empatados en las encuestas e incluso a los populares por encima en algunos sondeos, ha desaparecido del primer plano de la actualidad. Además los datos del paro son buenos y también los de los contratos definidos y la tasa de ocupados, que sigue creciendo. Entre medias emergen asuntos como el de la ley del aborto en los que el líder del PP no se encuentra cómodo pero que exigen algo más que un tuit o un breve discurso.

Desde abril, Feijóo ha intentado adoptar un ritmo tranquilo y sosegado para su mandato. Control de la información, que solo llega con cuentagotas incluso a algunos de los dirigentes más cercanos. Pocas comparecencias ante la prensa. Y un control del tiempo opuesto a la hiperactividad de Casado, por más que la estrategia sea la misma y parte del convencimiento de que el triunfo en las próximas generales llegará casi por decantación. El viejo mantra de que las elecciones no se ganan sino que las pierde el Gobierno. 

El calendario no deja dudas sobre las intenciones del dirigente gallego. Feijóo fue aupado el 2 de abril al cargo de presidente nacional del PP, pero su designación era obvia desde semanas antes, en cuanto estalló la batalla final entre Casado e Isabel Díaz Ayuso. La elección se confirmó a finales de febrero, cuando el dirigente gallego fue señalado por los barones del PP como sucesor. Con todo, Feijóo ha apurado al máximo los plazos legales, estatutarios y políticos antes de dar cada paso.

Solo dimitió de presidente del PP de Galicia el 30 de marzo, horas antes de asumir formalmente el liderazgo nacional, dos cargos que son incompatibles según las normas internas del partido. En las semanas previas se pateó toda la comunidad para pactar una salida consensuada que no abriera en canal a la organización que presidió desde 2006. Su sucesor se elegirá el 22 de mayo, el mismo fin de semana que Ayuso será encumbrada como presidenta del PP de Madrid.

También ha resistido como presidente de la Xunta de Galicia hasta el último instante. Pese a que el heredero ha sido el previsto (su hasta ahora vicepresidente, Alfonso Rueda), Feijóo no ha soltado las riendas del Ejecutivo regional hasta este 14 de mayo. Y eso que formalizó su dimisión en abril. Desde entonces, se ha mantenido como presidente en funciones, lo que le ha permitido esgrimir su agenda institucional en Galicia cuando los periodistas preguntaban a su equipo por su poca presencia en Madrid.

Feijóo también ha trasladado esa molicie al partido. Más de un mes después de ocupar la séptima planta del edificio que alberga la sede todavía no ha nombrado a sus secretarios de área. Una sede, por cierto, que Casado puso en venta en febrero de 2021. De momento, la nueva dirección no ha comunicado si mantiene la idea de mudarse de un edificio señalado, según dijo en su día la anterior dirección, por la corrupción.

El 3 de abril se celebró un primer Consejo Ejecutivo Nacional que eligió a la cúpula más próxima al presidente: secretaria general, vicesecretarios, presidente del comité de garantías, presidente del comité electoral y gerente. Pero el siguiente escalafón sigue pendiente seis semanas después, por lo que el PP no tiene designado sus responsables de Justicia e Interior, por ejemplo. Ni del resto de áreas sectoriales.

Eso sí: el comité electoral ya está plenamente desplegado desde el pasado lunes, pese a que queda un año para los próximos comicios estatales (los de su competencia) y a que los estatutos del partido permiten delegar en el nivel autonómico la ratificación del candidato.

El control de los tiempos incluye asuntos tan banales, a priori, como la próxima reunión de los grupos parlamentarios estatales (Congreso y Senado) que Feijóo presidirá. Se anunció la reunión, pero este jueves los diputados del PP no sabían cuándo los iban a convocar. No ya el día, sino la semana.

De la reunión de grupos se informó el pasado lunes, tras un breve discurso sobre el Día de Europa. Iba a ser la única actividad de ámbito estatal prevista por el presidente del PP para toda la semana. Esa misma tarde se marchó a Galicia, donde ha asistido desde su escaño de presidente (en funciones) al debate de investidura de Alfonso Rueda.

Pero el martes el Gobierno destituyó a la directora del CNI, Paz Esteban, por el escándalo del espionaje político. La primera reacción de Feijóo llegó en forma de un tuit en el que acusó al presidente Sánchez de “ofrecer la cabeza de la directora del CNI a los independentistas” y de “debilitar al Estado”.

Y ya. Pese a vivir una situación supuestamente catastrófica. Ese mismo día, la secretaria general y portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, aumentaba la apuesta al señalar que Pedro Sánchez se “arrodillaba” ante sus aliados parlamentarios. “Entrega el Estado para salvar el Gobierno”, dijo. “El presidente se ha convertido voluntariamente en un títere del independentismo”, añadió. 

Pese a esta situación, Gamarra defendió los tiempos de Feijóo. En una rueda de prensa en el Congreso, la portavoz parlamentaria sostuvo que “si algo se ha demostrado es la toma de iniciativa y el plantar respuestas” a los “problemas” de los españoles. E insistió en el plan económico que el PP trasladó al Gobierno hace ya unas semanas, y que todavía no ha obtenido respuesta por parte del Ministerio de Hacienda. “Feijóo ha planteado una propuesta para que la haga suya con medidas para mejorar la vida de los españoles”, insistió. Vuelta al tema económico unos minutos después de decir que “Sánchez entrega el Estado para salvar el Gobierno”.

El plan del PP se trastocó 24 horas después. El miércoles, Sánchez respondió con vehemencia en la sesión de control a la propia Gamarra. “La situación hoy no es perfecta, pero hoy se cumple la Constitución, los mangantes no están en el Gobierno como ocurría cuando estaban ustedes”, le dijo, para recordarle que “la secretaria general del PP destruía a martillazos las pruebas de la justicia y se creó una estructura parapolicial para perseguir adversarios de manera irregular [en referencia a la Operación Kitchen]”.

Unos minutos después llegaba a los móviles de los periodistas una convocatoria con el encabezado de “urgente” para una rueda de prensa de Feijóo en Santiago. El plan de la semana había saltado por los aires. En la sede del PP de Galicia, el presidente nacional del partido dijo que el Gobierno está “enredado en una trama más propia de una serie de ciencia ficción, cuyo capítulo de ayer [en referencia al cese de Paz Esteban] es un paso más en la deriva injustificable del PSOE”. “Viven en un esperpento que no cesa y compromete la imagen de España”, añadió. “Lo vivido esta semanas erosiona los cimientos de la democracia”, dijo. “Supone una operación de descrédito de nuestras instituciones perpetrada desde las instituciones”, apuntó. “Una errática e improvisada gestión del Gobierno se ha transformado en una crisis que ha debilitado a la nación, que genera vergüenza en la mayoría de los ciudadanos, y sorpresa y desconfianza en la comunidad internacional”.

Feijóo hizo todas estas referencias a lo ocurrido en los días previos en una convocatoria de urgencia que solo llegó después de la sesión de control al Gobierno. La actitud del líder de la derecha no ha provocado críticas entre sus diputados o senadores, al menos de momento. O, si existen, no se han hecho públicas. De hecho, son muchos los cargos que prefieren no pararse a hablar con los periodistas en los habituales corrillos en el Patio del Congreso para que nadie pueda luego señalarlos como fuentes de información si surgen artículos críticos.

El referente declarado del nuevo presidente del PP es Mariano Rajoy, quien se especializó en dejar correr los problemas para que abrasaran a otro. Una estrategia que suele venderse como exitosa, pero que tuvo dudosas consecuencias económicas y sociales tras sus seis años como presidente, amén de que le costó ocho años de oposición llegar a la Moncloa y que fue el primer jefe del Ejecutivo desde la restauración de la democracia en salir de Moncloa al triunfar una moción de censura.