Seis horas de golpes en el Congreso duelen menos tras el regalo de Bruselas
Margarita Robles tiene prisa por salir de compras al supermercado de las armas. El Ministerio de Defensa pretende que el Consejo de Ministros le extienda ya mismo un cheque por 3.000 millones de euros en forma de crédito extraordinario. El de Hacienda está más por esperar a que el prometido aumento del gasto militar aparezca a partir de los próximos presupuestos del Estado. Moncloa estará pensando que esta es la típica polémica que no necesita en estos momentos, porque sus únicos aliados en el asunto están en la derecha, no entre sus socios.
Más tarde o más temprano, tendrá que afrontar ese aumento de gasto, según lo anunciado por Pedro Sánchez, y cumplir lo que han pactado los miembros de la OTAN. Ahora mismo hay demasiados frentes abiertos.
Sánchez se pasó cabalgando contradicciones a lo largo de toda su comparecencia para informar de la última cumbre europea y de su viaje a Marruecos. Tanto en relación a la guerra de Ucrania como a su decisión de apostar por la autonomía del Sahara dentro del reino marroquí, sus posiciones son totalmente diferentes a las de Unidas Podemos y los otros grupos parlamentarios de la izquierda. Esta vez, no se trataba simplemente de la derecha metiendo el tenedor en la herida interna para aumentar la hemorragia. De ahí que Sánchez hiciera un esfuerzo, es cierto que sólo retórico, para intentar rebajar el impacto político de las diferencias: “Lo que desmoviliza a la izquierda es que nos afanemos más de lo debido en subrayar las diferencias y no las alianzas a favor de esas conquistas”.
Por estas cosas que pasan en la izquierda, a diez días de las elecciones en Andalucía, a todo el mundo le ha dado por hablar de la desmovilización del electorado de los partidos progresistas. No se puede decir que estén encarando la cita electoral con grandes dosis de optimismo. Mucho antes de recibir la pedrada en el ojo, ya han encargado las vendas. Por las palabras de Sánchez, se deduce que algunos ya tienen avanzado el argumentario de las excusas.
Las diferencias de las que hablaba el presidente quedaron de manifiesto en el pleno del miércoles. Es imposible ocultarlas. Sánchez explicó que la prioridad sobre el Sahara es “desencallar un conflicto que dura demasiado tiempo”. La decisión de su Gobierno de apoyar la alternativa de la autonomía es “la posición más realista”. La solución queda en manos del secretario general de la ONU, dijo. España “colaborará” si se lo piden, y eso es todo. “Tenemos que mover nuestras posiciones” ante la falta de avances desde los años setenta. Lo que quiere decir acercarse a las de Marruecos, que son rechazadas por el Frente Polisario.
A su izquierda, el mensaje era el opuesto. “Marruecos es la potencia invasora” del Sahara, dijo Pablo Echenique. Unidas Podemos se mantiene firme en la defensa del derecho a la autodeterminación de los saharauis en forma de un referéndum que el Consejo de Seguridad de la ONU pidió en 1991 al secretario general que organizara. El obstruccionismo de Marruecos, ayudado por la pasividad de Francia y Estados Unidos, impidió su celebración.
Hubo una palabra que Sánchez no pronunció en sus intervenciones. No sería por falta de tiempo. Su primera réplica a todos los grupos duró hora y media. Parecía que no se iba a acabar nunca. El presidente no quiso hablar de Argelia. El apoyo a Rabat ha causado indignación en el país norteafricano, uno de los grandes suministradores de gas de España. Es lo que tiene el Magreb. Un favor inmenso a Argelia –hospitalizar en España al líder del Polisario porque se les podía morir en Argel– causó el brusco empeoramiento de las relaciones con Marruecos. Otro a favor de Rabat incluso de mayores dimensiones ha tenido el mismo efecto en las relaciones con Argelia.
Por la tarde, se supo que el Gobierno argelino ha decidido suspender su tratado de amistad y cooperación con España. El Gobierno sostenía hasta ahora que los lazos con Argelia no se iban a ver perjudicados, una presunción de dudosa base real. A partir de ahora, será ya imposible hacer esa afirmación.
El dato que puede tranquilizar al Gobierno es que Argelia es un país que cumple sus contratos. Incluso cuando tuvo una de sus recurrentes crisis con Marruecos, siguió exportándole gas porque así estaba firmado. Al persistir esa discordia, lo que hizo después fue no renovarle el contrato del suministro de gas. El actual contrato con España no concluye hasta 2032.
Sobre el Sahara, no habrá acercamiento entre el PSOE y sus socios. Para más adelante, va a ser más crudo el enfrentamiento a cuenta del gasto militar, una decisión ya tomada por Sánchez. “No es sensato para acabar con el conflicto aumentar el gasto en metralletas, en bombas, cuando hay tantas necesidades sociales”, dijo Echenique. Lo mismo Gabriel Rufián: “¿De dónde sale el dinero? (para Defensa). Se lo digo yo. De los servicios públicos. Siempre ha pasado. Más soldados, menos enfermeros. Más tanques, menos hospitales”.
No hubo ningún elogio a Sánchez en relación al Sahara que no procediera del PSOE. Sobre la ayuda militar a Ucrania y la OTAN, un cierto nivel de consenso estaba fuera de la mayoría de izquierdas. Claro que tratándose del PP es el tipo de apoyo que te lleva a la tumba. Cuca Gamarra denunció que el material militar enviado a Ucrania “no da más que para dos horas de combate”. Más que una hipérbole, se trata de una invención a la altura del error de la prima de riesgo de Feijóo del día anterior. En un sólo transporte de abril, se enviaron 200 toneladas.
El día acabó con una buena noticia para el Gobierno, la confirmación de que la Comisión Europea ha concedido el visto bueno definitivo a la llamada excepción ibérica, que permitirá bajar el precio de la luz en España y Portugal. Sánchez ya tenía claro el descuento que pretende, entre el 15% y el 20%.
En estos momentos, no hay nada que deba preocupar más al Gobierno que la inflación y en concreto los precios de la energía. La medida de la excepción ha pasado de ser una solución positiva al problema económico a convertirse en imprescindible para la supervivencia política del Ejecutivo. Se ha hablado tanto de ella que cada día que pasaba sin ser aprobada en Bruselas se hacía más evidente el desgaste del Gobierno.
Sánchez marcará con cariño la fecha del 8 de junio. Seis horas de encajar golpes en el Congreso a cambio de recibir la noticia que lleva meses esperando. Lo segundo es tan relevante que la cuenta de resultados de la jornada salió en positivo.
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