Una exposición fotográfica documenta el Valladolid confinado por la pandemia

Valladolid, 24 sep (EFE).- El valor documental, la fortaleza del testimonio, el sesgo estético y el aliento que insufla la fotografía sintetizan “La ciudad inaudita”, una exposición de imágenes de Valladolid captada durante el confinamiento que arrojan asombro, perplejidad, dolor incluso, pero también esperanza.

Este corpus gráfico, firmado por veinticinco reporteros y artistas gráficos, no es sólo un antídoto contra el 'horror vacui' de calles desiertas y ciudadanos afligidos, sino al mismo tiempo una llamada de atención, un mensaje de ánimo y un recordatorio de la fragilidad y fugacidad humanas.

En “Jardín mínimo”, la serie que firma Ricardo Suárez, convergen las dos fuerzas, polos opuestos en forma de pandemia que somete y mata, por una parte, y la florescencia que cada primavera se rebela contra la fatalidad a través de geometrías inverosímiles y atrevidas.

El empleo del color y el blanco y negro en esta serie de Suárez glosan esa pugna entre fuerzas contrarias que Cristina R. Vecino también ha captado en varios itinerarios por el extrarradio de Valladolid para colgar paisajes desolados, desatendidos aunque supuestamente habitados, como emblema del pulso entre virus y vida.

Desde uno de los puntos más altos de la ciudad, el cerro del Parque de las Contiendas, Eduardo Margareto ha columbrado una ciudad azotada que contemplan sobrepasados un joven y varios paseantes, todos ellos inquilinos de un promontorio como quien se sube a lo más alto para ponerse a salvo de una inundación repentina.

Este acceso súbito de la pandemia, impensable de un día para otro, llena de sentido el apelativo de inaudito que luce el lema de la exposición inaugurada este jueves en dos salas del Museo Patio Herreriano, que dirige Javier Hontoria y donde permanecerá hasta el 10 de enero.

Una vela de esperanza, candela votiva y ofrenda temerosa, sostiene la manos de una persona asomada al balcón de su casa, una imagen que ha retratado Pablo Requejo como alegoría de esos tres meses de confinamiento, en algunos casos reclusión como los balcones de la Plaza Mayor que sorprendió Nacho Gallego con pies colgando entre los barrotes.

Francisco Javier de las Heras, Juan Miguel Lostau y Alberto Migueza, entre otros reporteros, aportan la perplejidad de quienes pisaban las calles desiertas entre el desconcierto y la conciencia de quien asiste a un espectáculo sin precedentes: la ausencia de vida en las calles a plena luz del día, como la perspectiva de una Plaza Mayor sin pálpito que Nacho Gallego recogió en una de las fotografías más impactantes de todo el muestrario.

La muerte gravita sobre el blanco y negro que Miguel Ángel Santos empleó para apresar otra de las imágenes más duras del serial, un cementerio cerrado al público con un cartel avisador y preventivo.

La resistencia a la pandemia, el desafío en forma de rutina y hábitos recuperados, mereció la atención de Miriam Chacón sobre ancianos con mascarillas sentados en bancos públicos compartiendo temores y asustando al miedo en compañía.

Wellington dos Santos y Fernando Blanco centraron sus objetivos en la solidaridad como respuesta y desafío tanto de voluntarios como de trabajadores y miembros de los servicios públicos: sanitarios, bomberos, policías, banco de alimentos y bomberos que encarnan el combate contra el virus.

Rubén Cacho, Carlos Espeso, Ramón Gómez, Ricardo González, Ángel Marcos, Víctor Hugo Martín, Víctor Otero, Leticia Pérez, Juan Carlos Quindós y Gabriel Villamil también suscriben este manifiesto gráfico de resistencia que el director del Museo Patio Herreriano, Javier Hontoria, ha definido como “una reflexión en torno al mundo contemporáneo”.

Por Roberto Jiménez