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Vox amaga pero no rompe: sus constantes amenazas al PP se quedan en nada

Santiago Abascal, durante el debate de investidura.

Carmen Moraga

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Vox continúa amenazando con la boca pequeña al PP. Tras las elecciones locales y autonómicas de mayo de 2023, el partido de Santiago Abascal cerró con los populares diversos pactos para poder entrar en los gobiernos de varias comunidades y de algunos de importantes municipios. Desde entonces, de forma constante, no ha parado de amagar con romper dichos acuerdos por cuestiones de todo tipo. Lo ha hecho en distintos momentos tanto en Castilla y León su primer gran acuerdo antes de esa fecha-, como en la Comunitat Valenciana o Extremadura. Pero esas amenazas nunca se han cumplido pese a proferirlas con grandes alharacas.

Ahora lo vuelve a hacer con la ley de amnistía, el nuevo caballo de batalla de Vox, no solo contra el Gobierno de Pedro Sánchez sino también contra el propio PP. Esta vez ha sido el mismo Santiago Abascal el que ha advertido a Alberto Núñez Feijóo de las consecuencias de no secundar su estrategia de parar “el golpe” que para Vox supone la amnistía con “todos los resortes” que tengan a su alcance para evitar su aprobación. Aunque la realidad es que sus aspavientos no impresionan ya a la dirección del PP, cuyos dirigentes a estas alturas están acostumbrados a escuchar sin inmutarse las bravuconadas de Abascal.

En su condición de rivales por el mismo electorado y, a la vez, socios necesarios para desbancar a la izquierda del poder, en los últimos cuatro años las tensiones entre las dos formaciones han sido constantes y las amenazas de ruptura no han parado, siempre por parte de Vox. Pero la extrema derecha ha evitado que la sangre llegara al río.

La evidencia más reciente de esa tensa relación se produjo este mismo martes en el Pleno del Ayuntamiento de Madrid. Vox quiso reprobar al delegado del Gobierno en la capital, Fran Martín, por los disturbios provocados por ultras de la extrema derecha en las últimas semanas frente a la sede del PSOE de la calle Ferraz. También registró la reprobación del propio Pedro Sánchez. Pero el PP no apoyó las iniciativas por lo que fueron derrotadas. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, cargó entonces contra el portavoz de Vox en el consistorio, Javier Ortega-Smith: “Con sus infantilidades no perseguían reprobar a Sánchez, sino criticar al PP. Vox es la mejor coartada de Sánchez”, aseguró.

La polémica ley antiabortista en Castilla y León

Las relaciones son igual de complejas allí donde PP y Vox gobiernan en coalición. En Castilla y León, por ejemplo, el polémico vicepresidente de la Junta, Juan García Gallardo, anunció a bombo y platillo un plan antiaborto que obligaba a las madres que querían acogerse a ese derecho a hacerse previamente una ecografía para escuchar el latido fetal. Las reticencias manifestadas por el PP ante tan dura medida provocaron que la extrema derecha amenazara con salir del Ejecutivo autonómico. “Si no se cumplen los acuerdos tendremos que revisar si seguimos en el gobierno”, sentenció en enero el secretario general de Vox, Ignacio Garriga.

Ante la polémica, el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, del PP, salió a desautorizar a su número dos de Vox: “No se obligará a los médicos a nada ni a las mujeres a nada”, afirmó. Además, dejó “muy claro” que “alterar el orden” o cambiar el criterio clínico de los médicos sobre practicar o no las interrupciones de los embarazos podía “derivar en coacciones directas e indirectas” hacia las mujeres que quisieran acogerse a ese derecho, ante lo que determinaba que su gobierno “ni las iba a promover ni a amparar”. Vox no rompió el gobierno autonómico.

Otro ejemplo de las amenazas incumplidas se focaliza en Extremadura, donde desde el inicio de la legislatura las tiranteces entre Vox y el PP han sido constantes sin que la extrema derecha haya llegado tampoco a consumar sus amenazas. Allí, los cinco diputados autonómicos de Abascal permitieron la investidura de la dirigente popular extremeña, María Guardiola, que tuvo que recular sus declaraciones de que no podía dejar entrar en su gobierno “a quienes niegan la violencia machista”. Al final se vio obligada a cerrar el pacto, por orden de la dirección nacional del PP.

Desde entonces Guardiola no ha ahorrado criticas contra sus aliados, con comentarios menospreciando al partido con el que comparte el poder. En una entrevista con el diario extremeño Hoy, la presidenta regional aseguró que su relación con Vox era “escasa” o “nula” debido a que ella estaba centrada en “gestionar” el día a día de su gobierno.

Las amenazas le llegaron entonces desde Madrid. La portavoz parlamentaria de Vox, Pepa Millán, le exigió que “rectificara” o de lo contrario tendrían un gobierno “débil”, “o puede ser que no tenga gobierno”, dejó caer. Guardiola no rectificó. Y a lo más que llegó el partido de Abascal fue a cambiar el titular en la única cartera que le otorgó el PP, la de Gestión Forestal y Mundo Rural, que al principio fue a parar a manos de Camino Limia, cuya corta gestión estuvo rodeada de polémica. Al final Limia dimitió y fue sustituida por Ignacio Higuero de Juan, también de Vox.

La ley de amnistía tensa más la cuerda entre el PP y Vox

Las amenazas y aspavientos de la extrema derecha insistiendo con romper todos esos pactos con el PP han ido in crescendo y tuvieron su punto de inflexión en el momento en que Pedro Sánchez logró cerrar los apoyos a su investidura con Junts y ERC y confirmó que iba a impulsar una ley de amnistía diseñada ex profeso para los dirigentes condenados por el procès. Tanto Feijóo como Abascal iniciaron entonces una auténtica competición para ver quién rentabilizaba más y mejor la durísima ofensiva en la calle y en las instituciones emprendida por ambos partidos contra el Gobierno progresista.

Aunque los dos líderes coinciden en sus argumentos de fondo contra la amnistía, difieren en las estrategias para combatir la medida. Cada uno va por su lado en su afán de captar y atraer a sus filas a los indignados con la iniciativa, a los que PP y Vox no paran de hacer llamamientos para manifestarse y protestar en la calle. La pugna es cada día mayor y más intensa. Los populares iniciaron su ofensiva a finales de septiembre en en un acto en la Plaza de Felipe II de Madrid, al que no invitaron a Vox. Allí Feijóo se reivindicó como jefe de la oposición, papel que también se otorga Santiago Abascal ante los “titubeos” e “incoherencias” que ve en su rival frente a Sánchez.

La extrema derecha, tras secundar varias concentraciones convocadas por su fundación afín, Denaes, o de la sociedad civil, ha optado por alentar protestas diarias frente a la sede socialista de la calle Ferraz de Madrid, mientras aprieta a los de Feijóo para que frenen la tramitación de la ley de gracia en el Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta. Y una vez más, Vox ha advertido al PP de que “se atenga a las consecuencias” si no lo hace, ya que se plantearía romper los acuerdos en todas aquellas autonomías en donde gobiernan juntos. “Nos pondrían muy difícil mantener esos pactos”, volvió a amenazar Abascal durante su discurso en el debate de investidura de Sánchez de los pasados días 15 y 16 de este mes.

En Génova no se creen sus amenazas de ruptura

En Génova, sede el PP, donde la estrategia pasa por convocar sus propios actos en toda España y por endurecer el discurso contra Sánchez, no se han tomado en serio los nuevos gestos grandilocuentes del líder de extrema derecha y no dan ninguna credibilidad a Abascal, quien, además, sabe que no puede llamar a la insumisión ni al principal partido de la oposición ni a los letrados de la Cámara Alta si estos emiten un informe favorable al texto, como ya han hecho en el Congreso.

En las conversaciones informales con los periodistas que se suelen suceder en los pasillos del Congreso, algunos dirigentes conservadores incluso alentaban a esa ruptura en evidente tono irónico ante la improbabilidad de que tal cosa ocurra, dado que de materializarla el que más perdería sería el partido de Abascal. Otros dirigentes del PP creen que solo se puede amenazar a quien “se siente amenazado”. Y “el PP no lo está”, afirman.

El pasado día 21 se escenificaba otro intento del PP de desmarcarse de la hiperbólica manera de actuar de los de Abascal, con el que el gallego ha evitado hacerse la foto en alguna de las concentraciones en las que han coincidido, como la que tuvo lugar el pasado día 18 en Cibeles. Y ese distanciamiento se producía precisamente en el Senado. Allí Vox había registrado una moción en la que pedía iniciar el procedimiento para aplicar la Ley de Partidos Políticos a los independentistas catalanes, instando así a la “ilegalización” de Junts y ERC.

El PP rechazó su iniciativa haciendo oídos sordos a la senadora de Vox, Paloma Gómez, que les pidió “sensatez y sentido común” frente a lo que consideran que es “un golpe de Estado”. “Será imposible un camino para la convivencia con quienes se consideran superiores y no quieren el bien para España”, espetó la senadora. La respuesta le llegó por su homologa del grupo conservador, Yolanda Ibarrola. “El PP estará siempre del lado de la defensa del Estado de derecho, del cumplimiento del ordenamiento y de la defensa de los valores de la Constitución”, aseguró, para lanzar después toda una andanada a sus aliados: “Ustedes buscan un forzado protagonismo, un altavoz que les haga parecer los mayores defensores de España frente al PP. Con su actuación terminan beneficiando a Pedro Sánchez y a sus socios. Nuestro partido ejercerá acciones serias, contundentes y eficaces”, adelantó.

Estas acciones de momento no pasan por presentar querellas por “cohecho” y otros presuntos delitos ante el Tribunal Supremo contra Pedro Sánchez, Carles Puigdemont, Junts y PSOE, así como contra los letrados del Congreso por el informe favorable a tramitar la amnistía, como ha hecho Vox. El partido de Abascal no puede acudir ahora al Tribunal Constitucional al no tener suficientes diputados para presentar recursos ante la máxima institución de la Justicia. Para hacerlo dependen del PP, pero tampoco esta formación le ha invitado a dar paso alguno en ese sentido.

Abascal pide una “coordinación de respuestas” y Feijóo lo rechaza

Además, todos los intentos de Abascal por unir sus fuerzas con los de Feijóo han caído en saco roto. El líder de extrema derecha desveló el sábado pasado que había pedido a Feijóo una reunión para “coordinar una respuesta frente a la amnistía”. Los dos líderes intercambiaron aquel día mensajes por el móvil pero el máximo dirigente del PP no recogió el guante. El lunes siguiente, el portavoz de los populares, Borja Sémper, aseguró que ellos estaban dispuestos a hablar con Vox y con otros partidos sobre la respuesta a la ley de amnistía, pero recriminó a la extrema derecha sus “amenazas”.

Al final fue la secretaria general del partido y hasta esta semana portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, la encargada de descartar tal idea. “El PP tiene su autonomía y, por tanto, es un partido que marca de manera propia e independiente aquellas acciones que decidimos llevar a cabo”, declaró en una rueda de prensa en el Congreso de los Diputados. Gamarra afirmó que su partido iba a hacer “una oposición firme, seria y rigurosa, y sin duda alguna a la altura de lo que España se está jugando”, abundó.

En Vox, sin embargo, desdeñan lo que está haciendo el PP y proclaman a Abascal como el “verdadero jefe de la oposición”. Este pasado jueves la portavoz en el Congreso, Pepa Millán, cargaba con dureza contra sus aliados aunque ya sin amenazarles con romper los pactos. “El PP denuncia este golpe y este atropello, pero luego no actúa en consecuencia, ya que hay dos maneras de enfrentarse a esto: o desde la unidad de la oposición o desde el partidismo”. “Ellos sabrán por qué opción se van a decantar”, afirmaba.

La diputada de extrema derecha lamentaba después que el partido de Feijóo no sea “coherente” con lo que dice y luego hace. A su juicio, está demostrando que está más cerca del PSOE que de su formación. “El PP se pegó la campaña entera tendiéndole la mano al PSOE, con lo que parece que es su opción preferente”. “Nosotros pensamos que ahora tienen la opción de enmendar parte de su error si saben utilizar su mayoría en el Senado, que es a priori el único dique de contención que fácticamente tenemos de frenar el golpe”, zanjó.

Unidad de las derechas en el Parlamento Europeo

Donde sí han coincidido los dos partidos ha sido en el Parlamento Europeo, reunido la semana pasada en Estrasburgo. Ante una cámara semivacía, PP, Ciudadanos y Vox defendieron que la UE actúe ante la amnistía y los pactos de Pedro Sánchez con los independentistas que, a su juicio de los tres partidos, suponen una “violación” del Estado de Derecho. Pero sus exigencias no surtieron el efecto deseado.

En la calle Bambú, sede del partido de extrema derecha, creen que esta ofensiva contra la amnistía les va a dar sus frutos y están decididos a presentarse a todas las elecciones que se convoquen en los próximos meses, entre ellas, las gallegas, con el fin de impedir una nueva mayoría absoluta del PP. El nuevo portavoz en el Congreso de este partido, Miguel Tellado, se apresuraba a replicar a Abascal que no haga “el idiota” recordándole lo que pasó en las elecciones del 23J: “Jugando al ventajismo entre partidos nos estaremos equivocando”, dijo el jueves, en EsRadio.

La última encuesta de Simple Lógica para elDiario.es, realizada entre el 2 y el 13 de noviembre, en plenas negociaciones del PSOE con Junts y justo antes de la investidura, refleja que el PP sería ahora el partido ganador de las generales con el 35,9% de los votos, lo que supone una subida de 1,8 puntos respecto a octubre y 2,8 puntos más que el resultado que obtuvo el 23 de julio, cuando ganó las elecciones con el 33,3% de los apoyos.

Pero Vox, que ya sufría una sangría de votos coincidiendo con la llegada de Feijóo al liderazgo de la derecha, también experimenta ahora una remontada que va en paralelo a su ofensiva en la calle. La estrategia de Santiago Abascal de disputar el liderazgo de las movilizaciones al PP parece haber surtido efecto: el partido pasa del 10,7% al 11,6% en un mes, una subida de nueve décimas. No obstante, sigue aún por debajo de sus últimos resultados electorales y no quiere arriesgarse a cumplir sus amenazas y a romper los pactos que ya cerró con los de Feijóo, por lo que pueda pasar.

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