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El antes y el después de Fikret Alic, la víctima de Ratko Mladic que fue portada de Time

J.T.

Hace 25 años, un prisionero del campo de concentración de Trjopolje (Bosnia) sonrió ante los fotoperiodistas. Esa imagen de un joven bosnio de 22 años, víctima de la guerra de los serbios contra su país, y que estaba casi en los huesos, dio la vuelta al mundo. La publicó la revista Time en su portada del 7 de agosto de 1992. Ahora, ese chico ya tiene 47 años y este miércoles asistió en La Haya, junto a otras víctimas, al juicio en el que se condenó a cadena perpetua a uno de los que le hicieron sufrir a él y a los suyos: el criminal de guerra Ratko Mladic.

El protagonista de las fotografías se llama Fikret Alic. Con la fotografía que le hicieron en la verja del campo de concentración, Alic se convirtió en uno de los iconos de la guerra de los Balcanes que inició el entonces presidente serbio, Slovodan Milosevic. Por eso la lucía él mismo en La Haya en el día del veredicto contra Mladic.

“Nos pegaban con cadenas o porras, y nos torturaban con descargas eléctricas o cigarrillos encendidos”, relató Alic a la revista alemana Stern años después de lograr escapar del campo. Algo que logró infiltrándose entre las mujeres a las que iban sacando de la prisión en autobús. Tampoco le fue fácil. En una ocasión casi le descubren en los controles que hacía el ejército serbio, y en los que volvían a capturar a algunas de estas mujeres para violarlas, como contó él mismo.

Su rostro de este miércoles en La Haya, a sus 47 años, es el de un hombre sonriente que presencia cómo se hace justicia con lo que le pasó. Sin secuelas aparentes. Algo que desmienten los exámenes médicos que le hicieron en Dinamarca, donde recibió asilo tras lograr escapar de Bosnia con ayuda de contrabandistas.

El estado de salud de Alic tras huir del campo era lamentable, como relató la periodista Kate Connolly en The Guardian en 2002. Tenía rotas seis costillas y la mandíbula. No tenía dientes, ya fuese por las torturas o por la malnutrición. También tenía la nariz rota y una fractura craneal, además de 100 cicatrices por puñaladas, cortes y quemaduras. Todo le ocurrió en un campo en el que morían 10 personas al día, como él mismo desveló.

El bosnio llevaba nueve días en el campo cuando le hicieron la foto en 1992. Huyó de allí el mismo año. Seis años después, regresó a Bosnia para ver lo que había pasado, como contó a Stern. Después, llegó su boda y el nacimiento de su hijo, Amir. Atrás quedaron sus ansias de venganza: admitió que quería matar a sus torturadores. Pero el arresto de otro criminal de guerra, Dusko Tadic, le disuadió. Lo que no remitió fueron las pesadillas y el dolor físico tras el calvario que pasó.

Como él apuntó en 2002, el tiempo le curaría, pero las cicatrices permanecerán. Una de ellas podría ser el reportaje que publicó una revista en 1997, en la que rechazaba la veracidad de la foto. En el texto, se decía que aquello fue presentado para que pareciese un campo de concentración serbio en lugar de un centro de refugiados. O que Alic aparecía demacrado por tener tuberculosis. Los responsables de tomar las fotografías ganaron el juicio a dicha publicación, que años después cerró en la bancarrota.

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