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Noche en el museo de los líderes de la OTAN: el guía Boris Johnson, el solitario Draghi y Sánchez como anfitrión del Prado

Boris Johnson frente a 'Las tres gracias' de Rubens.

Toño Fraguas

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Las Meninas comentan animadas la llegada de Justin Trudeau. Las Tres Gracias se ruborizan ante la mirada de Boris Johnson y la Virgen María, abrumada, no puede creer tener tan cerca a Joe Biden. El revuelo que han causado los jefes de Estado y de Gobierno en su visita nocturna al Museo del Prado durante la cumbre de la OTAN era visible en los rostros de los protagonistas de las obras maestras que cuelgan de la pinacoteca madrileña. Se desconoce si el anfitrión, el presidente español Pedro Sánchez, avisó con tiempo a los personajes, que en cualquier caso lucieron sus mejores galas.

En la galería central del museo, los mandatarios dejaron imágenes bastante pintorescas e incluso insólitas. Como la de Sánchez pasando un brazo por encima del hombro al presidente de Hungría, el ultraderechista Viktor Orbán. De su conversación ante las Meninas, solo pueden dar cuenta el propio Velázquez, las niñas y, quizá, el mastín.

¿Compartiría Orbán sus sensaciones al haber cenado la víspera junto Gauthier Destenayal, marido del primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel? El protocolo tiene estas cosas, que a veces sirve para algo y sienta a un presidente homófobo junto a un arquitecto belga casado con un primer ministro.

El entusiasmo de Boris Johnson ha sido loado incluso en las furibundas redes sociales. Fue el único de los 40 líderes que se descolgó del pelotón para apreciar en solitario y con calma las pinturas. El 'premier' británico quizá quería desempolvar sus conocimientos sobre la Antigüedad, esos que cultivó en Oxford en sus años mozos.

En calidad de guía del museo, llegó incluso a hacer ademanes explicativos a quien quisiera escucharlo. Acaso sopesaba cómo luciría alguna de esas obras en el Museo Británico, junto a los otros préstamos (digámoslo en cursivas) que allí se exhiben.

Quien no tuvo tiempo para atender los requerimientos de meninas, obispos, dioses griegos, sagradas familias y naturalezas muertas fue Mario Draghi. Daba lástima ver al primer ministro italiano alejado del grupo y pegado al telefonino. Casi como un escolar castigado, en este caso por la actualidad política italiana. Tuvo Draghi que volar a Italia de urgencia y, como en los buenos castigos de antaño, se quedó sin cenar.

Esta cumbre pasará a al historia por ser de las primeras sin restricciones por la pandemia, ni mascarillas ni distancia de seguridad. Macron y Biden se lo tomaron a pecho. Tanto el francés como el estadounidense se entregaron de lleno al contacto físico, los besos, el agarre (rozando la palpación médica). Hay a quien ha sorprendido la sensualidad de los mandatarios: abrazo va, abrazo viene... la unidad de Occidente frente a Rusia ha quedado inmortalizada incluso en abrazos colectivos, de esos que recuerdan a un equipo de baloncesto en un tiempo muerto.

El Gobierno español está tan satisfecho y Pedro Sánchez ha ganado tal proyección internacional y tal esponjamiento, que en la imagen en la que se le ve charlando con músicos de la Orquesta Sinfónica de Kiev, que amenizó la velada, no queda claro si les está aconsejando cómo sujetar el violonchelo.

A la hora de cenar, los grupos se separaron, una buena táctica para echarse de menos. Los que cortan el bacalao (el chef José Andrés incluyó hábilmente este pescado en su menú 'Sabores de Madrid') cenaron en el Claustro de los Jerónimos. Fue una cena de trabajo; por eso dejaron que los consortes se divirtieran en la Sala de las Musas.

Las primeras damas y primeros caballeros presenciaron una performance sobre la guerra de Ucrania, un entretenimiento algo bajonero para una cena de alto copete; pero se conoce que a estas alturas de la cumbre, hasta las musas se han quedado sin ideas.

Finalizada la velada, recogidas y limpias las estancias, el silencio volvió a reinar en el noche del museo. Los personajes de los cuadros pudieron, entonces, comentar la jugada.

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