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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

El día que fui campeón

Voley

Mariano Cuesta

Siempre me gustó el deporte. A pesar de mis evidentes dificultades, he sido y soy un enamorado del deporte. Cuando era pequeño jugaba al fútbol, porque era a lo que todo el mundo jugaba. Era muy malo, la verdad, porque claro… con este estilo tan original de andar… cualquiera atinaba a darle a la pelota, y si contamos con que no corría mucho…. La cosa es que probé también con el tenis y bueno, seguía sin correr mucho, pero de vez en cuando le daba. Hasta que llegué a Sevilla y empecé a jugar a algo que no había jugado antes: Voleibol. En realidad jugaba en casa, pero no en plan más serio.

En el colegio donde estudiaba tenía mucha tradición y unas instalaciones maravillosas para poder desarrollar ese deporte. Todo empezó en los campeonatos del cole. La verdad es que el voley siempre se me dio bien. Tenía fuerza y reflejos, aunque no tuviera mucho físico. Es verdad que no saltaba mucho, pero era un jugador bastante decente. El voley es un deporte al que hay que echarle horas, aparte de ser técnico hay que tener reflejos y bastante físico. Yo no tenía esto último salvando la fuerza y los reflejos, pero yo era bastante técnico y le echaba muchas horas. Recuerdo tener una pelota y jugar al frontón con ella, machacando saques, probando cosas nuevas, quería formar parte del equipo y no desentonar. Nunca he llevado muy bien sentirme fuera de los grupos y esta vez era mi oportunidad de ser parte del grupo. La verdad es que los equipos en los que participé eran bastante buenos y yo era parte de ellos. Me gustaba mucho porque no entendíamos muy bien y jugábamos bastante. Así que los sábados por la mañana íbamos a jugar el campeonato del cole y ganábamos muchos partidos. Yo, particularmente, recuerdo dos. La final que ganamos en segundo de BUP al equipo favorito y luego otra de la que aún guardo la medalla. 

A lo mejor pensáis que qué tiene que ver esto con los retrones… pero a mí me parece interesante contar sensaciones con respecto a lo que siento y he hecho durante mi vida, porque todo, de un modo u otro, ha pivotado sobre la discapacidad. Y es jodido ver cómo mucha gente, o al menos esa es la primera impresión, hace ciertas cosas sin ningún esfuerzo, pero a mí me costaba muchísimo no desentonar. Hay que echarle muchas horas y ganas, pero a mí a eso no me gana nadie. Cuando uno persigue algo hay que luchar, hay que demostrarse a sí mismo que va a luchar, no sabemos si lo podremos conseguir, pero al menos dejarse la piel en el intento.

El voley me ha dado muchas horas de felicidad, mucho sudor y algunas lágrimas. Cuando entré en el equipo del colegio, para representarlo, fue un gran mérito y me sentí muy orgulloso, pero los entrenamientos eran muy duros y sobre todo algún pelotazo en la cara que me dejó más tonto de lo que estoy, que ya es decir. 

Hay deportes que hacen que la vida tenga momentos intensos y que, después del sufrimiento, deja una capa de satisfacción por el trabajo bien hecho, por querer ser mejor cada día. Y eso es una filosofía de vida, no sólo aplicada al deporte.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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