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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Todo muy normal

Un grupo de niños juega en el patio del colegio

Nuria del Saz

Paseando por el barrio de mi marido, solemos cruzarnos con un tipo singular, que siempre siempre nos saluda al paso. “¡Adiós, Rafa!” le dice. “¡Adiós, Manuel!”, le responde él. Es lo que llamaríamos un tipo raro. Ambos fueron compañeros de colegio en los ochenta. Hoy ese chico sería lo que se conoce como un alumno con necesidades especiales. Entonces, sencillamente era un niño raro, al que los compañeros excluían. Raro, tal vez. Educado, sin duda. Manuel fue quedándose solo, cuando los chicos van formando sus grupos y el que se sale de la norma queda apartado. Mi marido, que percibía cómo su compañero de clase se iba quedando al margen, le llamaba para jugar al ordenador. Pasaron muy buenos ratos frente a las pantallas de los ochenta.

Ahora, cuando se cruzan por la calle, alguna vez se paran e intercambian cuatro frases. Otras veces, se saludan al vuelo. Casi siempre, cuando ya nos separamos, solemos reflexionar acerca de esas personas a las que calificamos de raras o singulares, que, sin embargo, demuestran mejor comportamiento que otras a las que se les presupone una normalidad.

El otro día nos volvimos a cruzar con el tal Manuel. Nuestras hijas nos preguntaron quién era. Le contamos que un antiguo compañero de clase de papá. Un niño al que el resto le daba de lado. La más pequeña refirió que era muy educado. Así es. Manuel siempre saluda. No rehúye la mirada por que tenga prisa, no te mira sin verte como hace la mayoría de la gente que se tiene por normal. Sí, porque eso hace la gente que se cree que es normal, escudarse en sus prejuicios, en su pereza, en sus prisas, o en cualquier excusa para no comportarse como una persona normal. ¿Se reconoce?

Y es que con la discapacidad se produce un postureo indecente. Con todas, en general, pero con la intelectual en particular. Por ejemplo, todos apoyamos el día del Síndrome de Down, poniéndonos un calcetín de cada color –así participamos de la tendencia. El día del autismo compartimos vídeos para visibilizar a estas personas. Que es necesario, sí, que estas iniciativas no son estériles, también, pero ahí acaba nuestra aportación inclusiva. Nos ponemos los lacitos que sean precisos para adherirnos a la causa de la inclusión, porque ¿quién puede no estar de acuerdo con algo tan noble?

Pero, a renglón seguido, en esos corrillos que se forman a las puertas de los colegios, nos quejamos de que el ritmo de la clase se ralentiza, por ese alumno con necesidades educativas especiales, o no fomentamos la relación de nuestros hijos con esos otros hijos diferentes. No pongan esa cara de no haber roto un plato que, cuanto menos, lo ha pensado y ya se sabe que se peca de pensamiento, obra u omisión. Los colegios tienen que establecer dinámicas de juego a la hora del recreo porque esos niños, sistemáticamente, se quedan solos si el juego es libre. Y conforme crecen, sus padres constatan cómo dejan de invitarles a cumpleaños y nunca son elegidos para ir a merendar a casa de algún compañero de clase, como sí le ocurre al resto. De hecho, cuando los padres toman la iniciativa de cursar invitaciones personales, para que su hijo especial comparta tiempo de ocio con “los amigos”, a menudo reciben respuestas amables declinando la invitación o, en el mejor de los casos, se aceptan una sola vez. Todo muy normal.

Y no, no vale escudarse en que los niños a cierta edad ya van escogiendo a sus amigos… Si le doy a elegir, mi hija puede que elija, pero mi labor como madre es enseñarle a ver aquello que sola no acierta a comprender.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

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