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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Otras Voces: Riéndonos del gordo

Mary Carmen Bozal

Mary Carmen Bozal (@MaryCarmen_B) es comunicadora de moda, community manager y bloguera. Ah, también es gorda. En este post nos habla de ello.@MaryCarmen_B

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Mi vida, desde que yo recuerdo, ha estado marcada por mi sobrepeso. Siempre he estado gorda. Sí señores, no se lleven las manos a la cabeza: la palabra gorda existe, las mujeres están gordas y los hombres están gordos cuando les sobra peso. Me niego a estar fuertecita, redonda, maciza, gordita, grande... Así podría estar días. Yo soy gorda.

Según la RAE, “gordo” es: 1. adj. De abundantes carnes. Y vale, nada dice de insulto o término despectivo, igual que el que es rubio o moreno. El primer paso para hacer la vida más fácil a los gordos es aceptar que esa palabra no es tabú. Igual algún día busco alguna, como hicieron Pablo y Raúl con la palabra “retrón”, de momento gracias a nuestro rico castellano tenemos la palabra gordo.

Ser gordo a diario es complicado. Subirse al autobús y sentarse es una odisea: o subes medio culo a la ventana o dejas medio culo en el pasillo. Si no, tienes que ver como tu compañero de asiento se acomoda en el hueco que le dejas. Acercarse a la barra del bar a tomar algo y querer sentarse es muy difícil también. ¡A mí se me caía el culo por los dos lados de la silla!

Entrar a una tienda es caso aparte. Las dependientas te miran por detrás y cuchichean. “¿Dónde irá ésta?”, piensan. A muchas no les cabe en la cabeza que a lo mejor tengo amigas delgadas a las que quiero regalarles unos vaqueros.

Los gordos lo tenemos un poco peor que los cascaos para según qué cosas. Porque es políticamente incorrecto reírse de un cascao, pero de un gordo... no tanto. Procuras que no te oiga el gordo en cuestión, pero no te sientes mal por hacerlo. En mi infancia, había quien se metía conmigo en clase y yo sonreía y pasaba del tema. Siempre me consideré más inteligente que ellos, pero lo que de verdad me dolía era que se rieran. ¡Eso era lo que me dolía! Y los profesores con un chisssst lo arreglaban... Todos en clase hemos vivido esa situación, pero imaginad que fuera una chica en silla de ruedas. No creo yo que ante la broma “Jajaja, venga fulanita, ¡corre, corre a por el bocadillo!”, el resto de la clase estallase en carcajadas.

Ser gordo imprime carácter, hay que saber pasar por encima del resto. Por ejemplo, de entrevistadores simpáticos que te recuerdan que en el perfil del puesto ofertado (para un trabajo de secretaria, señores, no de stripper) ponía “imprescindible buena presencia” (yo de siempre he tenido una muy buena presencia, acostumbro a ducharme y vestir acorde a la situación). Recuerdo un casting en el que fui rechazada antes siquiera de oírme cantar porque no iba a poder vestirme como la compañera de grupo. ¡Cómo iba a llevar la gorda de los coros la misma ropa que la jamona de turno!

Igual un día la sociedad cambia y de repente el estereotipo Boticelli Rubens vuelve a nuestras vidas y los anuncios se llenan de orondas muchachas anunciando perfumes. Hasta entonces, lamentablemente, seguiremos riéndonos del gordo un poco más que del cascao, porque iremos un poco menos al infierno.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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