El Teatro de la Maestranza recibe a ‘La Sylphide’, el ballet romántico donde la fuerza queda disimulada por la ligereza

'La Sylphide' llega al Teatro Maestranza. Foto: Alba Muriel

Alejandro Luque

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La Compañía Nacional de Danza regresa a Sevilla, en concreto al Teatro de la Maestranza desde mañana jueves 11 de enero y hasta el sábado 13 de enero con su versión de La Sylphide, el ballet “romántico por excelencia”, según el director del coliseo, Javier Menéndez, en la versión coreográfica de August Bournonville y tras un triunfal estreno en Madrid. A la cabeza del elenco se encuentra el director artístico, Joaquín de Luz, quien asegura que es un “gran placer” actuar de nuevo en la capital hispalense con una propuesta que el pasado mes de diciembre llenó durante diez días el Teatro de la Zarzuela.

“Esta es una ciudad llena de magia, en la que muchos bailarines de mi generación empezaron”, ha comentado De Luz al inicio de su encuentro con la prensa. “Recuerdo cuando hicimos El amor brujo de Víctor Ullate con el teatro recién inaugurado. Es una de nuestras casas”.

Sobre la obra que trae esta semana al Maestranza, subraya que se trata de “un ballet icónico, que se exhibe en las mejores compañías del mundo. Para nosotros era un reto importante abordar un título a la vez tan complejo y tan sencillo, porque a veces lo sencillo es lo más difícil”, afirma. Un desafío que ha podido afrontar gracias a una compañía que “actualmente tiene un gran nivel, como ha quedado demostrado en Madrid, donde la recepción ha sido increíble. Me parece importante que el público sevillano y español pueda ver estos ballets”.

El bien y el mal

La Sylphide  refleja el eterno enfrentamiento entre las fuerzas del bien y del mal, la persecución de la pureza y la imposibilidad del amor más puro y bello, con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en el foso y el director Daniel Capps en el atril, quien materializará en el aire del Maestranza la partitura de Herman Severin Løvenskiold. El relato nos cuenta la historia trágica de la etérea sílfide -el espíritu del bosque o el símbolo del amor puro e inalcanzable- que desata el amor eterno con el granjero James hasta que la bruja Madge, despechada porque previamente había sido rechazada por James, los persigue proyectando una maldad horrible sobre una pareja que era la inocente encarnación del amor y la belleza.

Estrenado por el Royal Danish Ballet en Copenhague en 1836, el libreto original de La Sylphide es obra de Adolphe Nourrit, pero fue transcrito por Augut Bourneville en el citado año, y esa es la versión que ha decidido adoptar la Compañía Nacional de Danza. “Hay una escuela de París, una rusa, una cubana… Y hay una escuela danesa, que en este caso se caracteriza por un gran trabajo de batería y saltos, que exige una gran fortaleza de los bailarines pero también ligereza, o como ellos mismos dicen, ‘bailar como si te tomaras un café’”.

“Confieso que yo solo he bailado esa”, prosigue De Luz, “y creo que es la versión más directa hacia el público. Otras versiones se me escapan un poco, mientras que esta en cambio está recogidita, la historia está muy hilada, posee una dramaturgia muy bien hecha…. Y la conozco muy bien. La primera toma de contacto que tuve con esta obra fue hace 17 años, en Hungría, y la última hace 15 días. La conozco un poco”, ríe.

Un libreto humanizado

A su lado, dos de los bailarines principales, Yaniel Gómez y Yaman Kelemet, también han explicado las exigencias de llevar a escena La Sylphide. “Todo se desenvuelve entre el amor y el desamor. Al principio es difícil, es una obra que nos exige un rol, bailar sin mucha pantomima, pero a la vez actuando… No estamos acostumbrados a hacer eso y ni siquiera es fácil de explicar”, comenta Gómez, mientras que Kelemet define esta creación como “un sueño, que hay que trabajar con un estilo muy específico, encontrar esa manera única de hacerlo. Yo tengo muchos saltos, y a la vez tengo que bailar sin peso, reflejar la ingravidez… No, no es fácil, pero al final se disfruta”.

Para Joaquín de Luz, la clave de la versión de Bourneville es que “humanizó” el libreto original. “Los ballets clásicos dan a menudo la sensación de que hay que desempolvarlos, actualizarlos un poco. Y eso es precisamente lo que hizo Bourneville, después de que él lo abordara la pantomima se entiende mejor, los personajes se humanizan, de hecho es el único ballet de Bourneville donde se usa la fantasía. Definitivamente, le quitó el polvo”.

Sobre la aportación de Capps, De Luz afirma que “es un gran profesional especializado en danza, con un entendimiento de este arte muy práctico y positivo. Y además es una persona que se deja el ego en casa cuando sube al podio, pero tiene un compromiso muy lógico y muy honesto con su trabajo”.

Por último, Joaquín de Luz, quien tiene contrato hasta el próximo mes de agosto al frente de la Compañía Nacional de Danza,  se ha referido a la más que probable influencia de la escuela bolera española en la danza danesa. “Estoy seguro de que Bourneville se inspiraba en los viajes que hacía, y la escuela bolera está ahí, lo que pasa es que nosotros éramos más chulos y teníamos las castañuelas”, ríe. “Pero sí, la técnica Bourneville es muy similar a la escuela bolera, y viceversa”. 

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