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De Katowice a París: el cambio climático y los “chalecos amarillos”

De Katowice a París: el cambio climático y los "chalecos amarillos"

EFE

Berlín —

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El concepto de “transición justa” ha irrumpido en la Cumbre del Clima (COP24) de Katowice (Polonia) como la fórmula fetiche para lograr la sostenibilidad minimizando costes sociales y económicos, un ideal difícil de llevar a la práctica como lo demuestran las protestas de los “chalecos amarillos” en París.

Una semana después de los mayores disturbios en años en la capital francesa, y con una nueva protesta masiva anunciada para hoy, las a menudo abstractas disquisiciones de los negociadores de la Cumbre del Clima se entremezclan estos días con la cruda realidad a pie de calle.

Las protestas por una nueva subida de los impuestos a los carburantes -que hace una semana acabaron en una batalla campal en París con un muerto, 263 heridos y 412 detenidos- han hecho dar marcha atrás al presidente francés, Emmanuel Macron, uno de los adalides globales de la lucha contra el cambio climático.

Las manifestaciones de los “chalecos amarillos” son una muestra palpable de que avanzar hacia una economía descarbonizada y sostenible tiene un evidente coste económico y social, un problema que se debe afrontar e incluir en el debate climático.

El término “transición justa”, que ya se incluyó en el Acuerdo de París de 2015 y que se empleaba ya desde hace años en estos debates, ha cobrado una inusitada actualidad en Katowice.

El presidente de la COP24, Michal Kurtyka, aseguró que es tarea de los gobiernos “asegurar un cambio estructural justo” que permita “proteger el clima y a la vez mantener el desarrollo económico y el empleo”.

Esto implica tener especialmente en cuenta a los colectivos vulnerables y a los damnificados por la necesidad medioambiental de recortar las emisiones y la subsiguiente reconversión industrial.

Hay millones de trabajos y regiones enteras en peligro si se cierran minas y centrales térmicas, o si la industria automovilística global opera una radical reconversión para abandonar los coches con motores a explosión por sistemas eléctricos.

El responsable del programa de Clima y Energía del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Manuel Pulgar-Vidal, consideró “inevitable”, en declaraciones a Efe, abandonar los combustibles fósiles, pero agregó a continuación que los gobiernos deben incluir “consideraciones sociales y mecanismos de transición justa”.

“Si no, vamos a tener este tipo de reacciones de la sociedad”, dijo en referencia a las protestas de los “chalecos amarillos”.

A su juicio, el climático es un debate no sólo de la política, también de la ciudadanía y los ciudadanos deben presionar, pero también asumir su compromiso.

No obstante, recalca este exministro peruano de Medio Ambiente, hace falta equilibrio y proporcionalidad: “obviamente no pueden cargar los ciudadanos con todo el peso del cambio”, los costes de la transición “tienen que ser compartidos”.

La cuestión, como muy frecuentemente sucede en las negociaciones sobre el cambio climático, está en los matices, en cómo se articula un concepto ampliamente aceptado para que su implementación siga generando consenso.

En Katowice se perciben diferentes sensibilidades a este respecto, con los grupos ecologistas y algunas economías avanzadas de un lado y muchos países en vías de desarrollo del otro.

Los primeros consideran que se puede avanzar rápido en la transformación, optimistas porque creen que los trabajos suprimidos en sectores contaminantes serán sustituidos por otros “empleos verdes” de alto valor añadido en sectores emergentes como el de las energías renovables.

El segundo bloque, con Polonia a la cabeza, aboga por asegurar el crecimiento económico y el empleo al avanzar en la transición ecológica, lo que evidentemente ralentiza un cambio que los últimos estudios científicos exigen que sea inmediato y a gran escala.

En este contexto, 45 países del segundo grupo adoptaron esta semana en la COP24 la Declaración de Silesia sobre Solidaridad y Transición justa, impulsado por Polonia, cuyo importante sector carbonífero cubre el 80 % de sus necesidades energéticas.

El texto subraya que el cambio climático es uno de los mayores retos presentes, pero destaca que “en primer lugar es necesario asegurar la seguridad social de los trabajadores cuyos trabajos van a ser eliminados o transformados”.

Juan Palop

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