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ENTREVISTA Paleogenético

Carles Lalueza-Fox: “A nivel global el mundo ha mejorado, pero dentro de las sociedades la desigualdad es extrema”

Carles Lalueza-Fox en Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.

Daniel Sánchez Caballero

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La última década ha revolucionado la paleogenética y con ella, varias ideas que teníamos muy asentadas acerca del pasado. A partir de hallazgos hasta hace poco impensables, el investigador del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y actual director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (MCNB), Carles Lalueza-Fox, redibuja en su último libro, Desigualdad (Crítica) la visión que teníamos sobre cómo se conformaron las sociedades actuales.

“Ahora podemos interrogar a las personas que vivieron aquellas épocas”, subrayará varias veces a lo largo de la entrevista sobre el nuevo paradigma. En Desigualdad, Lalueza-Fox explica que la mayoría somos descendientes de las personas que estuvieron en el lado bueno de la desigualdad, que esta ha estado presente en toda la historia y que como mucho lo que hace es mutar, aunque añade que en su opinión es más social que biológica, lo que quiere decir que es (en teoría) modificable. Pero también advierte: “La sociedad ha mejorado en global en los últimos centenares de años, ha salido de la pobreza más gente en las últimas décadas que nunca antes. Lo que ocurre es que dentro de las sociedades, la desigualdad se ha vuelto extrema”.

Desigualdad es más que un libro científico. Está trufado de referencias a economistas, historiadores, filósofos o artistas y todo tipo de investigadores –incluso sale un primatólogo– que ayudan a conformar una visión global de las cuestiones del pasado que aborda. De cara al futuro, este paleogenetista, reconocido como uno de los mejores del mundo en su campo, asegura que tiene “muchísimos datos” de los últimos 2.000 años en Europa que estudiar y su siguiente objetivo, como director del MCNB, es trasladar estas técnicas al estudio de especies en peligro de extinción.

¿Qué intenta aportar con este libro?

El libro se basa en los resultados de la paleogenética humana desde hace diez años, porque todo esto era imposible antes. Aunque estos estudios inicialmente se basaron en la reconstrucción de las migraciones del pasado, al cabo de un tiempo de participar en ellos me di cuenta de que también nos informaban de aspectos sociales de estas poblaciones y cómo estos reflejaban la desigualdad en el pasado. La genética está imbricada en la desigualdad, que es la transmisión hereditaria de la riqueza. Esto es muy característico de la especie humana. Esta imbricación entre reproducción, riqueza, estructura social, es lo que nos permite entender de forma compleja cómo la desigualdad se estructura en el pasado y sobre todo, quería mostrar cómo modela las sociedades actuales. Nosotros somos el producto de esta desigualdad, que nos ha modelado genéticamente.

Tenemos ahora más desigualdad que nunca en la historia de la humanidad, según economistas como Picketty. Hay gente cuya riqueza son 500.000 millones de dólares, una cifra que ni podemos concebir

Toda esta información que se está recopilando ahora supone mirar hacia atrás. ¿Servirá también para mirar hacia delante? ¿Puede tener una utilidad a futuro?

Ha habido la constatación a nivel histórico de que los episodios que han disminuido la desigualdad en el pasado siempre han sido episodios catastróficos: grandes pandemias indiscriminadas, revoluciones, guerras, colapsos de civilizaciones... No queda claro en la Historia si son mecanismos que operan cuando se alcanza un cierto nivel de desigualdad que llega a ser insostenible. El mensaje pesimista es que tenemos ahora más desigualdad que nunca en la historia de la humanidad, según economistas como Picketty. La desigualdad que tenemos ahora es inconcebible. Hay gente cuya riqueza son 500.000 millones de dólares, una cifra que ni podemos concebir.

Pero el mensaje relativamente optimista es que no estamos en la situación en que estaban en el pasado. Para empezar, tenemos la opción de interrogarnos y conocer la magnitud de esta desigualdad. No la tenían antes, pero probablemente gracias a la globalización también tenemos mecanismos para corregirla a una escala global. No tiene por qué ocurrir lo que ocurría en el pasado, con mecanismos catastróficos que disminuyeran esta desigualdad. Puede ser algo que podemos pautar y manejar y consensuar socialmente. Los mecanismos de cómo hacerlo ya escapan a mi conocimiento.

¿No resulta contraintuitivo afirmar que hay más desigualdad que nunca? No creo que nadie se cambiara por una persona de su misma clase social de la Edad Media.

Como argumenta Steven Pinker, la sociedad ha mejorado en global en los últimos centenares de años. Ha salido de la pobreza más gente en las últimas décadas que nunca antes. Lo que ocurre es que dentro de las sociedades? la desigualdad se ha vuelto extrema. Pero a nivel planetario es cierto que ha habido un progreso económico.

¿La paleogenética y los avances tecnológicos están cambiando las ideas que teníamos acerca de cómo se configuraron las sociedades actuales?

Creo que sí. Hace unas décadas, en el ámbito de la arqueología había un pensamiento generalizado de relativizar las migraciones, porque tenían una connotación negativa tras la Segunda Guerra Mundial y se tendía a pensar que cuando se adivinaban cambios en horizontes culturales se debía más a la llegada de las ideas que a las personas. Ahora que hemos podido analizar directamente a las personas, vemos que no, que que las migraciones en el pasado han sido un fenómeno prevalente y frecuente, repetido.

Todo lo que estamos averiguando desde un punto de vista arqueológico, sin esta información, es especulativo, pero ahora podemos interrogar a gente que vivió en el pasado. Gente anónima, que no deja huella en la historia, y podemos comprender las historias de sufrimiento y desigualdad que han conformado las sociedades. Por ejemplo, podemos conocer el sexo genético de restos no diagnósticos (como un diente) o conocer las relaciones de parentesco en una determinada necrópolis donde se observa a varias personas enterradas en sepulcros de piedra esculpida al lado de gente enterrada en muros con otros en el suelo. Arqueológicamente no se podía saber si eran familiares o no, ahora se puede constatar. Es una visión revolucionaria del pasado.

¿Hay algún hallazgo reciente específico que le haya llamado especialmente la atención?

Varios. En el libro hablo de un enterramiento del paleolítico superior, Dolní Vêstonice, en la República Checa. Es un enterramiento triple que cuando yo estudié se suponía que el individuo del medio era una mujer flanqueada por dos hombres. Se especulaba con un posible triángulo amoroso... era un misterio. Pero cuando se analizó genéticamente, se vio que eran tres hombres. Sigue siendo un misterio [se ríe], no sabemos qué significa, aunque algo significaba para ellos, pero un pequeño dato genético que es trivial cambia la visión que tenemos del pasado, de un yacimiento en este caso.

El otro ejemplo típico en la Península Ibérica es el que publicamos en 2009, que fue controvertido pero luego fue confirmado con centenares de muestras más, en la Edad del Bronce, cuando llegó la gente de las estepas y hubo una sustitución total de los cromosomas paternos ibéricos hace entre 4.400 y 4.000 años. En el registro arqueológico esto no se había detectado un cambio a esta escala.

No estoy excesivamente de acuerdo con que la desigualdad sea el peaje que hay que pagar por el progreso, pero sí veo una correlación muy clara: más desigualdad, más progreso

Todos estos conocimientos de mezcla de poblaciones entiendo que cierran de una vez, si no lo estaba ya, el argumento de la pureza de la raza que defienden algunos.

Le dan una nueva visión. Tú puedes estudiar una población y su composición genética actual y si no tienes los referentes antiguos, es muy difícil discernir que son varios componentes. Antes no se podía hacer. Ahora tenemos genomas de cazadores recolectores, de los primeros agricultores, tenemos estos referentes. Y cuando lo hemos mirado, hemos visto que todas las poblaciones europeas tienen estas tres capas de ancestralidad superpuestas, como un pastel. Varían en frecuencia, pero todas las tienen. Es muy difícil argumentar que una población sea excepcional en un sentido genético cuando comparten estos niveles superpuestos. Esto sin los referentes antiguos es mucho más complicado discernirlo.

La desigualdad ha moldeado la sociedad: esta es una idea que permea todo el libro. ¿Qué significa esto?

La primera, obvia, es que tenemos más posibilidades de ser descendientes de los que practicaron la desigualdad que de sus víctimas. Pero después, cuando miramos las sociedades, encontramos estos sesgos en cada migración que hacen que algunas ancestralidades prácticamente desaparezcan o queden residuales, otras dominen, etc. Esto significa que las poblaciones de después del Neolítico han dejado como residual la anterior y además, lo hacen con un sesgo. Muchas realidades han llegado mayoritariamente a través de un componente masculino que se ha impuesto a un componente local femenino. Esto significa que ha modelado las poblaciones. Cuando miramos las poblaciones americanas –un ejemplo típico porque es muy reciente y fácil de discernir porque son tres continentes que entran en contacto [Europa, América y África]–, encontramos que el aporte de cada sexo y continente a la formación de las poblaciones americanas es completamente diferente. No está hecho a partes iguales. Encontramos hombres europeos que han tenido descendencia con mujeres nativas americanas o africanas. No es una mezcla al 33%, no está balanceada.

Una idea que sostiene en el libro, que tiene mucha lógica si se piensa detenidamente pero a la vez creo que rompe con algunas ideas preconcebidas, es esta doble idea de que por una parte somos herederos todos de unos pocos varones, pero que las mujeres son las responsables de la diversidad genética.

Es algo contraintuitvo, pero el marcador genético más afectado por la desigualdad a lo largo de la historia es el cromosoma paterno. Algunos se expanden hasta convertirse en mayoritarios entre una población y otros desaparecen cada vez que el hombre no puede tener descendencia. Pero si este patrón ha sido así a lo largo de miles de años; también podemos sostener que las mujeres han contribuido más a la diversidad genética actual que los varones, cuya contribución es muy fluctuante.

En el libro se lee (no dicho por usted): La desigualdad es el peaje que hay que pagar por el progreso”. ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿Es un mal inevitable?

No estoy excesivamente de acuerdo, pero sí veo una correlación muy clara: más desigualdad, más progreso. La desigualdad probablemente tiene esa posibilidad de que haya excedentes de riqueza que puede dedicarse desde a la cultura hasta las inversiones tecnológicas (muchas veces relacionadas con la mejora de armamento). En ese sentido, es posible que sea así, pero como mensaje positivo creo que puede haber progreso sin desigualdad.

En el libro afirma que hasta la propagación de las lenguas en el pasado también está marcada por la desigualdad. ¿Cómo es este proceso?

No siempre se cumple, pero creo que el ejemplo más interesante es el de la familia de las lenguas indoeuropeas, prevalente en Europa. Se suponía que tenía una antigüedad de unos 10.000 años porque se asociaba a lo que trajo un gran cambio, que es la agricultura. Pero los estudios genéticos descubrieron (hace solo diez años) el gran cambio cultural que hubo hace 5.000 años, cuando llegaron los nómadas de las estepas desde el Este de Europa. Este cambio es tan dramático, casi de la misma escala que el anterior, que es más lógico suponer que también lleva asociado un cambio en las lenguas que se hablan. Creo que esto está ampliamente aceptado. Es un cambio de paradigma de la última década y gracias a los estudios paleogenéticos en algo que en realidad es especulativo, pero tiene toda la lógica del mundo.

Bueno, casi todo el estudio del pasado tenía una parte especulativa, ¿no?

Sí, pero con la genética estamos interrogando a gente que vivió aquellos episodios. Yo no digo que la genética sea una forma única de mirar el pasado. Hay que relacionarlo con otras disciplinas, pero tengo la esperanza de que proporcione una visión más objetiva, también más compleja sin duda, de los acontecimientos que sucedieron.

¿Esta objetividad que trae la paleogenética puede desplazar a otras disciplinas?

Yo soy conocido por haber abogado desde el principio por que esto es una posibilidad de un mayor entendimiento entre disciplinas. Lo he publicado. Las cosas se pueden ver como una agresión o como una oportunidad. Creo que esto es una oportunidad y las otras disciplinas deberían verlo así. A nivel de estudios universitarios, encontraría lógico que se explicara cómo interpretar la información genética en los estudios del pasado, por ejemplo.

El libro también habla del futuro y en este sentido estamos en un momento quizá crucial con la irrupción de la edición genética, con herramientas como CRISPR, que permite la edición genética en humanos. ¿Va a cambiar nuestro futuro? ¿Se mirará dentro de unos años a este momento como un tiempo de cambio de paradigma?

Podría ser perfectamente. Ahora mismo hay un consenso social de que es posible aplicar la edición génica a corregir enfermedades mortales o que llevan un gran sufrimiento. Por ejemplo, esta semana se ha iniciado un ensayo para corregir un tipo de anemia que hace que la gente muera muy joven. Esto va progresando a lo largo del tiempo. Fácilmente, una persona de recursos podría querer editar su propio genoma para eliminar mutaciones que afecten a la longevidad. De aquí a unas décadas, igual la gente poderosa se ha editado el genoma para vivir más años. Es una especulación, pero técnicamente es bastante factible.

Y esto perpetuará la desigualdad.

Lo que nos explica la historia es que la desigualdad sigue existiendo pero cambiando de forma. Probablemente adopte formas menos perceptibles [que en el pasado], pero seguirá habiendo desigualdad porque la gente en la época de la globalización no se cruza al azar, buscando su media naranja por el planeta, se busca un determinado patrón socioeconómico para reproducirse. Son mecanismos muy sutiles, poco visibles, como explico con los estudios de apellidos, que es sorprendente. Centenares de años después, los apellidos de la nobleza, en sitios donde no existe la nobleza, siguen cobrando más que los apellidos de los que acaban en 'son', como Eriksson. Hay mecanismo sociales que están operando actualmente imbricados en la desigualdad. Creo que son más sutiles que antaño.

Usted defiende que estos mecanismos de desigualdad son sociales, no biológicos.

Mi opinión personal es que son mecanismos sociales, aunque hay quien piensa que puede haber mecanismos biológicos. Para mí es una buena noticia porque se pueden corregir.

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