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ENTREVISTA | Peter C. Gotzsche, investigador y médico

Verdades, mentiras y controversias de otras vacunas que no son la de la COVID-19

Niño vacunándose contra la gripe

Mónica Zas Marcos

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El de las vacunas es un debate poco proclive a matices y posturas intermedias. Al siguiente protagonista le han acusado de pertenecer tanto a un bando como al otro: de ser un negacionista del avance científico, un Judas de la profesión, y de doblegarse ante el discurso de las grandes farmacéuticas. “Como científico que soy, no tomo partido por nada ni por nadie. Lo que hago es estudiar las pruebas y basar mis conclusiones en ellas, sean cuales sean las consecuencias”, defiende Peter C. Gøtzsche, biólogo, médico e investigador danés.

Su libro, Vacunas: verdades, mentiras y controversias (Capitán Swing) ofrece un contexto realista y riguroso sobre inyecciones socialmente aceptadas, como la de la gripe, y otras que se enfrentaron a bulos vertidos desde el mismo gremio científico, como la del sarampión. Como indica el prólogo, Gøtzsche ha encontrado la forma de darle a cada vacuna su propia medicina. “Algunas vacunas son tan beneficiosas que debería ponérselas todo el mundo, mientras que otras deben reservarse para ocasiones especiales”, dice. “Unas cuantas son tan polémicas que muchos profesionales sanitarios se niegan a ponerlas en contra de las recomendaciones oficiales, como ocurre con la vacuna antigripal”.

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Sus declaraciones, valientes para algunos e inoportunas para otros, hay que tomarlas con cuidado a la hora de adaptarlas a la pandemia de COVID-19. Él mismo pide esta cautela. “Lo que escribes en un libro siempre puede ser manipulado por otros. He tratado de expresar lo que muestra la ciencia y dejar claro que los argumentos que usan las personas que reniegan de todas las vacunas van totalmente en contra de la mejor ciencia que tenemos. Es una tontería y es muy, muy dañino. Las vacunas han salvado millones de vidas y todavía lo hacen. Casi todas son buenas y deben administrarse”, aclara a elDiario.es.

Los antivacunas, que el autor prefiere llamar negacionistas “puesto que lo que hacen es negar la ciencia, como quien niega el Holocausto o la llegada del hombre a la Luna”, son un movimiento menor pero ruidoso y, por lo tanto, peligroso. Sin embargo, al otro lado de la balanza sitúa a los defensores de las vacunas, “una denominación demasiado amable para aquellos irracionales que afirman que debemos aceptar todas las vacunas sin rechistar”. Con estos últimos se ha enfrentado directamente, ya sea contra la industria farmacéutica, las publicaciones científicas o las mismas agencias internaciones de medicamentos y de la salud, como la EMA (Agencia Europea del Medicamento) y la OMS.

Después de años trabajando en ensayos y asuntos regulatorios en la industria farmacéutica, y de ayudar a fundar en 1993 el centro Cochrane en Copenhague, una prestigiosa organización que ha publicado más de 10.000 informes sobre daños y beneficios de distintos procedimientos médicos, fue expulsado de esta última precisamente por contradecir su revisión de la vacuna del virus del papiloma humano (PVH). Con otras críticas ha sufrido el acoso de las farmacéuticas. Y, aunque él mismo ha publicado en las “cinco grandes” revistas científicas, entre ellas The Lancet o BMJ, reconoce que “muchos ensayos y artículos sobre la industria son demasiado acríticos y en ocasiones han provocado desastres de salud pública y muchas muertes”.

El modelo de negocio de las farmacéuticas recae en el crimen organizado, y el fraude es una práctica habitual en los ensayos clínicos y en el marketing

En el punto de mira: gripe, PVH y sarampión

Una de las afirmaciones del científico danés que más polvareda han levantado es que no cree que “nadie tenga por qué vacunarse contra la gripe”. Que “no es importante”. Gøtzsche argumenta que no hay suficientes evidencias de que reduzca la mortalidad o las hospitalizaciones, y que por tanto “recomendar una vacunación anual de por vida resulta cuanto menos una temeridad”. Además, dice que “la vacuna no protege a la mayoría de las personas de las complicaciones graves de la enfermedad” y que “puede debilitar la respuesta inmunitaria frente a vacunas posteriores”.

Menos vehemente es su su análisis sobre la inyección contra el PVH, la que le valió el puesto en Cochrane, “ya que existen demasiadas dudas sobre sus daños y beneficios”. Sobre todo en los primeros, presentes en algunas niñas que habían sido inmunizadas. En este punto, el biólogo danés acusa a la EMA de confiar en las farmacéuticas ciegamente y de contar con expertos con “conflictos de intereses” en la evaluación de daños. “El modelo de negocio de las farmacéuticas recae en el crimen organizado, y el fraude es una práctica habitual en los ensayos clínicos y en el marketing”, afirma el autor. En ese sentido, explica que las investigaciones se llevaron a cabo sin grupo con placebo (uno de los requisitos para aprobar un medicamento) y que hubo mala conducta editorial en los estudios con animales.

“La controversia contra la vacuna del PVH es un ejemplo típico del choque entre la salud pública y la individual, que también vimos con la vacuna de la gripe. Desde el punto de vista de la salud pública, se puede afirmar que el cáncer de cuello uterino es una enfermedad terrible; que se pueden evitar muchas muertes mediante la vacunación; que los daños son triviales en comparación con los beneficios; y que todas las personas de un determinado grupo de edad deben vacunarse. Pero, como individuos, hay siempre que preguntarse: ¿Qué saco yo de esto? Casi nadie muere de cáncer de cuello uterino”, justifica Gøtzsche, aunque reconoce que sus dos hijas están vacunadas del PVH. Por último, su defensa más vehemente se la lleva el suero contra el sarampión.

“Tras estudiar los hechos, he llegado a la conclusión de que la vacuna contra el sarampión es uno de los mejores inventos de la historia de la medicina”, avanza Gøtzsche en el capítuloque dedica a la enfermedad infecciosa. En él ofrece la historia sobre cómo Andrew Wakefield, un investigador británico, coló en varias revistas de prestigio, entre ellas The Lancet, que la vacuna atenuada contra el sarampión producía tanto autismo como trastornos intestinales inflamatorios. Años antes de publicar había sido contratado por un abogado para desprestigiar la triple vírica. Los mismos intereses económicos parecían mover a Wakefield en el caso del sarampión, lo que finalmente se resolvió en los tribunales y obligó a The Lancet a emitir una rectificación y considerar el artículo “totalmente falso” en 2010.

No obstante, según el autor danés, el paper tuvo consecuencias y dio lugar a una encendida reacción negacionista que se extiende hasta nuestros días y que es el principal campo de batalla de la salud vacunal. En su defensa, sin embargo, Gøtzsche también relata la odisea que fue para él conseguir la fuente de los datos de la OMS, según la cual desde 2000 hasta 2017 se redujo la mortalidad en el 80% por sarampión y se salvaron 21 millones de vidas: “Siempre se deben consultar los datos en los que se basan las recomendaciones oficiales”, dice. Y, aunque no lo consiguió por esa vía, el resto de la evidencia científica que presenta hace que no le tiemble la voz al decir que “todos deberíamos vacunarnos contra el sarampión”.

Apuntes sobre la vacuna contra el coronavirus

Si bien la metodología de Gøtzsche se basa en ir a la raíz de los ensayos de laboratorio y analizar buena parte de la literatura científica que sale sobre una vacuna en concreto, con la del coronavirus no ha podido llegar a tanto. “Hay muchas cosas que no sabemos”, asume. No obstante, su conocimiento sobre otros coronavirus, como el SARS o el MERS, le permiten adelantar con cuidado que “es muy probable que las vacunas reduzcan sustancialmente la mortalidad, pero aún no lo sabemos”.

Sobre si desconfía de alguna farmacéutica en concreto de las que ahora suministran o preparan dosis contra la COVID-19 (Pfizer, Moderna y AtraZeneca), su respuesta es clara: “Esas tres vacunas han sido probadas en miles de personas y han dado resultados muy impresionantes, a pesar de que se puedan criticar cosas en sus pruebas”, explica. Entre los aspectos a mejorar, el investigador destaca la falta de claridad con los efectos secundarios de Pfizer. En el libro, dedica un apartado a los daños graves con o sin vacuna, siguiendo el principio de transparencia que defienden muchos vacunólogos para sortear el miedo, la confusión y el negacionismo.

Es muy probable que las vacunas contra la COVID-19 reduzcan sustancialmente la mortalidad, pero aún no lo sabemos

Mientras que considera que “los medicamentos son un arma de doble filo, la mayoría de ellos son inespecíficos y presentan una amplia gama de efectos secundarios aparte de los pretendidos, muchos de los cuales son perjudiciales”, para él “las vacunas son otra historia totalmente distinta” pues “se trata de compuestos muy específicos dirigidos hacia un microorganismo concreto, solo deben administrarse unas cuantas veces, ofrecen años de protección y es raro que presenten efectos secundarios graves”.

Todo esto no aminora sus dudas –“no sabemos absolutamente nada sobre los efectos a largo plazo”– ni su postura crítica hacia la industria. “Los gobiernos de varios países han otorgado a los fabricantes de vacunas una indemnización legal que protege a las empresas de que los pacientes las demanden por daños asociados a las vacunas. Así, las únicas que han adquirido el 100% de inmunidad son las farmacéuticas. Creo que esto es lamentable y aumenta el riesgo de que se comercialicen vacunas nocivas”, advierte Gøtzsche.

Además, no descarta que el coronavirus se quede entre nosotros como la gripe común, por sus similitudes y por los primeros estudios de la duración media de los anticuerpos. “No es improbable que las personas necesiten repetir la vacunación, pero aún no lo sabemos”, tranquiliza. Durante este tiempo, aconseja tomar con mucho detenimiento las comunicaciones oficiales, las noticias de los medios y hasta los ensayos de las revistas científicas: “Estas publicaciones ganan mucho dinero con anuncios y venta de reimpresiones, por lo que no son independientes de la industria. De hecho, ¡sería más correcto decir que dependen de la industria!”, concluye el biólogo danés.

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