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La cultura de la noche sufre una crisis existencial mientras sus empresarios se declaran “en quiebra”

El mundo de la noche, en el punto de mira

Mónica Zas Marcos

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En Málaga, los empresarios de la noche han amenazado a la Junta con denunciar si aumentan las restricciones al ocio nocturno y, en Barcelona, han convocado una manifestación para pedir un plan de rescate urgente. Se declaran un sector “en quiebra” sobre el que además planea el estigma de albergar los últimos rebrotes de coronavirus que más preocupan al Ejecutivo: Mendillorri, en Pamplona, y Totana, en Murcia, ambos asociados a fiestas en bares o discotecas donde el aforo y la distancia social entre los jóvenes fueron solo una ilusión.

Según los últimos datos de Sanidad, el ámbito social es el primer foco en la escala de rebrotes (32%), registrándose 15 activos con 350 casos asociados. Los empresarios critican que el porcentaje sea mayor en las fiestas y reuniones privadas y que, sin embargo, sean ellos quienes paguen el pato por todos los demás.

“Creemos que cerrar de forma generalizada el ocio nocturno vulnera derechos fundamentales”, declara Ramón Mas, secretario general del gremio de discotecas de Barcelona y presidente de la Federación Nacional de Empresarios de Ocio y Espectáculos. Se refiere a medidas por las que han optado las comunidades autónomas más azotadas en esta segunda ola de COVID-19, como Galicia, Cantabria, Navarra, Aragón, Murcia, Catalunya y Baleares. Algunas con limitaciones de horarios, cierre de pistas y única habilitación de las terrazas y otras -como las dos últimas- con su prohibición expresa.

Los portavoces han ofrecido varios planes sectoriales, muchas veces tumbados por las autoridades competentes, para “abrir con las máximas garantías y que los jóvenes tengan la oportunidad de tener ocio seguro”, cuenta Mas. Entre sus últimas ideas, y conscientes de lo difícil que resulta rastrear un circuito de contactos partiendo de las discotecas, proponen solicitar ciertos datos al cliente en la taquilla de la sala o la venta online de entradas. DNI, nombre y número de teléfono, “siempre respetando la Ley de Protección de Datos”, para ofrecérselos a Sanidad si detectan un brote en su local, una medida que ha adoptado Castilla-La Mancha.

El ocio nocturno madrileño, por ejemplo, ha presentado este viernes algo parecido, pero gestionado por una start-up tecnológica, que “perseguirá” al cliente a través de un código QR. “Estamos poniendo todo de nuestra parte por apoyar en esta situación epidemiológica y lo único que recibimos son amenazas e insultos”, lamenta Mas.

“No digo que no haya empresarios de la noche que lo hacen mal, pero a quien lo haga mal, que lo sancionen”, propone el empresario barcelonés, pues en su opinión “hay poca vigilancia policial”. De hecho, muchos de ellos han llegado a actuar como mecanismo de alerta para los cuerpos de seguridad cuando reciben avisos de fiestas ilegales que escapan a los ojos de las autoridades. “Hacemos una labor de detectives que no nos corresponde, pero es que nos llegan imágenes tremendas de fiestas que ponen en riesgo la Salud Pública”, cuenta Jesús Sánchez, presidente de la Asociación Nacional de Ocio Nocturno y empresario afincado en Baleares.

El Govern balear ha sido uno de los más estrictos en sus medidas con el sector, cerrando cinco calles que no habían llegado a iniciar su actividad tras la estampa vivida en Magaluf hace unas semanas. “Deberían tener en cuenta que esas medidas favorecen las fiestas privadas y los botellones en la playa. Hemos interpuesto ya 60 denuncias, aunque no tendríamos que ser nosotros”, relata Sánchez.

Una opinión que comparte Ramón Mas, que defiende que “no tener el ocio nocturno abierto hace que los jóvenes tengan ocio paralelo, incontrolable e inseguro”. “Matar a un sector en pos de la seguridad sanitaria no va a solucionar el problema, lo va a parchear”, añade. Ahora piden que 20.000 millones del nuevo fondo de la Unión Europea se destinen a rescatar (o compensar) a los empresarios y a sus 200.000 empleos directos. Unas pérdidas que en sus cálculos tumbarán a la mitad del sector, lo que corresponde aproximadamente a 13.000 empresas.

En Baleares, muchos locales dan el verano por perdido y han preferido mantenerse cerrados a una “muerte lenta” en esas condiciones (hasta las 2 de la mañana, solo en terrazas y sin consumir en barra a partir de las 10). Por eso, trasladan ahora la lucha al interior: a la pista de baile.

Morir antes que reinventarse: no sin mi pista de baile

Uno de los grandes problemas para la sostenibilidad del sector es el cierre de la pista de baile, por aforo y por principios. Algo que, según avanzan las semanas, parece que va a ser la medida tomada por las autoridades sanitarias. “Proponemos que haya un control en el acceso a pistas que estén perimetradas, donde la mascarilla sea obligatoria y no se pueda consumir alcohol, para que no haya tentación de quitársela”, explica Mas. Todo, por no perder lo que para ellos es “la esencia” del sector.

“Una discoteca es el local idóneo para bailar. Una terraza es otra cosa que no somos y en la que no nos queremos convertir. Tenemos locales preparados acústicamente y con una iluminación espectacular para algo”, cuenta el empresario. Sin contar que no todos tienen la estructura o los medios para reinventarse y que, además, deberían competir con la hostelería por captar a un público que no es el suyo.

“Que a los jóvenes no les resulte atractivo venir en esas condiciones es otra cosa sobre la que tenemos que trabajar, ser muy creativos, ofrecer conceptos nuevos e ideas originales. Pero eso lo sabemos hacer, es a lo que nos dedicamos”, confía el barcelonés. Todo este conflicto de identidad entre locales ha puesto sobre la mesa una reflexión general sobre cómo se concibe el ocio nocturno en nuestro país y si es compatible con una alternativa mucho más regulada y menos masiva que la que conocemos.

Idurre Lazcano, pedagoga y doctora en Ocio y Desarrollo Humano, cree que “el ocio nocturno es un tiempo en el que los jóvenes se han ocultado siempre de la mirada del adulto y donde ahora se encuentran en el ojo del huracán. Si las restricciones cada vez son mayores y van a estar más vigilados, a nivel institucional, mediático y policial, se van a ir descolgando de la propuesta”, prevé la experta.

Repensar el ocio nocturno (y diurno)

“Tal y como se está viviendo parece que el ocio nocturno no es compatible con esta situación epidemiológica: espacios cerrados, sin distancia, consumo de alcohol y de sustancias, contactos de grandes grupos y probablemente sin llevar la mascarilla”, piensa Lazcano. “Pero no nos podemos quedar ahí. Si el nocturno está presente en el ocio de más del 90% de los jóvenes (de entre 15 y 29 años), ¿qué alternativa se les está ofreciendo?”, piensa la pedagoga.

En varios estudios, la experta analiza cómo el tiempo de distensión se ha obviado de la educación de la infancia, adolescencia y juventud, cuando “a lo largo de la vida se dedica, en horas, más tiempo al ocio que al trabajo”. Un espacio que han copado las empresas turísticas y especializadas en el ocio nocturno, lo que “es un problema y lo estamos visibilizando ahora, no solo por el virus, sino por otros riesgos asociados y que se obvian, como la violencia, el consumo de alcohol o los accidentes”.

“Es una carrera de fondo y aunque nos haya saltado a la cara ahora, los jóvenes van a seguir ocupando otros espacios, públicos y abiertos, en invierno. No sé si hay mucho margen de maniobra”, expresa Lazcano en referencia a las fiestas clandestinas o los botellones. “Pero valorémoslo ya, pensemos en nuestro sistema educativo global, qué capacidades tiene o qué oportunidades se les ofrece”, propone.

En cuanto a prohibir de facto el ocio nocturno, Idurre entiende que “es lo único que pueden regular”, pero que debería ir de la mano de una “labor de concienciación de los jóvenes que no se está haciendo”. “Lamentablemente, por el sector empresarial, la caída va a ser evidente”, concluye. Algo ante lo que los portavoces gritan auxilio: “Si nos van a cerrar, que lo hagan bien, porque hay familias que dependen de esta economía tanto como de otros sectores”, reivindica Ramón Mas.

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