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Los empresarios turísticos de Baleares, en pie de guerra por los cierres: “Estamos lanzando a nuestros emisores un mensaje de absoluto descontrol”

Calles vacías en Magaluf tras la publicación de la resolución del Govern que obliga el cierre de los establecimientos en diversas calles de Magaluf y Playa de Palma

Esther Ballesteros

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Si la temporada turística en Baleares está sufriendo con creces las consecuencias de la crisis sanitaria, el ocio nocturno, el comercio y la restauración se enfrentan a un nuevo escollo: el cierre de tres de las principales zonas de diversión de Mallorca. Se trata de las conocidas como 'calle de la Cerveza' y 'el Jamón', en Playa de Palma -frecuentada, principalmente, por turistas alemanes-, y Punta Ballena, en Magaluf -destino predilecto del turismo joven británico-. Los pequeños empresarios ya se han puesto en pie de guerra contra una medida que, consideran, agranda más si cabe la complicada situación que atraviesan.

Marcados en los últimos años por los excesos -lo que llevó al Govern balear a aprobar una Ley dirigida a poner coto al turismo de borrachera-, estos tres enclaves se han convertido, otra vez, en epicentro de una nueva polémica. “Estamos lanzando a nuestros mercados emisores un mensaje de absoluto descontrol”, se lamenta, en declaraciones a elDiario.es, el presidente de la Asociación de Pequeños Hoteles de Mallorca -dependiente de la patronal de la Pequeña y Mediana Empresa de Mallorca (Pimem)-, Juan Manuel Ordinas.

La medida ha hecho saltar las alarmas entre los empresarios más críticos con la misma. De hecho, alertan de que decisiones como esta generan desconfianza en el exterior y algunos, como el presidente de Pimem, Jordi Mora, aseveran que la solución “no pasa por ir cerrando calles a medida que haya incumplimientos”. Al contrario, consideran que ahora es el momento de atraer el turismo y de gestionarlo en las mejores condiciones posibles con el objetivo de que los mercados perciban Baleares como un destino seguro.

No sólo eso. Tras el 'cerrojazo', adoptado esta semana por el Ejecutivo balear como consecuencia de las últimas aglomeraciones de turistas registradas en Punta Ballena y la Playa de Palma -cuyas imágenes corrieron como la pólvora en redes sociales-, subyace, según Ordinas, un debate largamente sostenido en el tiempo en el archipiélago: el del cambio de modelo turístico y su transición hacia un sistema más sostenible y menos agresivo que favorezca la convivencia entre turistas y residentes, alejada de la imagen del balconing y las excursiones etílicas. Una discusión que, sin embargo, considera que debe retomarse en otro momento puesto “el debate que en la actualidad nos ocupa es el sanitario”.

El propio consejero de Turismo en Baleares, Iago Negueruela, fue tajante cuando anunció la medida: “No queremos turistas incívicos en nuestras islas, no es nuestra imagen”, advirtiendo, de hecho, de que si detectan establecimientos que potencien este tipo de clientela en otras zonas de Mallorca “también serán cerrados y prohibidos. No nos temblará la mano”.

Por su parte, el responsable de los pequeños hoteleros recrimina que, si la intención de la medida es evitar contagios, es en la vía pública donde los funcionarios policiales deben velar por paliar el impacto del coronavirus sin necesidad de que los locales se vean obligados a echar el cierre. Establecimientos algunos de los cuales acababan de abrir sus puertas mientras que otros, ya prácticamente acondicionados, tenían previsto hacerlo a lo largo de esta segunda quincena de julio tras meses de parálisis como consecuencia del impacto de la COVID-19.

“Hay muchos puestos de trabajo que se han visto perjudicados, muchas familias que dependen de ellos”, subraya Ordinas: “cierras un local donde hay un camarero que ha despachado bebidas allí, un repartidor, un comercial, un almacén... La cadena es tremenda. No estamos hablando sólo de un señor que está detrás de una barra y de un hombre que se ha emborrachado y se ha puesto a dar gritos en la calle. Ya estamos viviendo una temporada muy difícil como para añadir esta puntilla”, abunda, visiblemente afectado.

En esta misma línea se pronuncian desde la pequeña y mediana empresa. Pese a compartir la necesidad de atajar los comportamientos “peligrosos” que puedan atentar contra la salud de residentes y turistas y, con ello, menoscabar la economía balear, desde Pimem inciden en la necesidad de reforzar la imagen de las islas, ofrecer “mensajes claros” de que el archipiélago es un destino seguro y aplicar “con contundencia” la normativa sanitaria vigente sin necesidad de “perjudicar” el desarrollo de la actividad de los establecimientos de ocio.

“Baleares tiene unos muy buenos índices de contagio, con 4,75 por cada 100.000 habitantes, lo que la sitúa a la cabeza de Europa. Y eso es algo que hay que poner en valor porque es fruto del trabajo de todos”, subraya Mora.

En medio de tal coyuntura se han alzado durante los últimos días las protestas de uno de los sectores más duramente golpeados en los últimos meses por la gestión de la pandemia, el del ocio nocturno. El 'cerrojazo' ha sido la gota que ha colmado el vaso en un ámbito cuyos locales han visto restringida su actividad con limitaciones en forma de un aforo máximo de 300 personas y un horario de cierre antes de las 2.00 horas. Muchos de los establecimientos han optado por no abrir sus puertas esta temporada. “Nos han quitado nuestro espacio de negocio”, reprocha el presidente de la Asociación Balear de Ocio Nocturno y Entretenimiento (Abone), Jesús Sánchez.

Respecto al cierre de Punta Ballena y las calles 'del Jamón' y 'la Cerveza', Sánchez se muestra tajante: considera que se trata de una medida “sin encaje jurídico” que debe ser llevada a los tribunales. “Hablamos de la prohibición de desarrollar una actividad que tiene una licencia en vigor. No se pueden cerrar comercios, restaurantes y cafeterías simplemente porque subyace el interés de llevar a cabo un cambio del modelo turístico bajo el amparo de un problema sanitario que no tiene nada que ver”, sentencia.

Las condiciones en las que esta temporada se encuentran sumidos los locales de ocio nocturno han llevado, de hecho, a centenares de afectados a plantar cara al Gobierno autonómico: esta misma semana se han concentrado ante la sede de la presidencia balear en protesta por las restrictivas medidas a las que deben hacer frente y que, lamentan, supondrán el cierre definitivo de numerosos negocios así como la pérdida de numerosos puestos de trabajo.

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