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Galicia como nodo atlántico del comercio de esclavos: A Coruña acoge una muestra sobre la otra memoria histórica

Vista de A Coruña pintada en 1839 por Enrique Louard

Daniel Salgado

27 de diciembre de 2025 20:19 h

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Entre el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, las entonces principales potencias europeas introdujeron en América 12 millones de esclavos secuestrados en África. Galicia, ubicada en el vórtice del océano Atlántico, no fue ajena a la trata de personas. Solo entre 1800 y 1835, comerciantes gallegos traficaron con unos 16.700 seres humanos en 21 expediciones embarcadas o financiadas en el país. A Coruña: porto negreiro se titula la exposición que desentierra unos hechos investigados por la academia pero de escaso dominio público. “Hay mucha reticencia a situar Galicia en esta historia”, señala a elDiario.es Cristina Botana, comisaria, junto a Zynthia Álvarez Palomina, de la muestra. La acoge hasta el 28 de febrero del año que viene la sede coruñesa del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología.

“A Coruña fue muy importante en la trata trasatlántica”, explica Álvarez, “según los estudios de Luís Alonso Álvarez [catedrático de Historia e Institucións Económicas de la Universidade da Coruña] barcos fletados en su puerto llevaron unas 6.000 personas esclavizadas a América”. Sucedió, sobre todo, después de que en 1817 Gran Bretaña obligase a España a comprometerse a interrumpir el comercio de esclavos. España firmó, pero obtuvo una prórroga de tres años, aunque solo para operar al sur del ecuador. “En ese momento, A Coruña encuentra un hueco y se hace fuerte en ese mercado”, añade Zinthia Álvarez. Un artículo del propio Alonso Álvarez -el profesor es una de las fuentes de datos más usadas en Porto negreiro- desarrolla la tesis: cuando finalizó la moratoria, hacia 1821, el esclavismo resultó todavía más rentable. La amenaza de los navíos británicos a quienes no acataban su prohibición provocó que aumentase el margen de ganancia de los emprendedores esclavistas. Muchos de los gallegos instalaron agentes propios en Cuba, uno de los centros de la trata trasatlántica. Se enriquecieron.

Álvarez Palomino asegura que fue este tipo de comercio, solo completamente abolido en territorio español en 1887, el que “permitió el crecimiento de la ciudad”. Vigo, y en menor medida Ferrol, fueron otros puertos gallegos de los que partieron expediciones, pero A Coruña fue el principal. “El primer ensanche de la ciudad, sin contar A Pescadería, se construyó con el capital obtenido en el comercio colonial y la trata trasatlántica”, concreta Botana. La acumulación originaria, la barbarie detrás de la riqueza. “Hay un impacto material evidente. La ciudad sirve de soporte para este proceso”, considera, “y las familias que se dedicaron a la trata, nombres todavía conocidos -Barrié, Dalmau, Pastor o Da Guarda-, también ocuparon puestos políticos, alcaldes concejales. Existió esa permeabilidad”. Pero el poder iba más allá de los gobiernos, claro: “Estos personajes buscaban cualquier espacio y posición con el objetivo de obtener mayor impunidad y mayores beneficios. Se situaron en la banca, en los consulados...”. El tráfico de esclavos en aquel siglo XIX producía lucros colosales e impulsó bancos e inversiones inmobiliarias.

Mirada crítica sobre el pasado colonial

La exposición A Coruña: porto negreiro forma parte de un proyecto de investigación y divulgación más amplio, A Coruña entre memorias: historia, colonialismo e identidade. “Trabajamos mucho desde la vecindad y lo colectivo y sentíamos la necesidad de llevar el discurso de la academia a más gente”, se extiende Zinthia Álvarez, “junto a rutas urbanas de divulgación, una guía didáctica o una web, la muestra es una herramienta más”. Que contribuye a elaborar una memoria crítica sobre el pasado colonial de la ciudad y, por extensión, de Galicia. Y ese pasado todavía respira en calles, monumentos e instituciones. Porto Negreiro incorpora, por ejemplo, una cartografía coruñesa que señala homenajes y estatuas dedicados a negreros, el lugar donde se localizaban las casas comerciales, una estructura de los puertos de entonces. Una línea temporal de contextualización, reproducción de los documentos oficiales que permitieron y alentaron la trata trasatlántica o de cartas de libertad de personas esclavizadas, un árbol genealógico de los clanes familiares implicados en el mercado -“visualiza unas relaciones endogámicas, muy cerradas”, dice Botana- y un panel final con nuevas narrativas emancipadoras sobre la materia a cargo de pensadoras y pensadores actuales completan la iniciativa.

Álvarez Palomino y Botana reconocen su deuda con las investigaciones previas de historiadores como el mencionado Álonso Álvarez o de periodistas como Rafael Lema o Isabel Bugallal. Y aun así, el papel de Galicia en el tráfico de esclavos es una historia velada. “En las rutas guiadas por A Coruña, la gente se sorprendía mucho al hablar de ciertas cuestiones. La relación de algunas infraestructuras con el pasado colonial, por ejemplo”, comenta Botana, “pero no fue algo anecdótico. Galicia fue una pequeña potencia del esclavismo entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX”. El asunto esconde aristas, a su ver. “Aunque ahora existe cierta narrativa negacionista al respecto, está aceptada la existencia del imperialismo español. En el caso de Galicia, sin embargo, hay bastante rechazo a considerar la función del país en la trata trasatlántica”, entiende.

Cristina Botana (izquierda) y Zinthia Álvarez (derecha) durante la apertura de la exposición 'A Coruña: porto negreiro'

“Un ciclo de violencia constante”

Zinthia Álvarez coincide con su compañera, aunque amplía el foco al Estado español. “Volver la mirada hacia la historia es algo que no se practica en España”, dice, “no nos extraña, España se apoya en la desmemoria”. Como ejemplo de su afirmación remite a lo que sucede con el franquismo. “No miramos atrás y reflexionamos”, apunta, “dudamos siempre de que la historia tenga algo que ver con lo que pasa hoy en día”. Pero el comercio de esclavos sí tiene que ver con la actualidad, considera. “Hay una conexión directa con el trato a las personas migrantes”, expone, “los hechos de Badalona [el ayuntamiento del PP expulsó centenares de migrantes de un instituto abandonado] es una muestra”. Para Álvarez, un ciclo de violencia ejercida histórica y constantemente amenaza “los cuerpos de las personas que no son blancas”. La esclavitud, “cuando los cuerpos de personas no blancas se configuran como mercancía”, como origen de las políticas antimigratorias contemporáneas.

La analogía con la memoria de la dictadura y la represión presenta, con todo, límites. En opinión de Álvarez Palomino, esta sí se reconoce, aunque no se repara. En el caso de la trata trasatlántica, ni siquiera ha comenzado su reconocimiento. “El Ministerio de Cultura habla de descolonizar los museos pero no de la relación de España con la trata de esclavos”, sintetiza. A Coruña: porto negreiro busca contribuir a iluminar ese vínculo negado a través de “la reconstrucción de rutas, relaciones económicas, los silencios y las violencias” detrás de las relaciones coloniales y el crecimiento de las ciudades gallegas.

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