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Los estudiantes tendrán que memorizar menos y “saber hacer” más en el nuevo modelo educativo que prepara el Gobierno

El nuevo currículo descarga la excesiva cantidad de contenidos de las leyes anteriores y se centra en los aprendizajes esenciales, que de no alcanzarse sitúan a un estudiante en riesgo de exclusión social. EFE/Eliseo Trigo/Archivo

Daniel Sánchez Caballero

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Se avecina cierta revolución con el currículo educativo. El Ministerio de Educación está acometiendo ya la anunciada renovación de la enseñanza en colegios e institutos. Se trata de uno de los aspectos nucleares de la escuela que, sin embargo, lleva años y años sin grandes cambios. Se trata de diseñar qué debemos enseñar en la educación preuniversitaria y cómo. Educación tiene unas ideas al respecto que pueden resumirse en: menos cantidad de contenidos para memorizar (tan extensos que es habitual que no dé tiempo a concluir los temarios) y más competencias, es decir, “saber hacer”. Menos compartimentos estancos de enseñanza (asignaturas cerradas) y más transversalidad (ámbitos de conocimiento).

Con carácter general, el Ministerio quiere un currículo más flexible y abierto. Que no esté tan encima del profesorado como el actual, marcando prácticamente cada contenido que deben enseñar, sino que le deje más margen de maniobra en clase. Este abrir la mano es para todos: el Gobierno central se queda con menos parte del currículo (el 60%, que cae al 50% en las comunidades con lengua cooficial) y ganan peso las comunidades autónomas (hasta un 40% o 50% en función del idioma) e incluso los centros, que podrán gestionar hasta un 5% del currículo por primera vez. El papel de las comunidades será clave en este desarrollo, explica una persona involucrada en el proceso: la libertad que se otorgue o no a los centros y profesores para adaptar el currículo a su propia realidad estará directamente relacionada con el margen que el desarrollo autonómico de la normativa les deje.

El cambio, a la espera de las concreciones que todavía no existen, viene con una cierta polémica. Como casi todos en la Educación. La postura institucional de los sindicatos es a favor del cambio, o al menos de su espíritu mientras llegan las concreciones. Muchos profesores a título individual –difícil de cuantificar su número, aunque se muestran muy activos en la reivindicación– están inquietos con lo que entienden como un paso atrás: menos conocimiento, menos exigencia, aseguran.

El perfil de salida

¿Qué más sabemos del giro que plantea Educación? El Ministerio ha reunido un comité de expertos y ha elaborado unos documentos base con los que empezar a trabajar con las comunidades autónomas. La primera reunión se ha celebrado este jueves. Estos textos, de carácter muy técnico y adelantados por El País, muestran unas primeras líneas de actuación que articularán el currículo. La ministra, Isabel Celaá, presentará públicamente las líneas maestras del nuevo currículo este viernes.

Entre las principales novedades que aparecen en estos textos está el llamado Perfil de Salida de la Enseñanza Básica, que marcará las competencias básicas que debe tener cada alumno cuando finalice la ESO (hay otro paso intermedio, al final de Primaria, llamado Perfil de 6º de Educación Primaria). En este perfil de salida se bajará a las concreciones de lo que deben aprender los estudiantes, articuladas en torno a ocho competencias básicas que Educación define como “los cimientos del aprendizaje permanente y se convierten en el referente último para la obtención del título de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria” [aunque aplica también al resto de titulaciones de la etapa obligatoria, como la FP]. Son: comunicación lingüística; plurilingüe; matemática, ciencia y tecnología; digital; personal, social y de aprender a aprender; ciudadana; emprendedora; y en conciencia y expresiones culturales y están sacadas de documentos elaborados por la UE y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.

¿En qué consiste este cambio del “saber” al “saber hacer” de una manera práctica? Un profesor de Lengua lo explica tras matizar que en realidad en algunas asignaturas, como la suya, esto ya se viene haciendo desde hace tiempo. “Creo que se entiende mejor desde el punto de vista de la evaluación”, expone. “En vez de hacer exámenes en los que el alumno tenga que volcar una serie de conocimientos adquiridos, hay que ponerlos en práctica para resolver problemas concretos”.

Competencias y contenidos

Cada una de las competencias que se exigirán al alumnado se especifica después en una serie de “descriptores competenciales que concretan y contextualizan la adquisición de competencias clave”, se lee en los documentos de Educación. Uno de los textos dedica un amplio espacio a describir algunos de estos descriptores. Por ejemplo, en la competencia en matemáticas, ciencia y tecnología, un alumno que complete la Secundaria deberá saber “transmitir los elementos más relevantes de procesos, razonamientos, demostraciones, métodos y resultados científicos, matemáticos y tecnológicos de forma clara y precisa, en diferentes formatos (gráficos, tablas, diagramas, fórmulas, esquemas, símbolos...), incluyendo el lenguaje matemático-formal, con ética y responsabilidad”.

Cómo se llegue a cumplir con estas competencias es lo que queda en manos de las comunidades y, con su permiso, los centros. El proceso legislativo que concluirá con la creación del currículo tiene tres niveles. Primero, el Ministerio de Educación aprueba unos llamados decretos de mínimos con los contenidos básicos de cada asignatura o ámbito de conocimiento. Después, las Comunidades Autónomas desarrollan más al detalle estos decretos y por último cada centro lo tendrá que adaptar a su realidad. De hasta dónde entren los gobiernos regionales dependerá el margen de actuación particular de los centros, una de las novedades que incorpora la Lomloe. En cualquier caso, reflexiona una docente, “es muy importante crear las condiciones para que el profesorado pueda asumir esa concreción y bajar el currículo a su contexto”, explica en relación a las condiciones de trabajo, desde la propia formación a los horarios o las ratios de alumnado en clase.

Lo que no parece que vaya a cambiar es el desarrollo global del currículo en espiral, que ya se da. Esto es: los contenidos se van impartiendo progresivamente según los alumnos avanzan por el sistema educativo, lo que les permite ir asimilando diferentes cuestiones cada uno a su ritmo. A lo largo de los cursos se va repitiendo contenido, pero a la vez se amplía. Una profesora de Secundaria explica el por qué de este diseño: “La idea es establecer un continuum en cada aprendizaje que sea respetuoso con el alumnado, para que cada uno vaya consolidando determinados conocimientos a su ritmo. Por ejemplo, cuando uno aprende a escribir va redactando cada vez de una manera más compleja. Lo mismo con la lectura: cada vez irá leyendo textos más complejos”, expone.

El camino es largo y el objetivo es que el nuevo currículo entre en vigor a partir del curso 2022-23. Se ha fijado la dirección y se han dado los primeros pasos hacia un cambio que pretende impactar en la escuela. Y todo ello bajo la amenaza de las derechas de derogar la ley si tienen la posibilidad.

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