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Cuando la vuelta al colegio significa exclusión por ser trans: “Me llegaron a tocar la entrepierna para ver qué era”

Sandra Herrero Ventura.

Marta Borraz

“Desde que tengo memoria, en el colegio se metían conmigo”. Sandra Herrero responde así a la pregunta sobre el momento exacto en el que empezó a ser víctima de acoso durante su etapa escolar. A sus 21 años, esta chica trans recuerda su paso por el colegio y el instituto como “un infierno” y hace un llamamiento a la comunidad educativa para que los centros se conviertan en espacios seguros para los niños y niñas trans. “Ha habido avances indudables, pero siguen enfrentándose a niveles intolerables de discriminación”, señala Sandra, que ha participado en la nueva campaña de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).

La organización ha querido aprovechar el inicio del nuevo curso escolar para poner el foco en la transfobia presente en las aulas. Algo que también ha hecho la Asociación Estatal de Familias de Menores Transexuales Chrysallis, que este mismo lunes ha lanzado la campaña #YoRespetoLaDiversidad para recordar la importancia de tratar la realidad LGTBI en las aulas y combatir lo que la FELGTB desgrana en su campaña. Y es que la federación ha publicado un sondeo que arroja conclusiones significativas y que cuenta con el apoyo de Amnistía Internacional y Save the Children.

El estudio, que ha analizado 72 entrevistas a jóvenes trans de entre 16 y 24 años, revela que el 58% ha sufrido transfobia traducida en insultos, acoso o amenazas en el ámbito escolar. La mitad, el 53%, declaró que nunca o rara vez se les llama por su nombre de acuerdo a su género y el 81% emplea un término negativo cuando se les pide que describan con una palabra su etapa escolar. Los más repetidos fueron “horrible”, “agobiante” o “difícil”.

Con los mismos adjetivos describe Sandra, que ha participado en la encuesta, su paso por el colegio y el instituto. Aunque siempre supo que era una chica, la falta de información y de referentes a su alrededor hacía imposible que le pusiera nombre a su realidad. “Durante unos años decidí ocultarme, cortar mi feminidad y asumir los estereotipos de lo que se supone que es un chico. Pero a los 16 se lo conté a mis padres y en el instituto. Siempre he sufrido discriminación por ser diferente, pero ahí se incrementó: insultos, golpes, exclusión... Me llegaron a tocar la entrepierna por los pasillos para ver qué era”, explica. “Siento que me robaron mi infancia y mi adolescencia solo por ser trans”.

Su sensación no es un caso aislado. Según el sondeo de la FELGTB, el impacto emocional de la transfobia es evidente: el 83% de los encuestados declara sentirse menos feliz que el resto de sus compañeros de colegio o instituto. Cuando les preguntaron por las principales dificultades que se han encontrado, más allá de la violencia más explícita, resaltaron que lo peor fue la falta de apoyo, el sentimiento de soledad o el sentimiento de no poder expresar quiénes eran por miedo al rechazo. 

La falta de información

Para evitar este tipo de situaciones, la FELGTB llama la atención sobre la necesidad de implantar de forma obligatoria en las aulas protocolos centrados en la realidad de este alumnado, que en muchos casos empieza a utilizar otra ropa o cambia de nombre y de baño o vestuario al que acudir. Así, Carlos Castaño, integrante de la Comisión Ejecutiva de la organización, destaca el impacto positivo que estas medidas, “fáciles de adoptar y que no cuestan dinero”, tienen para la vida de los menores trans, que “están sufriendo y cuyo bienestar depende en muchas ocasiones de ello”. 

“Aunque el balance finalmente es positivo, ha habido de todo. He pasado momentos difíciles porque al principio no tenían ni idea de cómo ayudarme”, cuenta Saúl, un chico de 16 años que acaba de terminar la etapa obligatoria y en pocos días comenzara en su Huesca natal a estudiar el Bachillerato de Artes. “Me han tratado en todo momento por mi nombre y no ha habido problemas con eso, pero con el tema del baño me dieron la opción de ir al de profesores o el del cuarto de la limpieza para no sentirme incómodo en el de chicos”, cuenta este joven, que comenzó la transición este curso pasado. 

“Creo que parte de la buena voluntad y yo lo agradecí para evitar conflictos, pero es una propuesta que no te hace sentir bien del todo, como si fueras diferente...”, reflexiona. La falta de información y de formación en temas de identidad de género de los miembros del claustro escolar es uno de los déficits que identifica con mayor claridad la FELGTB, que reclama que este tipo de contenidos sean obligatorios también para los propios maestros. La importancia de esta perspectiva la tiene clara Carlos Herrera Canencia, docente de Lengua y Literatura en el IES Rosa Chacel de la Comunidad de Madrid, que ha decidido ser visible gay ante su alumnado. Tutoriza, además, un grupo de apoyo a chicos y chicas LGTBI.

Para este profesor, la posibilidad de que los menores cuenten con referentes a su alrededor es una de las herramientas más útiles, por lo que anima al profesorado a salir del armario frente a sus alumnos. “Tu no te puedes construir una identidad si no tienes a qué agarrarte o tienes que traducir todos los referentes heterosexuales a tu realidad”, señala. Herrera califica de “urgente” la implantación de la diversidad afectivo sexual en las aulas porque los niños y niñas LGTBI “tienen que poder poner nombre a lo que están viviendo y sintiendo. Y que no sea un nombre a través del insulto. No puede ser que la primera vez que un niño recibe esta realidad sea a través de la injuria, llamándole 'maricón'”.

Combatir la disparidad entre comunidades

Con el objetivo de que el tratamiento de esta realidad en los centros educativos no dependa de la buena voluntad del profesorado, tanto la FELGTB como Amnistía Internacional y Save the Children reivindican que se convierta en algo obligatorio en todas las comunidades autónomas. Y es que la situación actual es muy dispar y difícilmente fiscalizable, puesto que las autonomías no hacen seguimiento de la implantación de sus propias leyes LGTBI.

Es en estas normas, que no existen en algunos territorios como Castilla-La Mancha, Cantabria o La Rioja, donde se recoge la obligatoriedad de contar con protocolos de atención a las personas LGTBI y de introducir estos contenidos en los currículos educativos. En la práctica, esto supone que hay comunidades autónomas en las que los menores trans tienen garantizado el derecho a ser tratados por su nombre elegido o a utilizar los baños o vestuarios que les corresponden y otras en las que no.

Frente a la disparidad existente entre comunidades, los colectivos sociales piden la aprobación “urgente” de la Ley integral LGTBI, que se quedó en el tintero en la pasada legislatura y que contemplaba todo un abanico de medidas en diferentes ámbitos, entre ellos, el educativo. “Es hora de que aprendamos que la diversidad es enriquecedora y de que estamos hablando de algo muy vulnerable como es la infancia. Si hubiera habido protocolos y atención a estos temas cuando yo estaba en el instituto, hubiera podido tener una vida mucho mejor”, zanja Sandra. 

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