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Hablan los alumnos que recibieron los talleres LGTBI que Vox ataca: “Los que me insultaban me pidieron perdón”

Aidan, Noelia y Gabriel, tres de los jóvenes que han asistido a los talleres de las organizaciones LGTBI

David Noriega

Estos chicos y chicas de entre 16 y 20 años han asistido a los talleres LGTBI que asociaciones como COGAM imparten en unos 80 colegios e institutos de la Comunidad de Madrid. No han escuchado nada de zoofilia, ni se sienten adoctrinados. Conocen, eso sí, a algunos de los voluntarios de los que Vox ha pedido una lista con nombres y apellidos a la Comunidad de Madrid. No entienden el motivo. “Qué más les da, si están haciendo un bien, que ellos no ven, pero que es un bien”, se pregunta Noelia Grande, una joven que salió del armario frente a toda su clase en una de estas charlas cuando tenía 15 años.

“Levanté la mano y dije: tengo algo que contaros”

“Nos fueron contando situaciones de niños que habían tenido muchos problemas para salir del armario y nos leyeron cartas de chicos que se habían llegado a suicidar. Yo no he tenido esos problemas, pero al ver cómo la gente lo pasaba mal me vi pensando: si yo sigo ocultando esto... Dije: lo voy a contar aquí”, explica Noelia, que ahora tiene 20 años y que, en aquel momento, solo le había contado a su grupo más cercano que era bisexual y que estaba con una chica. Según datos del Observatorio Español contra la LGTBfobia, los menores LGTBI en España tienen de tres a cinco veces más probabilidades de tener un intento de suicidio que el resto.

“Levanté la mano y dije: tengo algo que contaros que la gente llega a ocultar por el simple hecho del qué dirán o por si dejará de tener amigos”, recuerda Noelia. Toda la clase, del colegio Aquila, en Parla, se levantó para abrazarla. “Fue muy emocionante, te acuerdas muchísimo de los abrazos”. En este centro, indica, las formaciones se impartían un par de veces al año. “El cambio se notaba y los típicos comentarios de 'qué mariquita' se evitaban un poco más después de los talleres”, aunque “es necesario hacer más de dos charlas al año, porque como esto no se eduque, en dos o tres meses se olvida y volvemos a hacer todos lo mismo, pensando que no hacemos daño a nadie porque ya se ha hecho la charla y al final parece que es hasta gracioso”, desarrolla para justificar la importancia de impartir estos contenidos en las aulas.

“Muchos de los que me insultaban me pidieron perdón”

A Aidan Guest estos talleres también le cambiaron el día a día en su instituto de Villanueva de la Cañada. “Cuando yo entré había un ambiente un tanto caldeado. No se respetaba. Me hacían bullying por mi orientación sexual”, explica. “Cuando me cansé y le dije a mi profesor que me llamaban maricón, me recomendó que no les hiciera caso y pasara del tema”, continúa. En aquella época, los voluntarios impartían formación genérica sobre “intolerancia, homofobia, racismo, un poco de todo” en 1º y 2º de la ESO. “Los profesores de religión, que se negaban a que nos dieran información sobre temas LGTBI y de educación sexual, tenían mucha influencia”, lamenta este joven de 19 años.

Un cambio en la dirección del centro permitió que asociaciones como COGAM y Arcópoli pudieran comenzar a dar talleres específicos contra la lgtbifobia en las aulas. No en vano, según datos de la FELGTB más de la mitad de los niños sufren acoso escolar por esta causa. “A partir de 3º y 4º de la ESO la cosa cambió y mis compañeros eran bastante más abiertos de mente, aunque sí es verdad que había cierto rechazo a informarse sobre algunos temas o se hacía la típica broma”, recuerda Aidan. Tras los talleres, incluso llegaron a crear un comité de alumnos contra las agresiones por la orientación sexual. “Los que me insultaban iban cambiando de clase o repitiendo, pero muchos de ellos también cambiaron de mentalidad y me llegaron a pedir perdón por el daño causado”. ¿Atribuyes el cambio a los talleres? “Sí”, responde. También “a la madurez”.

“Es muy necesario que la gente se sienta identificada”

Precisamente, cuando Aurora, de 17 años y bisexual, recibió los talleres este curso, ya en segundo de bachillerato, estaba, dice, “en una edad bastante madura” y en un centro de San Martín de la Vega “bastante lgtbifriendly”. Esta situación se repite en los colegios de todos los alumnos consultados: realizan actividades, tienen alumnos y profesores LGTBI visibles –algo fundamental a la hora de contar con referentes–, cuentan con protocolos y, también, solicitan los talleres que las asociaciones imparten únicamente a los centros que lo piden. Es decir, quien lo solicita ya es, al menos, consciente de que son necesarios. Con todo, “es verdad que muchos compañeros no sabían algunas cosas”, recuerda Aurora.

“Creo que es bastante beneficioso para la gente más joven, que no entiende algunas cosas o que, por culpa de la familia o la sociedad, ve que eso no se puede respetar. Tal vez estos talleres les puedan hacer cambiar de opinión o, simplemente, incentivarles a que conozcan otras cosas”, explica esta chica. Para ella, añade, “es muy necesario que la gente se vea identificada, que vean que hay más gente como yo o que el resto le respeta”.

“Te da más fuerza y seguridad al saber que tus compañeros saben lo que es”

Gabriel Díaz de Tudanca inició la transición con 14 años en un colegio religioso. Hasta entonces, solo había escuchado las “típicas charlas” centradas en la genitalidad. “Vulva con pene, pene con pene, cómo se pone un condón y VIH. Todo muy heteronormativo”, recuerda. Por eso, él tuvo que buscar información por su cuenta. Cuando a punto de empezar 3º de la ESO le invitaron a irse –“me dijeron que no podría utilizar mi nombre sentido, ni pantalón, ni el baño de chicos”– se matriculó en el instituto San Isidro, en el centro de Madrid, donde empezó a asistir a talleres de COGAM y Galehi.

“Yo tenía toda la información y conocía los términos, pero sí sirvió para crear un espacio más seguro con los compañeros de clase y que no hubiera los típicos comentarios homófobos”, recuerda. “Les abre la mente y a ti te da más fuerza y seguridad saber que el resto son conscientes de lo que es la transexualidad y que no tienen esa idea del lado oscuro, de prostitución, drogas y juergas, o que se trata de una etapa”, continúa Gabriel.

“Pensamos que las cosas son de una manera y luego nos explican que no”

Aharón Santamaría es un chico heterosexual de 16 años que también reconoce la importancia de estos talleres. “Se aprenden muchísimas cosas”, dice. Recuerda el último: “Nos dieron una hoja con distintas preguntas y afirmaciones en las que tenías que poner si eran verdaderas o falsas. Nos equivocamos en muchas, porque hay muchos prejuicios acerca de la sexualidad. Por ejemplo, nos contaban que la media a la que se perdía la virginidad son los 18 y los 19. Nos quedábamos pensando: tanta prisa, tanta prisa y luego no”. Un ejemplo que contradice el mantra repetido por los sectores más conservadores de que se anima a los chavales a mantener relaciones sexuales. Sobre la homosexualidad y la transexualidad les ocurre algo parecido: “Pensamos que las cosas son de una manera y luego nos explican que no”.

Para estos chicos y chicas la petición de Vox de los nombres de los voluntarios que imparten estos talleres es una “caza de brujas”. Tras acabar el instituto, Aidan y Gabriel comenzaron a dar charlas a alumnado y profesorado, así que serían susceptibles de aparecer en esas listas que la Consejería de Educación ya ha dicho que no entregará y que Unidas Podemos ha llevado ante la Fiscalía por un posible delito de odio. COGAM había solicitado ya a este órgano que actuara de oficio.

“Lo están haciendo para meternos miedo y que dejemos de dar las formaciones. Cuando voy a dar las charlas con el programa LGTBI de la Comunidad ya me piden mis datos y mi formación. Ya lo tienen”, indica Gabriel. Aidan lo tiene claro: “Se está hablando desde la ignorancia, porque yo creo que no han ido nunca a ningún taller. No se adoctrina a nadie, ni se le dice a un niño que tiene que probar ni ser nada. Se informa, y eso es lo que quieren evitar, que la gente esté informada”.

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