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Tordesillas espera al nuevo Toro de la Vega reivindicando su muerte

Plaza de Tordesillas la víspera del Toro de la Peña en 2016.

Raúl Rejón

Tordesillas —

“El toro es el único arte que juega con la muerte”. Podría ser la introducción de un vetusto tratado de tauromaquia del siglo XVIII ó XIX. Pero no es así. Es la frase con la que se adorna un comercio de fontanería en Tordesillas (Valladolid), en 2016, la víspera del Toro de la Peña. El encierro de 90 minutos con el que la localidad ha sustituido el ahora ilegal torneo del Toro de la Vega en el que unos lanceros trataban de abatir una res brava tras hostigarla a caballo en la ribera del río Zapardiel.

La fontanería ostenta en su escaparte, junto a grifos y filtros de agua, una punta de lanza como la que se ha venido utilizando en La Vega desde el siglo XIV: no menos de 30 centímetros de largo y diez de ancho. Plana y acoplada a una garrocha de varios metros. “El toro de la Vega es del pueblo, no de los políticos de turno”, concluye la proclama del comercio a modo de resumen.

El pueblo, de 8.900 habitantes según el último censo, está jalonado de carteles y pancartas que reclaman la antigua y sangrienta versión de su fiesta. La relacionan con la “democracia” y con la “libertad”. Subrayan el “orgullo” de ser “torneador”. Cuando se supo que el torneo quedaba proscrito, aparte del recurso legal del Ayuntamiento (gobernado por el PSOE), 3.000 personas se manifestaron en su plaza mayor (casi un tercio del padrón).

Es que la fiesta es un acontecimiento para los locales. Está tradicionalmente colocada en el segundo martes de cada septiembre. Este lunes, día 12, la localidad está llena de vecinos con fajín y pañuelo rojos. Caminan con una larga garrota de madera en la mano. Una jornada festiva para los locales situada al inicio de una semana laboral.

Fue el anacronismo de la muerte del toro a base de lanzazos tras dejarlo exhausto en una loca carrera de cinco kilómetros mientras es acechado a caballo lo que llamó la atención sobre La Vega y congregó a colectivos animalistas para pedir su derogación. Cada edición, enfrente se colocaban los taurinos que lanzaban huevos helados, salivazos e insultos: “No hay mayor violento que un antitaurino”, dicen ahora en Tordesillas.

Con todo, a menos de 24 horas de que se inicie esta nueva versión, el interés de los vecinos está más en los pasacalles que en La Vega. Los bares y restaurantes están llenos. Una dependienta comenta entre resoplidos: “Estamos en fiestas y ya no damos para mucho...” para justificar un descuido en la comanda. De hecho, el único sobresalto se produce si algún periodista pide un comentario, que no se ofrece: “No, no, no”.

Un encierro al revés

El recorrido oficial es una faja ancha y polvorienta de terreno con talanqueras a los lados y los palcos VIP de las peñas (en realidad remolques de metal) esperando. Al fondo un pinar marca la ribera fluvial. Todo desierto y recalentado por el sol aunque la Agencia Estatal de Meteorología pronostica un 95% de probabilidades de lluvia para el momento en que el toro cruce al galope.

El toro de la Peña, según el programa oficial, arranca a las 11.00 y termina a las 12.30. Una especie de encierro al revés. Durante la semana de fiestas en esta localidad, se realizan encierros al uso: del prado a los corrales. Pero, para imitar la caduca tradición, al toro Pelado (cordobés de nacimiento) van a hacerlo correr desde los prados de Zapardiel a los corrales urbanos la noche de lunes al martes. Los caballistas “inscritos” llevarán al astado cuesta arriba desde la vega a la colina donde se levanta Tordesillas.

Al día siguiente, camino inverso. De nuevo recorrido callejero y salida al campo donde los caballistas podrán hacer acto de presencia. “La organización podrá conducir de nuevo a los corrales”, explican, una vez den las 12.30. El decreto de la Junta castellanoleonesa impide herir o matar al toro en público. Organizaciones animalistas han pedido que el ejemplar vaya después un santuario de animales y no pase por el matadero.

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