La fiebre por pescar un crustáceo antártico acaba con un científico arrestado por Rusia por alta traición
En 2025, la ciencia al servicio de la protección del medio ambiente puede terminar en un caso de alta traición como si se tratara de un físico robando secretos atómicos en plena Guerra Fría.
La carrera por pescar kril –el crustáceo del que dependen los ecosistemas del océano antártico– está en plena aceleración. En julio de este año se agotó por primera vez desde que existe la cuota máxima de capturas, lo que cerró la campaña pesquera en agosto, tres meses antes de lo previsto. Ante esta situación, la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos de la Antártida (CCAMLR) se reúne estos días en Hobart (Australia) para discutir medidas de restricción. A esa conferencia debía acudir el biólogo marino ucraniano Leonid Pshenichnov. No pudo ni viajar porque Rusia lo arrestó en Crimea acusado de alta traición. ¿El motivo? Pshenichnov aboga por restringir las capturas de kril para proteger la vida marina.
Otro frente de batalla
La guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania ha hallado un inesperado frente de batalla a muchos miles de kilómetros de Europa: en el polo sur. El Gobierno de Vladímir Putin afirma que el científico, al que llama “ciudadano de la Federación Rusa”, ha “desertado al bando enemigo” porque ha participado en la propuesta ucraniana de restricción de pesca de kril presentada ante la CCAMLR y eso “socava” los intereses rusos, según el documento de acusación sobre el que informa el diario The Guardian.
Por su parte, el Centro Científico Antártico Nacional de Ucrania ha calificado a Pshenichnov como “prisionero político debido a la Antártida”. En un comunicado explica que el investigador vivía en Crimea “con pasaporte ucraniano” y que había trabajado en la argumentación presentada por el país para crear una nueva área marina protegida (MPA) cerca de la península antártica “no lejos de la base científica ucraniana Vernandsky”. Una MPA impediría la expansión pesquera por esas aguas.
El Gobierno ucraniano ha afirmado que este investigador se vio “forzado” a aceptar un pasaporte ruso para vivir con su familia en la península de Crimea, anexionada ilegalmente por Rusia a su territorio en 2014. Además, el arresto del científico ha generado un cierto rifirrafe diplomático, ya que el Ejecutivo de Australia, anfitrión de la conferencia antártica, ha afirmado estar “gravemente preocupado”.
El telón de fondo de todo este caso es la captura comercial del Euphausia superba, el kril del Antártico.
La expansión pesquera y el bloqueo
El kril es dos cosas a la vez: “la base de la cadena alimentaria antártica” y “la pesquería que más rápidamente crece en esa región”, según describe una reciente investigación de la Universidad de Oslo sobre la necesidad de regular esta actividad.
Su importancia, como base de la alimentación, es tal que está considerada “una especie crucial” para mantener la productividad del océano, sus funciones ecosistémicas y la absorción de carbono que alivia el efecto invernadero, causante del cambio climático.
La situación que se está certificando es que “el cambio climático está amenazando las poblaciones de kril y sus depredadores mientras las actuales cuotas pesqueras no tienen en cuenta la variabilidad de esas poblaciones”, dice el mismo trabajo noruego. De hecho, esas cuotas se basan en un único estudio de la especie realizado en el año 2000.
Si en 2024 se alcanzó un récord en su momento histórico al capturarse medio millón de toneladas de kril, en siete meses de 2025 se llegó por primera vez al máximo de las 620.000 toneladas –que fue trazado en 1991–. Las estimaciones sobre el valor económico de estas capturas van desde los 250 a los 900 millones de euros anuales lo que lo asimila a sectores como el atún en EEUU o el bacalao en Noruega. El destino de los crustáceos es ser comida para piscifactorías y píldoras de omega-3 para el mercado de los suplementos alimenticios.
Este año ha sido la primera vez que se ha alcanzado el tope de los 0,62 millones de toneladas. Los pesqueros han llegado al máximo permisible en julio y ha sido después de que la Comisión fuera incapaz de acordar una prórroga de las reglas que regían la pesca de kril antártico.
Hasta 2024, las normas dividían las aguas donde se busca el crustáceo en diferentes zonas con un tope de capturas para cada una con el fin de evitar sobreexplotación en áreas más sensibles. También se establecía que ninguna zona podía concentrar más del 45% de ese volumen total. Era una manera de distribuir el impacto que así no se concentraba en determinados puntos.
Pero, al expirar ese modelo, no hubo manera de que se llegara a un consenso en la CCAMLR para ampliar el periodo de esas reglas que habían sido dispuestas con “carácter transitorio”. La consecuencia es que la industria pesquera liderada por Rusia y China ha tenido menos restricciones para faenar cómo y dónde les convenía. Eso ha llevado a una faena más rápida y sencilla que tocó techo en apenas siete meses.
Este ritmo de capturas récord levantó preocupaciones sobre la protección de los ecosistemas antárticos. En la conferencia que actualmente se celebra en Australia, las partes discuten sobre la posibilidad de crear un área marina protegida que sirviera de salvaguardia al crustáceo.
No es la primera vez que se intenta trazar un espacio seguro en las aguas antárticas y la pesca de kril desbarata la propuesta. En 2018 la Comisión llegó a votar sobre el establecimiento de un área protegida en el mar de Weddell. 1,8 millones de km² blindados que habrían supuesto un obstáculo a la expansión de los pesqueros industriales. Hace siete años la moción no obtuvo los apoyos suficientes. Ahora ha traído, de momento, el encarcelamiento de un investigador acusado de traidor.
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