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Los hospitales y centros de salud, en alerta roja: “Los pacientes de las UCI no van a disminuir hasta el verano”

La ocupación hospitalaria y en UCI ya está en "riesgo máximo"

Mónica Zas Marcos

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La tercera ola de la pandemia pulveriza récords en España y la expansión acelerada del coronavirus ha puesto de nuevo en alerta roja al sistema sanitario. Aunque el indicador epidémico más usado ahora sea el de la incidencia acumulada, el devastador aumento de contagios está llevando a niveles igualmente preocupantes a los ingresos hospitalarios y la ocupación de las camas UCI. La positividad de las pruebas diagnósticas o las muertes diarias se mueven en umbrales que recuerdan a la primera ola. La ventaja, según los profesionales, es que los hospitales están mejor acondicionados y ellos mismos mejor preparados para afrontar el impacto. Aún así, “los estragos” siguen siendo peores.

“Nuestra preocupación es tener suficientes camas UCI, ya que es lo que más impacta en la mortalidad”, explica Ricard Ferrer, presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva. Según los últimos datos de Sanidad, el 28,5% de las UCI están ocupadas por COVID-19, lo que sitúa a España en un nivel de “riesgo extremo” (por encima del 25%).

La cifra global de hospitalizaciones tampoco ha dejado de multiplicarse: el día de Nochebuena se registraron 2.200 ingresos en los siete días anteriores y ahora ya alcanzan los 4.200. En Catalunya, donde Ferrer es jefe de cuidados intensivos en el Vall d'Hebron, varios hospitales han optado por cancelar las operaciones menos urgentes y destinar a los profesionales de quirófano a las UCI: “El objetivo es reducir el mayor número de muertes que podamos en esta tercera ola”, explica.

Catalunya presenta los peores datos en ocupación hospitalaria y cuidados intensivos desde antes de Navidad. Ahora, con el 17% de las camas ordinarias atendiendo la pandemia (más de un 14% se considera riesgo extremo) y el 42% en las UCI, el intensivista desconfía en que el escenario vaya a mejorar en los próximos meses porque “las medidas políticas son las que están regulando la entrada a las UCI”. Ferrer sostiene que los dirigentes se fijan más en este indicador que en otros a la hora de apretar las restricciones o de levantar la mano, lo que lleva a los cuidados intensivos a un círculo vicioso: “Si cada vez que baja la ocupación, se relajan las medidas por razones económicas, los pacientes en UCI no van a disminuir hasta el verano como mínimo”, prevé.

Los epidemiólogos insisten en que la única forma de paliar esto es mediante un confinamiento domiciliario express que dure de dos a cuatro semanas, algo a lo que se han sumado varias comunidades autónomas como Castilla y León, Andalucía, Asturias o Murcia, donde la petición llega por parte de los mismos sanitarios. “Proponemos al menos un confinamiento light, de 8 a 10 días, porque no podemos seguir como hasta ahora”, expresa José Antonio Blaya, secretario general del sindicato SATSE de enfermería en Murcia. “En las otras olas estábamos menos estresados y más motivados que ahora, pero es lo que ocurre cuando no ves la luz al final del túnel”, se lamenta.



El miércoles, la región murciana acaparó los titulares después de sumar 7.000 contagios en un solo día tras acumular un importante retraso en sus notificaciones a Sanidad. En dos días, pasó de registrar una incidencia en dos semanas poco mayor de 250 casos por 100.000 habitantes a 761, la segunda más alta después de Extremadura, que encabeza la lista con 1.167. El cambio de tornas fue una sorpresa para todos, excepto para los profesionales que trabajan allí en primera línea. “Sabíamos que habría un repunte tan solo viendo el comportamiento de la gente en las fiestas y el goteo de solicitudes de PCR que hubo justo después, pero nunca pensamos que fuera a ser tan alto”, concede.

Aunque el presidente de Murcia, Fernando López Miras, asegura que la región cuenta con un plan de contingencia para triplicar las camas de UCI si fuera necesario, Blaya reconoce que los sindicatos de médicos y enfermería están “preocupados” porque “no hay tanto personal que sepa llevar un tratamiento con respirador”. Tampoco entiende el lento ritmo de vacunación. “Me han llamado compañeros jubilados dispuestos a prestarse voluntariamente a ponerlas, así que hay manos, lo que no hay es organización logística”, se lamenta.

Otra de las comunidades peor paradas en esta semana de resaca navideña ha sido la valenciana. Con una ocupación hospitalaria del 30% (el doble del riesgo máximo) y del 47,5% en UCI, fue de las primeras en cancelar operaciones quirúrgicas para dejar paso a los pacientes de COVID. “Estamos mucho peor que en marzo, es insoportable”, explica Asunción Iturralde, secretaria de la Asociación Española de Médicos Generales en Valencia. Se acusa el agotamiento de unan ola tras otra al pie del cañón. La región casi ha duplicado su incidencia desde el día de Nochebuena, cuando registró 376 casos por 100.000 habitantes. Ahora tiene 667. Aún así, no es de las más altas del país, de ahí la importancia de atender a otros indicadores.

Desde su centro de salud, la doctora Iturralde presencia con inquietud el progresivo empeoramiento de sus pacientes. “Así como en la primera ola salían muchas PCR negativas, ahora la mayoría son positivas, también las de contactos”, explica. En su opinión, las fiestas y la incursión de la nueva variante británica en la Comunitat Valenciana han sido las principales causantes de la recaída. “El día 2 de enero había más de 120 PCR pendientes de resultado, eso ya es una barbaridad, pero el 9 de enero hubo muchísimas más”, ilustra la médico de familia como efecto de la noche de Reyes.

La positividad de las pruebas diagnósticas es otro indicador clave en esta tercera ola: mientras que un 5% es ya preocupante para los expertos, la media nacional es del 16,5%. La más alta se registra de nuevo en Valencia, con un 29,5% de los test saliendo positivos. “Hay pacientes que empeoran mucho de un día para otro y a otros que no los ves venir. He llamado varias veces a un asintomático un día y que en 48 horas esté ingresado”, relata Iturralde. Por eso, pide a la juventud que no se confíe, porque en “personas mayores se ve más clara la evolución, pero el empeoramiento más brusco se está dando en los jóvenes”.

Las previsiones, también pulverizadas

“La primera ola fue mal porque no estábamos preparados y nos faltaban equipos de protección. Ahora la afrontamos más preparados, pero no damos abasto”, resume la doctora valenciana. Sin embargo, los números que se están dando esta semana han superado cualquier previsión posible entre los sanitarios. “Los que sacan pecho político lo hacen con un desconocimiento absoluto de la realidad y del día a día”, recoge David, enfermero catalán y secretario de SATSE en la región. “Nuestras peores hipótesis eran ideales, con un número de ingresados parecido al de noviembre, pero no fue así”, reconoce Ignacio García Forcada, portavoz de SIMECAT, el sindicato médico catalán.

Asegura que las plantillas están “angustiadas” por “ver un lento goteo que nunca cesa”. Él, traumatólogo en el Hospital de Tarragona, ha visto su especialidad relegada de nuevo por culpa del coronavirus. Todos los esfuerzos quirúrgicos se están destinando a las UCI de COVID-19. “El problema del hospital es que tiene sus puertas abiertas las veinticuatro horas. Se ha intentado por todos los medios que lo más urgente siga operándose, pero los efectos de la pandemia en la salud general de la gente no se verán hasta pasados muchos años”, concluye.

Aunque no están abiertos de sol a sol, los centros de salud también han tenido que multiplicar sus esfuerzos ante la irrupción de la tercera ola. Un nuevo azote que, en el caso de Madrid, ha llegado acompañado además de la peor borrasca del siglo. “Es imposible hablar de Madrid sin el condicionante de Filomena”, sostiene Eduardo Olano, médico de Atención Primaria Madrid y portavoz de AP SE MUEVE. “El lunes, de nueve que somos en mi centro de salud de Alcorcón, estábamos tres. Los ambulatorios se han abastecido de los sanitarios que vivían en el barrio, ha sido un caos”, describe.

Después de abrirse paso con sus propias manos entre la nieve y el hielo, los profesionales se encontraron un centro de salud con las puertas congeladas, la calefacción rota y una única indicación desde la Consejería: “Hay que abrir como sea”. “Es curioso que se obligue a los médicos a acudir al centro de salud cuando no podemos hacer PCR porque no hay forma de que lleguen los resultados a los hospitales”, critica. Y no solo atienden a los contagiados por la COVID-19. En tres días, su ambulatorio ha recibido más de 40 accidentes laborales, fracturas y caídas que necesitaban intervenciones quirúrgicas provocadas por el temporal.

En cuanto al coronavirus, antes de las vacaciones Eduardo hacía una media de 60 llamadas al día. Después de Navidad ha perdido la cuenta, pero nota un claro aumento de la gente con síntomas y de sus contactos cercanos. La incidencia regional ya está en 663 casos por 100.000 habitantes. “Estamos exhaustos personal y profesionalmente”, se lamenta, aunque aún le queda algo de sentido del humor: “Vamos a pedir la declaración de zona catastrófica en Madrid, pero para la Atención Primaria”.

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