Música y protesta simultánea en 8 oficinas del paro pidiendo un “rescate ciudadano”
Pasan unos minutos de las nueve de la mañana de este jueves en Madrid, seco, muy frío y soleado, cuando un grupo de personas entra, en tropel, a la oficina de empleo de la calle Canillas, en el barrio de Prosperidad. Se dirigen al fondo de la oficina y, rápidamente, desenfundan violines, atriles, una flauta, un saxo, fotocopias y pegatinas. Están “ocupando el Inem”.
Se trata de una de las 8 acciones simultáneas que se han producido en Madrid -siete de ellas en barrios de la capital y una en el municipio de Majadahonda- convocadas por la Red por la Dignidad de los Barrios y Pueblos con el objetivo de presentar un “plan de rescate ciudadano”. Los músicos, componentes de la Orquesta Solfónica, se hacen acompañar por un buen coro de voces que, mezclados entre los empleados de la oficina y las personas que esperan a ser atendidas, cantan en voz vibrante el Canto a la libertad de Labordeta.
Los empleados se levantan de sus sillas y se suman a los aplausos, la fila para recoger número se quiebra, el ritmo de atención se ralentiza. Tres coches de Policía Nacional vigilan desde fuera, están allí esperando desde antes de las nueve. En el interior, dos vigilantes de seguridad observan con tranquilidad esta “ocupación pacífica”, como la denomina el grupo, formado por mujeres y hombres de edad, en general, superior a los 40. Una mujer, la portavoz de esta acción, sube las escaleras y, desde el punto más elevado de la oficina, lee un manifiesto en catorce puntos. catorce “medidas urgentes” que incluyen la “renta básica para toda persona en exclusión social”, “el transporte público gratuito para los desempleados y sus familias” porque “la libertad para desplazarse es imprescindible en la vida social”, “material escolar subvencionado”, “dotación económica para afrontar situaciones de emergencia en los hogares” o la “suspensión del pago de los impuestos municipales” para aquellos contribuyentes en estado de precariedad.
Esta mujer está, precisamente, en paro, y la oficina en la que ha alzado su voz es la misma donde va a fichar su tarjeta, donde va en busca de ofertas de empleo en su sector, que es el del teatro, o de cursos de formación, de los que afirma ya no haber nada. Otra mujer ha venido provista con dos termos de café con leche, del que va repartiendo tazas calientes a las personas que esperan. Nadie dice que no, salvo los policías, con quien también lo intentan. Cuando termina la lectura del manifiesto se convoca a una Asamblea en Sol el domingo 10 de febrero. Uno de los vigilantes se acerca a la portavoz y le advierte que no se apoye mucho en la escalera, que se puede caer. Ella aprovecha el gesto del vigilante para llevarle a su terreno: “gracias -le dice- por cuidar de nosotros”. El empleado de seguridad se lleva un tímido aplauso. Un cargo de la oficina se acerca a los ocupantes: “estoy de vuestro lado, pero no me hagáis pasar por el mal trago de pediros que os vayáis”. Lo entienden, le agradecen y con tranquilidad se desaloja la oficina.
Media hora después, cuando esta toma simbólica de la oficina del paro ha terminado, la cola es mucho mayor que antes. Varias personas se quejan del retraso por temor a les caduque el tique que permite aparcar en la calle o porque llegan tarde a su cita. En general, la gente está sorprendida, recogen los manifiestos y pegatinas, no acaban de encajar en su rutina diaria lo que acaban de ver. “Esperamos que esto os haga reflexionar sobre lo que nos están haciendo”, les pide la portavoz, a modo de despedida.