No es igual ir a la playa siendo gorda o sin depilar: la violencia estética que visibiliza la nueva campaña de Igualdad
No es lo mismo ir a la playa siendo una mujer delgada que siendo gorda, ni es igual ir teniendo un cuerpo con dos pechos que habiendo sufrido una mastectomía de uno de ellos ni tampoco ser una mujer que va con pelos en las piernas o las axilas que acudir depilada. Debería dar igual, pero aún un canon de belleza inalcanzable para la mayoría da validez a los cuerpos que lo reproducen y excluye a los que se alejan de él. Es lo que se ha popularizado como violencia estética, una realidad que este verano ha querido visibilizar una nueva campaña del Ministerio de Igualdad que ha suscitado polémica en redes sociales.
El cartel, diseñado por Arte Mapache, muestra a cinco mujeres disfrutando de un día de playa. Con estrías, sin depilar, con un solo pecho, con celulitis, gordas... Y bajo el lema “El verano también es nuestro”. El objetivo es “reivindicar la diversidad corporal y el derecho de todas a disfrutar del espacio público” y surge como respuesta “a la gordofobia y al cuestionamiento de los cuerpos no normativos, particularmente los de las mujeres”, que se “incrementan” en verano, apunta el Instituto de las Mujeres, impulsor del proyecto.
La campaña ha desatado una oleada de críticas (casi una norma con la mayoría de las iniciativas que parten de la ministra Irene Montero). En este caso banalizan y ridiculizan el mensaje, con comentarios que le acusan de “crear un problema donde no existe” o apuntan a que ya las mujeres no normativas acuden a la playa “y nunca ha pasado nada” mientras muchos dan irónicamente las gracias a la ministra.
Claro que hay un problema, lo que pasa es que ha estado mucho tiempo silenciado. Hay un problema en esta sociedad con los cuerpos de las mujeres y su apariencia física
Se repite incluso que ha costado 84.500 euros, pero la cifra se refiere a la única campaña institucional anual con inserción en medios que tendrá el Instituto, que versará sobre estereotipos de belleza el próximo otoño. Esta, sin embargo, ha costado 4.990 euros, según especifica el Ministerio.
“Claro que hay un problema, lo que pasa es que ha estado mucho tiempo silenciado. Hay un problema en esta sociedad con los cuerpos de las mujeres y su apariencia física, relacionado con la exigencia de entrar en un estándar concreto respecto al peso, la piel, el pelo, la edad... De hecho, hay un problema si la gente realmente cree que no lo hay y da cuenta de cómo hemos normalizado la violencia estética y la gordofobia hacia las mujeres. Lo único nuevo es que lo estamos hablando y denunciando”, señala la agente de igualdad y fundadora de la plataforma Stop Gordofobia, Magdalena Piñeyro.
De hecho, son contadas las representaciones culturales y sociales que muestren cuerpos diversos. No es fácil encontrar mujeres con mastectomías, gordas o sin depilar. La última vez fue el pasado mayo, con un anuncio de bikinis de la empresa Roxy que mostraba a varias mujeres en bañador de diferentes tallas y formas de cuerpo. La publicidad se hizo viral y se acusó a la empresa de hacer “apología de la obesidad”, algo que se ha repetido con la campaña de Igualdad. “No estamos buscando imponer un cuerpo, que es precisamente lo que hace la sociedad gordofóbica con los cuerpos delgados; ni hablamos de imponer un modelo, sino de que no exista ninguno, que todos los cuerpos tengamos derecho a vivir en paz, a cuidarnos y a existir”, responde la activista.
Un ideal inalcanzable
El término violencia estética, popularizado en los últimos años, fue acuñado en 2012 por la socióloga Esther Pineda y se refiere “al conjunto de narrativas, representaciones, prácticas e instituciones que ejercen una presión perjudicial y discriminación” hacia las personas, especialmente mujeres, “para responder al canon de belleza imperante”, explica Pineda en conversación con elDiario.es. Este patrón estético “exige feminidad, blanquitud, juventud y delgadez” y quienes no responden a él “están expuestas a la crítica, la descalificación, la ridiculización, la burla, la humillación o la exclusión”, añade la autora de Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer.
El patrón estético exige feminidad, blanquitud, juventud y delgadez y quienes no responden a él están expuestas a la crítica, la descalificación, la ridiculización, la burla...
Las investigaciones que visibilizan esta cuestión son aún incipientes y apenas hay datos, pero se trata de una experiencia compartida por la inmensa mayoría de las mujeres. “También lo sufren los hombres, pero es más habitual en nosotras porque la presión que hemos recibido históricamente es mayor.
El ideal es estar delgada, no tener arrugas ni canas, celulitis o estrías, no tener pelos... Y se transmite a través de diferentes mensajes de forma cotidiana, lo encontramos en todas partes, desde la publicidad a las redes sociales o los medios“, apunta Noemí Conde, psicóloga del equipo Desnúdate. Autoestima Corporal, especializado en acompañar a personas en conflicto con su cuerpo.
La cuestión es que la imposición de ese ideal de belleza tiene como uno de sus efectos más tangibles que quienes no entran en él busquen hacerlo. Como detalla Pineda en su libro La violencia estética: una nueva forma de violencia contra la mujer, los cuerpos 'perfectos' que hay que alcanzar “no son más que cuerpos ficticios, irreales, concebidos como ideal” al tiempo que “las particularidades físicas de las mujeres son denominadas 'imperfecciones' llamadas a ser intervenidas y suprimidas, o en el menor de los casos, corregidas”.
'Gordofobia' que limita
Aunque la violencia estética afecta a todas las mujeres, no impacta en todas por igual. “Cuanto más cerca estás de ese canon, menos te expones, pero cuanto más te alejas, esa violencia se incrementa”, ilustra Conde. Esto hace que a muchas mujeres que no están delgadas les dé vergüenza o miedo mostrar su cuerpo y el verano se convierta en un momento temido.
“Vestida puedes 'disimular' aquello que para la sociedad debería ser oculto, pero en bikini sentimos que evidenciamos lo alejadas que estamos del estereotipo. Hay mujeres que lo pasan realmente mal y con la terapia intentamos que, como mínimo, puedan sentirse dignas de ir a la playa”, añade la psicóloga.
Es algo que viven en su propia piel las personas gordas, que según ha descrito la Organización Mundial de la Salud suelen ser “objeto de estigmatización” y “sufren sesgos, prejuicios y discriminación social”. En este sentido, Piñeyro diferencia la “gordofobia”, que define como un sistema de discriminación hacia las personas gordas, de la violencia estética, que afecta principalmente a mujeres. “Ambas se entrecruzan y hacen que las mujeres gordas nos enfrentemos a una doble violencia”, asegura.
La presión por cambiar y ocultar el propio cuerpo suele acompañarlas prácticamente desde que son niñas y adolescentes y los efectos en la salud mental los ve Conde diariamente en consulta. La autolimitación en lo cotidiano es quizá una de las consecuencias más palpables: “Van cerrándose cada vez más esferas de la vida hasta el punto de dejar de ir a comer con amigas, a bailar, a la playa...”, detalla. De ahí que el mensaje de la campaña de Igualdad incidiendo en que acudir a esta última es un derecho de todas cobre especial relevancia.
“Las personas gordas nos sentimos observadas en estos espacios y sentimos que no son lugares para nosotras porque toda la vida nos han educado para tapar nuestro cuerpo. Hay personas gordas que en verano ni se atreven a ponerse una camiseta de tirantes o un pantalón corto, mucho menos se van a atrever a ponerse en bikini e ir a la playa. Nuestra relación con la playa o la piscina es bastante dolorosa y a veces inexistente”, ilustra Piñeyro.
Por eso, una de las formas de combatir la violencia estética es precisamente impulsar narrativas, discursos e imágenes que fomenten y representen la diversidad corporal. Es algo que lleva un tiempo haciendo el Instituto Canario de Igualdad, que acaba de celebrar las terceras jornadas sobre gordofobia y, con la llegada del verano, ha puesto en marcha un “decálogo por los cuerpos diversos” con un mensaje que reproduce la campaña de Igualdad que celebran las expertas y activistas. Aun así, al contrario que quienes lo han criticado, reclaman que el cartel de la polémica sea solo el primer paso.
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