Una semana viviendo sin luz: “Siento que no tengo derechos, me tratan como a un trapo”
Aurora está aprendiendo a vivir en la oscuridad. La primera noche que pasó sin luz se cayó al ir al baño. Aprendida la lección, la segunda ya contaba con unas velas que había bajado a comprar a un bazar del barrio ese mismo día. La tercera se pudo iluminar ya con una linterna que le prestó una amiga. “Me trajo una expresamente para que no encendiese las velas. Vino muy preocupada por los casos de señoras que habían muerto por un incendio causado de esta forma”, explica.
Este viernes se ha cumplido una semana desde que esta mujer de 58 años, y con una discapacidad reconocida del 50%, vive sin luz. Aurora asegura que no se llega a acostumbrar a la oscuridad, todavía alguna mañana, nada más despertarse, pulsa el interruptor esperando que su cuarto se ilumine. “Inconscientemente sigo dando al botón y enseguida me doy cuenta: 'Me cago en la leche, si no tengo luz'”, advierte.
“Sin luz no se vive, se sobrevive. Es una pesadilla. No tengo calefacción, no tengo agua caliente, no puedo cocinar. No se puede hacer nada. Tuve que tirar toda la comida del frigorífico, cargo el móvil en casa de la vecina y con este problema me paso todo el día al teléfono para solucionarlo. No te das cuenta de la importancia de los suministros hasta que vives sin ellos”, apunta esta vecina del madrileño barrio de Tetúan.
Vive en un piso propiedad de la Sareb, al que llegó hace dos años gracias a un alquiler social, tras ser desahuciada de su casa. Durante el día su vivienda no tiene problemas de luz. El sol ilumina la mayor parte de las habitaciones y a ella, en circunstancias normales, esa luz le permite seguir pintando. Tiene el inmueble repleto de cuadros. Algunos a medio hacer y muchos de ellos ya empaquetados se apilan en el pasillo, en busca de algún comprador interesado. “Una misión imposible, actualmente”, replica. Sin embargo, una vez que cae el sol todo entretenimiento desaparece. “Solo puedo llorar y dormir”, argumenta.
Como la venta de cuadros se complicó con el azote de la crisis, Aurora se quedó sin ingresos. Un mes después de ser desahuciada de su casa, obtuvo la Renta Mínima de Inserción (RMI), 400 euros mensuales con los que sobrevive. Hasta el pasado viernes, pensaba que solo tenía que destinar parte de esa cantidad a pagar el alquiler, asegura que desconocía que ella se tuviese que hacer cargo del abono de los suministros. “Cuando llegué al piso en la sucursal del banco me dijeron que se harían cargo de todo y hasta ahora no había pagado ningún recibo. Pero tampoco había recibido notificación de que tuviese una deuda con Iberdrola. Estaba tan tranquila”, expone. Aunque ella asegura que le dijeron eso, en su contrato con la Sareb pone que es el inquilino quien se hará cargo del suministro eléctrico.
Corte de luz sin previo aviso
No fue hasta el viernes pasado cuando viendo la televisión se enteró sin previo aviso que tenía un expediente abierto por la compañía eléctrica. “De repente se apagó. A las dos de la tarde me cortaron la luz. Justamente lo hicieron un viernes. Bajé a ver los contadores y me di cuenta de que el mío se lo habían llevado. Me pasé toda esa tarde llamando a todo el mundo. No paraban de pasarme de un lado para otro. No entendía nada”, apunta.
Ese fin de semana no pudo hacer nada y el lunes comenzó con las gestiones para saber qué había pasado. “Un inspector me dijo que vinieron a cortarme la luz porque había estado enganchada entre 8 ó 9 años. Yo le informé de que solo llevaba aquí dos años y me dice que me van a hacer el favor y que tendría que pagar un año de facturas, 1.515 euros”, asegura.
La versión de Iberdrola coincide con la de Aurora. Desde su departamento de prensa aseguran que se produjo el corte “por un enganche directo a la red” y que en este suministro no ha habido un contrato desde el año 2008. Asimismo, relatan que en este caso no tienen en cuenta que el inquilino esté en riesgo de exclusión social “porque no es cliente”. En los casos por impago, las eléctricas tienen un convenio firmado con la Comunidad de Madrid para intentar evitar que familias en riesgo de exclusión social se queden sin suministro.
Sin embargo, desde la eléctrica aseguran que en este caso no se aplica porque Aurora nunca ha suscrito un contrato con la compañía. Además, reseñan que en estos casos no avisan del corte de luz a los afectados porque los enganches son “un fraude” y en estas situaciones Iberdrola actúa como “distribuidora y no como comercializadora”.
En el contrato de Aurora, al que ha accedido eldiario.es, queda claro que en el precio del alquiler “no se incluyen los consumos de suministros” y que debe ser el arrendatario el que los abone. Esta mujer asegura que ella pensaba que la entidad bancaria estaba pagando esas facturas y por eso tenía luz.
“Nosotros no afrontamos el alta de los suministros y en ningún caso asumimos costes de agua o de luz”, inciden desde el departamento de prensa de la Sareb. Además, aseguran que a pesar de ser los caseros no se encargan de revisar los suministros antes de que entren los inquilinos. En este caso, antes de la llegada de Aurora, la luz llevaba varios años enganchada de forma irregular, según confirman desde Iberdrola.
Deuda de 1.515 euros
La solución que la eléctrica propone a Aurora requiere que afronte la mitad de la deuda, algo más de 700 euros, en un solo pago. Una vez que Aurora se ha enterado de esta situación, no se niega a pagar, pero solicita que le dividan la deuda en pequeñas cantidades para poder hacer frente y recuperar la luz cuanto antes. “No pueden pedirme un dinero que yo no tengo, me piden algo imposible y al final me abocan a vivir en la ilegalidad, eso trae más problemas y más problemas”, reseña.
Esta mujer ha recabado 300 euros para hacer frente a esa cantidad, gracias a las aportaciones de compañeros de los colectivos sociales del barrio de Tetuán. También ha pedido una ayuda a los servicios sociales municipales. “¿Voy a vivir sin luz hasta que consiga 700 euros? Siento que no tengo derechos, me tratan como a un trapo”. Quiere que su “pesadilla” en la oscuridad termine cuanto antes y pide “empatía” a la compañía eléctrica porque con los 400 euros que ingresa, pasará varias semanas con linternas y a base de bocadillos fríos hasta acumular la cantidad requerida.