¿Y si el apagón hubiera ocurrido en plena ola de calor?: “Como no hagamos nada, vamos a tener ciudades invivibles”
Estás volviendo a tu casa y empiezas a escuchar a los vecinos de tu calle decir que se ha ido la luz. ¿Sólo habrá sido en tu zona? En tu bloque también están fuera, comentándolo. Hablan sobre que están incomunicados: no llegan los mensajes que envían. Para cuando entiendes que se trata de un apagón generalizado, los aires acondicionados y ventiladores de vuestros pisos llevan ya casi una hora apagados. Estáis en medio de una ola de calor en una ciudad como la de Sevilla, y mediante la radio os percatáis de que esto podría durar varias horas.
En las ciudades más tórridas de España (la mayoría están situadas en Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Murcia o la Comunitat Valenciana), mucha gente depende de los sistemas de refrigeración para pasar el verano. Por ejemplo, en la capital andaluza, según datos de Idealista, el 75% de las viviendas tiene instalado uno. A nivel nacional esta cifra desciende al 41%.
¿Qué hubiera pasado si el apagón hubiera ocurrido en plena ola de calor? ¿Hubiéramos estado preparados? ¿Está nuestro territorio acondicionado para permitirse prescindir de estos sistemas de refrigeración y, aun así, lograr garantizar la salud de las personas?
Hacinamiento, hospitales, trenes
“Mi principal preocupación serían esas viviendas donde vive más de una familia y en malas condiciones”, asegura Marta Olazabal, ingeniera ambiental e investigadora responsable del grupo de adaptación al cambio climático en el Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3).
Después, asegura la experta, pensaría en los hospitales. Pese a que cuentan con generadores, así como ocurre con las residencias, se imagina que “quizás se priorizarían cierto tipo de necesidades energéticas antes que el confort térmico. Simplemente por prioridad. Entonces ahí podría haber también bastantes problemas”.
En el apagón de abril, 116 trenes con hasta 35.000 personas a bordo quedaron varados. Seis horas después aún quedaban 26 trenes por evacuar. Algunos de ellos se encontraban en túneles.
También apunta a situaciones como las que se darían en los trenes. En el apagón de abril, 116 de ellos con hasta 35.000 personas a bordo quedaron varados. Pese a que la mayoría de los pasajeros pudieron salir al poco tiempo, seis horas después aún quedaban 26 trenes por evacuar. Algunos de ellos se encontraban en túneles.
A Pilar Serrano, presidenta de la Asociación Madrileña de Salud Pública (AMaSaP), sobre todo le preocuparían escenarios como el de “un anciano que vive en un cuarto piso, donde obviamente el ascensor no funciona, la casa es un infierno y no puede bajar por la escalera. Tendría que ir alguien a ayudarle, a comenzar a aplicarle paños de agua fría”.
“Si fuese un apagón que durase 24 horas encontraríamos las fórmulas de minimizar los daños, pero sí que es verdad que con estas temperaturas podría haber muertes. Sin embargo, quiero pensar que si pasara ahora tendríamos claro que no se acaba el mundo, que hay estrategias, y buscaríamos el apoyo mutuo”, sostiene Andreu Escrivà, ambientólogo.
Que no cunda el pánico
Pese a los escenarios más graves, Serrano está de acuerdo con Escrivà: “Las olas de calor son, desde luego, muy peligrosas: matan. Pero el apagón fueron 8 o 12 horas. Una ola de calor cuando ya realmente va teniendo un impacto claro en la mortalidad es cuando se trata de días sostenidos de forma consecutiva”.
“Esa es una cuestión un poco tranquilizadora porque una cosa es sentir el calor y otra que tenga un impacto en la vulnerabilidad biológica” —se refiere a aquellas personas especialmente sensibles al calor, como los menores, las embarazadas, las personas de más de 65 años, o aquellas con una enfermedad crónica—.
A mí lo que me preocupa no es que haya un nuevo apagón, sino otro tipo de situación
La cosa se pondría seria en este sentido a partir del tercer día de apagón. De lo contrario, y bajo la condición de que todas las personas mantuviesen las recomendaciones frente a la ola de calor, explica, “no tendría por qué haber una exacerbación de la demanda hospitalaria”.
“A mí lo que me preocupa no es que haya un nuevo apagón”, apunta. Le atormenta más otro tipo de situación: “No creo que ello tuviera un impacto en la salud peor del que vamos a tener sostenidamente y de manera creciente por el cambio climático y por la falta de políticas orientadas a los determinantes ambientales y sociales de la salud”.
Crisis climática y vulnerabilidad social
Para algunos, imaginarse una situación así puede parecer rocambolesco. Para otros, como aquellos que residen en lugares como la Cañada Real (Madrid), es un día como cualquier otro. Se estima, además, que el 43% de la población empobrecida de España no puede mantener su vivienda lo suficientemente fresca en verano. En un contexto de crisis climática, donde cada año se baten récords de temperatura, esto es algo alarmante.
Hay personas, generalmente migrantes, que tienen trabajos expuestos en las horas centrales del día o que tienen trabajos esenciales y no pueden permitirse no ir a trabajar
Serrano pone en el centro a esta parte de la población: “Hay personas, generalmente migrantes, que tienen trabajos expuestos en las horas centrales del día o que tienen trabajos esenciales y no pueden permitirse no ir a trabajar”. Y esto no es inocuo: los primeros días del verano ya se están cobrando múltiples vidas. Quizás la más sonada sea la de la mujer del servicio de limpieza del Ayuntamiento de Barcelona que trabajaba a pleno sol pese a haber reportado encontrarse mal.
Es por este motivo que la experta explica que no basta con cada año hacer recomendaciones para sobrellevar individualmente las olas de calor, como beber agua o estar a la sombra. “Hay que desarrollar medidas que vayan a factores estructurales. Tenemos que rediseñar muchos de los trabajos por el cambio climático que tienen grandes exposiciones. Solo estamos poniendo parches”, asegura.
Un país no adaptado al cambio climático
España, en general, no está preparada para el cambio climático. Tan solo en 2023 y 2024, 10.520 personas fallecieron en nuestro suelo por problemas relacionados con las temperaturas extremas. Y el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) lleva años presentando datos que lo dejan claro: la inmensa mayoría de viviendas no son eficientes energéticamente. Eso significa, entre otras cosas, que no tienen un buen aislamiento térmico.
Y, pese a que una parte de los fondos Next Generation de la Unión Europea estaban destinados a ayudar a suturar este problema mediante el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, a 2025 solo se ha ejecutado el 42% de esta rehabilitación, concluye un informe de Caixabank Research. El plazo para lograr lo propuesto finaliza el año que viene. Los procesos burocráticos en las comunidades autónomas —falta de personal técnico, tramitaciones lentas, colapso administrativo— estarían dificultando la correcta ejecución de las ayudas.
Muchos de los refugios climáticos actuales dependen del aire acondicionado
Más allá del espacio privado, es crucial el público: “No puedes enfocar todos tus esfuerzos a renovar la edificación y tener fuera un espacio público desértico, sin verde, motorizado, asfaltado”, profundiza Olazabal. “Hay que generar estructura verde, que no se trata de ‘cuatro árboles mal puestos’, sino de espacios donde realmente se generen esos ‘oasis’, en los que verdaderamente se sienta una reducción de la temperatura. Esto es importante porque muchos de los refugios climáticos actuales sí dependen del aire acondicionado, porque son en interior”.
Es más fácil de lo que creemos
“Cuanto más verde, cuanto menos cemento y coches, cuantos más espacios frescos no ligados al consumo energético, más capaces seríamos de enfrentar una situación como la de un apagón en medio de una ola de calor”, afirma Escrivà. “Estamos, en general, muy lejos de ese tipo de ciudad y, a la vez, es una ciudad muy factible. Es decir, este tipo de transformaciones en el espacio público son tremendamente sencillas de realizar a nivel técnico”.
Como no hagamos nada súper transformador en los próximos 5, 10 años, vamos a tener ciudades que van a ser invivibles
El ambientólogo considera “indignante” que las localidades no estén ya adaptándose “activamente y a toda leche” a estas condiciones. “Como no hagamos nada súper transformador en los próximos 5, 10 años, vamos a tener ciudades que van a ser invivibles. Creo que a algunos responsables políticos les hace falta que sea la ciudadanía la que exija esto”.
Piensa que en el Norte global estamos acostumbrados a creer que somos invulnerables, que los grandes desastres ocurren en el Sur global: “Cuando vemos que la gente está muriendo por calor, pensamos que a nosotros no nos va a pasar, porque tenemos nuestro aire acondicionado o nuestra ‘piscinita’, pero es que tampoco nos estamos adaptando”.
“Para que realmente nos afecte lo menos posible tenemos que hacer algo. Europa se calienta el doble de rápido que la media mundial. El Mediterráneo es un punto caliente del cambio climático. Nos estamos achicharrando. Esto va de aquí, va de ahora, y no podemos pensar que no nos va a afectar, porque ya nos está afectando, porque ya está muriendo gente”, insiste. “Empecemos a pensar que esto no es una broma. Los gobiernos al final, si la ciudadanía estuviera en un activismo potente y serio, darían giros a sus políticas”, concluye Serrano.
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