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La soledad no deseada afecta a uno de cada cuatro jóvenes en España

Una persona joven, con su móvil. EFE/Manuel Bruque

Sofía Pérez Mendoza

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Cuando uno piensa en la soledad no deseada, la imagen que aparece casi siempre es la de una persona mayor que vive sola y tiene relaciones sociales limitadas. Sin embargo, varios informes publicados en el último año empiezan a constatar que la soledad es un sentimiento que atraviesa a la juventud con mayor dureza que a la población de más edad. Y que además está muy relacionada con la desigualdad. Tiene que ver con si llegas o no a fin de mes, si tienes trabajo o éxito en los estudios.

La Fundación Once con la colaboración de Ayuda en Acción ha publicado el primer estudio sobre soledad no buscada centrado únicamente en los jóvenes, con resultados nada desdeñables: una de cada cuatro personas de 16 a 29 años en España se siente sola (25,5%) y la mayoría (un 75%) mantiene este sentimiento desde hace más de un año. Además, si hablamos de quienes lo han experimentado alguna vez en su vida, el porcentaje aumenta hasta el 69%.

El trabajo, realizado por el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada a través de entrevistas por teléfono a 1.800 personas, confirma que afecta más a las mujeres (31,1%) que a los hombres (20,2%) y sitúa la incidencia más alta entre los 22 y los 27 años.



“La soledad es una cuestión política y debemos decirnos de manera clara que cuando hablamos de esto no hablamos de un hecho privado. Es una condición que tiene que ver con el sufrimiento personal, pero las causas, los impactos y las soluciones no pueden ser descargadas en el buen o mal destino del individuo”, ha asegurado la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, que ha acudido a la presentación del informe.

Para Matías Figueroa, director de programas de Ayuda en Acción, “los datos nos dicen que se trata de un tema que requiere atención específica, pero está invisibilizado y a veces es difícil de identificar porque es multicausal”. Es un fenómeno complejo y subjetivo sobre al que hay que actuar previniendo y no “reactivamente”, sostienen las organizaciones.

En especial porque las cifras advierten de la persistencia de la soledad en el tiempo. No es algo ocasional: la mitad de las personas que dicen sufrirla están en esa situación desde hace más de tres años. “Es un problema de largo alcance que no atiende a momentos puntuales como el coronavirus sino a fenómenos estructurales que pasarán a la sociedad factura en los próximos años. Se da un efecto cicatriz y ahí es más difícil atacar las consecuencias”, sostiene Figueroa.



Vamos primero con las certezas. La pobreza y el desempleo están en el punto de mira del estudio que, aunque no ha identificado ningún factor “que cause soledad con certeza, sí ha confirmado que existen situaciones que pueden empujarla. La prevalencia es el doble entre quienes tienen dificultades económicas (36%) que entre los que llegan con facilidad a final de mes (19,4%) y la sufren más (cinco puntos por encima) las personas que no tienen empleo que las que estudian o trabajan.

Carecer de una trayectoria laboral que cumpla con las expectativas influye mucho en la soledad para ocho de cada diez encuestados, y también no tener un título para trabajar en lo que se desea. Lo educativo, por tanto, está entrelazado: la incidencia entre quienes han repetido curso es diez puntos mayor. A más nivel educativo, menos soledad.

“Se ha construido un relato de que los jóvenes deben acostumbrarse a vivir en la incertidumbre y que son blandos y vagos. Lo que debemos construir con las políticas públicas es una red que dé herramientas, seguridad y autoestima para vivir con confianza”, analiza Figueroa. En general, las personas que sufren soledad no deseada “tienen un grado de preocupación mucho más elevado sobre su futuro y sus metas personales y profesionales”, apunta el estudio.

Es una realidad confirmada por los datos que la juventud española sufre más pobreza (22,4% está en riesgo) que la población general (20,4%). Las organizaciones también recuerdan que la tasa de paro de la juventud de 16 a 29 años “se duplica respecto al resto de la población” y el acceso a bienes básicos “está lejos de garantizarse”.



La mala salud mental también está directamente relacionada con sentirse solo o sola. Casi ocho de cada diez de las personas jóvenes que se sienten solas tienen problemas de ansiedad frente al 35% de las que no conviven con esa sensación. Pasa lo mismo con la autoestima: hay el triple de personas con un bajo autoconcepto entre quienes se sienten solos (35,4%) que entre los que no (10,6%). Asistir a terapia psicológica, además, es un elemento protector contra la soledad.

Más soledad entre personas LGTBI

Cuando preguntan a los encuestados cuáles son los motivos que les conducen a encontrarse así, el más repetido es las dificultades para relacionarse con los demás (13,5%), seguido de “siento que no encajo” (11,3%) y “no tengo amigos” (9,5%). En la lista también ocupan un puesto relevante “no tengo tiempo” (5,8%) y “no tengo pareja” (4,4%). El 71% de las personas que reconocen sentirse solas sufren la emoción “con frecuencia” y una de cada tres especialmente por las noches.

El estudio advierte, asimismo, de una prevalencia mayor en personas del colectivo LGTBI –la soledad no deseada es casi el doble que entre jóvenes heterosexuales, 39,7% frente a 22,7%– y entre población migrante o de familia nacida en el extranjero –32,8% vs. 23,3%–. También más de la mitad de la juventud con discapacidad se siente sola (54,2%). Se da el doble que entre las personas sin discapacidad.



Pero el trabajo destaca especialmente cómo se relaciona el acoso escolar o laboral con la sensación de aislamiento. Los resultados arrojan, en primer lugar, una frecuencia altísima de estas situaciones entre la juventud: a cuatro de cada diez les ha pasado alguna vez. Y además, hay el doble de personas que han sufrido estas experiencias en el grupo de los que se sienten solos.

Pedir ayuda incomoda

Las relaciones con los amigos son las que tienen más impacto en la soledad juvenil, concluye el estudio. Pero no se debe confundir soledad con aislamiento social. Uno puede sentirse solo rodeado de gente. De hecho, casi la mitad de los jóvenes que admitieron sentimientos de este tipo no están insatisfechos con el número de amigos que tienen. La otra mitad sí y es un dato mucho mayor que entre los que no se sienten solos (14%).

Además, pedir ayuda por este motivo incomoda. Aunque nueve de cada diez aseguran tener a alguien a quien acudir si hay problemas, solo una persona de cada tres se encuentra confortable contando su soledad y pidiendo una mano. En la etapa de la juventud, contextualiza Figueroa, las amistades “es lo que más influye” porque se vive una transición que implica “alejarte de la familia para empezar un camino más acompañado de amigos, que adquieren un gran significado”.

Lo corrobora la Encuesta del Empleo del Tiempo del Instituto Nacional de Estadística. La adolescencia es aún un tiempo que pasamos muy acompañados de nuestros progenitores o tutores y, a medida que avanzamos hacia la primera juventud, aumenta la porción de día que estamos solos aunque también el tiempo que invertimos con los amigos y amigas. La situación, sin embargo, se revierte en la treintena con la llegada de parejas e hijos. Con la familia, tiene más impacto respecto a la soledad la calidad de las relaciones, no tanto la cantidad, según el estudio.

Desmontando hipótesis

En tiempos de teletrabajo y redes sociales, lo presencial ayuda a sentirse menos solo. Las relaciones en persona son más frecuentes entre quienes no tienen problemas de soledad (79%) que entre los que se sienten más aislados (un 55,9%), pero no existen casi diferencias en el uso de las redes sociales entre un grupo y otro, aunque la mayoría asume que estar demasiado pendiente del móvil puede tener un efecto.

Es una las hipótesis que desmonta el estudio presentado este jueves. Otra, esperable y que no se cumple, es que las personas de grandes urbes o pequeños pueblos podrían sentirse más solas. La mayor concentración de estos sentimientos se da en jóvenes de municipios de tamaño medio (de 50.000 a 500.000 habitantes).

Tampoco hay una relación directa entre la soledad y la emancipación tardía –de media una persona joven deja la casa de su infancia a los 30,3 años–. Los que viven con sus padres o tutores, de hecho, tienen menos sentimientos de soledad que los que viven en un piso compartido o en su propia casa, de acuerdo con los resultados del trabajo de la Fundación Once.

Gráficos de Yuly Jara

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