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Europa discute sin descanso el cambio de hora y la investigación más completa hasta ahora solo añade más dudas

El Gobierno no ha tomado una decisión definitiva pese al informe de expertos y a las encuestas

Héctor Farrés

6 de octubre de 2025 13:20 h

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Los relojes giran dos veces al año en Europa y en Estados Unidos bajo un sistema que parecía práctico en sus inicios y que hoy desata un debate interminable. El cambio de hora se presenta oficialmente como una herramienta para ahorrar energía y ajustar el ritmo de la sociedad a la luz disponible, aunque con los años se han acumulado dudas sobre su utilidad real.

La polémica sigue abierta porque nadie ha logrado acordar una solución definitiva, y al final el hábito de modificar los relojes en primavera y otoño continúa vigente pese a los argumentos en contra.

Un estudio de Stanford plantea que un horario estable mejoraría la salud pública

Las dudas sobre la conveniencia de mantener este sistema han impulsado una investigación de la Universidad de Stanford publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. Sus responsables analizaron los efectos de tres políticas distintas: horario de verano fijo, horario estándar fijo y cambio bianual.

El equipo concluyó que cualquiera de las dos opciones permanentes resulta más saludable que mantener los ajustes estacionales. Según el profesor Jamie Zeitzer, “mantener el horario estándar o el horario de verano es definitivamente mejor que cambiar dos veces al año”.

Los investigadores concluyen que tanto mantener siempre el horario de invierno como el de verano sería más beneficioso

Sus cálculos estiman que el horario de invierno evitaría unos 300.000 casos de ictus anuales y reduciría en 2,6 millones la cifra de personas con obesidad en Estados Unidos, mientras que el horario de verano alcanzaría aproximadamente dos tercios de esa mejora.

La luz marca el ritmo interno y altera funciones básicas del cuerpo humano

El núcleo de estas conclusiones se apoya en la importancia de los ritmos circadianos. El cuerpo humano dispone de un reloj biológico de algo más de 24 horas que regula funciones tan básicas como el sueño, el apetito o el sistema inmunitario. Cuando la luz se recibe en horarios que no encajan con ese reloj, el organismo se desajusta. “Cuanta más exposición a la luz se recibe en momentos inadecuados, más débil es el reloj circadiano”, explicaba Zeitzer en la nota difundida por Stanford.

En ese sentido, la luz matinal adelanta el ciclo y lo acerca a la duración del día, mientras que la luz vespertina lo retrasa. De ahí que priorizar la primera favorezca la sincronización de la mayoría de la población. Curiosamente, las personas madrugadoras, que suponen en torno al 15% de la población, se adaptarían mejor a un horario de verano estable porque su reloj interno es algo más corto.

La investigación de Stanford también reconoce sus limitaciones. Los modelos aplicados se basan en un comportamiento regular que en la vida real muchas veces no se cumple, ya que los hábitos de sueño y exposición a la luz varían entre individuos. Además, no incorpora factores como la meteorología o el tiempo real pasado al aire libre. Incluso así, los autores sostienen que este análisis constituye la aproximación más completa hasta ahora, al menos en el contexto norteamericano.

España mantiene el hábito de atrasar y adelantar los relojes sin un acuerdo político

El debate en España y en Europa tiene sus propios matices. La directiva comunitaria de 1981, incorporada en España en 2002, obliga al doble cambio anual y todavía no ha sido modificada. En 2018, la Comisión Europea propuso acabar con esta práctica y planteó que cada país decidiera qué huso horario mantener de forma permanente, pero la iniciativa quedó atascada.

Algunos gobiernos, como el de Portugal, expresaron su rechazo frontal, mientras que Alemania y varios países del norte defendieron la idea de fijar un horario único. Lituania incluso ha anunciado que quiere reabrir la cuestión en 2027, cuando asuma la presidencia del Consejo de la Unión Europea.

El debate europeo está bloqueado pese a los intentos de reforma de la Comisión

En España tampoco se ha tomado una decisión definitiva. Según una encuesta del CIS en 2018, el 65% de los ciudadanos prefería mantener de forma permanente el horario de verano. Ese mismo año el Gobierno creó un comité de expertos que elaboró un informe en el que desaconsejaba adoptar una medida rápida sin consenso ni comunicación adecuada, y planteaba analizar al mismo tiempo los usos sociales del tiempo.

De hecho, la subdirectora de Time Use Initiative, Ariadna Güell Sans, señalaba en Euronews que “se creó en una época en la que no existía Internet y en la que el consumo de energía era bastante diferente al actual”. Sus palabras reflejan cómo la idea original de ahorrar electricidad en iluminación resulta menos convincente en un contexto con nuevas tecnologías y autoconsumo.

Los españoles seguirán moviendo las manecillas en los próximos años. El BOE ya ha fijado las fechas de los cambios hasta 2026, con la próxima cita el 26 de octubre de 2025. Todo apunta a que, salvo sorpresa política, habrá que esperar a otra década de discusiones para que Europa decida si finalmente se detiene este hábito. Y quizá en ese momento la pregunta ya no sea qué hora marcarán los relojes, sino cuánto tiempo más va a durar esta costumbre sin un acuerdo claro.

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