Así extraían dientes animales hace miles de años sin herramientas modernas y sin destrozarlos

El hallazgo de más de 2.000 dientes reveló una costumbre funeraria que perduró durante miles de años

Héctor Farrés

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El cráneo todavía estaba tibio cuando empezaron a girar los dientes con los dedos. Unos se resistían más que otros, pero había que insistir. A veces bastaba con apretar y empujar hacia los lados. Otras, la raíz seguía encajada y solo salía con ayuda. Aquel momento no era extraño: quienes participaban en estas tareas sabían lo que hacían. Lo importante era sacar la pieza entera, sin romper la corona ni dañar el esmalte. En el yacimiento de Zvejnieki, en Letonia, esto fue una costumbre sostenida durante más de 4.000 años.

Sacar dientes sin romperlos fue una destreza común en el norte de Europa

El cementerio de cazadores-recolectores de Zvejnieki ha proporcionado más de 2.000 dientes de animales en contextos funerarios, según se detalla en el estudio publicado el 20 de junio de 2025 en Archaeological and Anthropological Sciences. Estas piezas no estaban dispersas al azar. Se habían convertido en colgantes, cosidas a la ropa o atadas con cuerdas vegetales, en una práctica extendida entre las sociedades del norte de Europa entre el 7500 y el 2500 a. C.

El origen de esos dientes no solo fue objeto de estudio desde el punto de vista simbólico o cultural, sino también técnico. Y en ese terreno, hasta ahora, las incógnitas habían quedado bastante intactas.

Los investigadores, liderados por Aija Macane y su equipo de la Universidad de Helsinki, recurrieron a la arqueología experimental para probar distintas formas de extracción dental sobre especies parecidas a las que se documentaron en las tumbas. El objetivo era identificar cuál de esos métodos coincidía con las marcas y fracturas halladas en los restos originales, y así entender mejor las prácticas reales empleadas por aquellas comunidades. Para ello, compararon siete técnicas diferentes, desde el despiece en crudo hasta métodos que implicaban calor o cocción.

Los adornos hechos con dientes, cosidos a prendas o suspendidos con cordeles

Una de las variantes más eficaces resultó ser el cocinado en pozo, una técnica de cocción lenta que combina tierra caliente y vapor. Esta fórmula permitía, además de ablandar la carne para su consumo, que los dientes se desprendieran con facilidad y sin romperse. Según explica el equipo en su artículo, esta práctica hacía posible que la carne del cráneo se aprovechara mejor, mientras que los dientes quedaban intactos y los huesos eran aptos para fabricar herramientas. Esa triple utilidad resultaba coherente con el modo de vida de los grupos cazadores-recolectores de la zona.

Cada pieza dental era seleccionada y extraída según su forma, tamaño y estado de conservación

La investigación no solo resolvió cómo se extraían los dientes sin dañarlos, sino que también ofreció pistas sobre cuándo se hacía. Macane señala en la publicación académica que “nuestros experimentos muestran que la extracción dental era un proceso deliberado y sensible al tiempo, integrado en actividades cotidianas como la preparación de alimentos”. Esta afirmación rompe con una idea extendida, según la cual los dientes usados como ornamento habrían sido restos recogidos después del consumo o hallazgos sin intención previa.

El estudio demuestra que detrás de un simple adorno había una secuencia de gestos técnicos, decisiones prácticas y una intención decorativa

Los resultados, por tanto, invitan a pensar en una planificación más compleja, en la que cada parte del animal tenía un destino asignado y los dientes formaban parte de un sistema funcional que combinaba alimentación, aprovechamiento material y expresión simbólica. Esa articulación también se refleja en las huellas que dejaron los distintos métodos probados, como fracturas radiculares, fisuras por calor o desprendimientos en la base del esmalte, que aparecen en los restos hallados en el yacimiento.

La mayoría de los dientes analizados procedía de ciervo rojo, alce y jabalí, aunque también se registraron casos de perro e incluso de dientes humanos. En todos ellos, las marcas coincidían con los efectos generados en los experimentos más exitosos. Esos indicios permitieron establecer que los dientes eran seleccionados en función de su tamaño, forma y resistencia, y que su obtención se realizaba cuando la carne seguía en condiciones de ser cocinada.

El estudio, al cruzar métodos experimentales con hallazgos arqueológicos concretos, ayuda a entender cómo los objetos personales más simples pueden revelar hábitos enteros. No solo por su forma final, sino por los gestos y decisiones que implicaron. Y en este caso, también por lo que costaba conseguirlos sin romperlos.

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