La piedra habla: una cueva española demuestra cómo el ser humano transformó incluso el subsuelo

Algunas formaciones parecen haber sido diseñadas para ordenar el tránsito o dividir zonas internas

Héctor Farrés

0

Una estalagmita aparece rota, desplazada y encajada entre otras. La posición no es casual. Tampoco lo es el espacio despejado que la rodea. A varios metros, otra formación calcárea muestra un corte seco, recto, ajeno al ritmo orgánico de la cueva. No hay señales de hundimiento ni actividad natural reciente. Todo apunta a una intervención humana.

El hallazgo, que pone en el punto de mira a la Cova Dones en la provincia de Valencia, ha obligado a revisar las ideas previas sobre la interacción de las sociedades prehistóricas con el subsuelo.

Más de cien estructuras que revelan un plan prehistórico con propósito

El equipo del proyecto DONARQ, impulsado por las universidades de Alicante y Zaragoza, ha confirmado la existencia de más de cien espeleofactos en el interior de la cueva. Estas estructuras están formadas por estalagmitas que fueron rotas, transportadas y reorganizadas de forma intencional, y que aparecen distribuidas a lo largo de distintas galerías. Según los investigadores, esta organización interna sugiere una planificación previa, en la que los grupos humanos modificaron el espacio con objetivos que van más allá de la mera ocupación física.

Aitor Ruiz-Redondo, codirector del proyecto, explica que el análisis de las calcitas recrecidas sobre algunas fracturas es una de las pistas fundamentales para datar estas acciones. En sus palabras, “las concreciones secundarias permiten inferir que algunas de las intervenciones son claramente prehistóricas”. Este detalle resulta crucial para distinguir entre modificaciones modernas o naturales y aquellas realizadas por grupos humanos en la Prehistoria.

El hallazgo de formaciones rotas y recolocadas ha abierto nuevas hipótesis sobre la intervención humana en esta cueva valenciana

En paralelo, el hallazgo de arte rupestre en el mismo yacimiento ya había situado a Cova Dones como uno de los referentes del Paleolítico peninsular. Un artículo publicado en 2023 por la revista Antiquity reveló que la cavidad alberga más de un centenar de pinturas y grabados con representaciones animales que se remontan a unos 24.000 años de antigüedad. A este descubrimiento se sumó la localización de un santuario romano en una de las salas interiores, con inscripciones en latín y una moneda del emperador Claudio.

La combinación de estos elementos convierte a la cueva en un espacio de uso prolongado y diverso, en el que distintos grupos históricos —desde los cazadores paleolíticos hasta las comunidades romanas— coincidieron en asignar un valor especial al subsuelo. La multiplicidad de usos no se limita al culto o a la expresión simbólica. Parte de las estructuras de estalagmitas descubiertas parecen haber sido diseñadas para canalizar el tránsito, marcar rutas o separar zonas dentro de la cavidad.

Modelos 3D, uranio y microestratigrafía para entender cómo y cuándo actuaron

El arqueólogo Iñaki Intxaurbe Alberdi, investigador postdoctoral vinculado a las universidades del País Vasco y Burdeos, se incorporó al equipo precisamente tras la primera detección de estas formaciones. Su especialidad en la dinámica del karst ha sido fundamental para interpretar los patrones geomorfológicos que rodean a los espeleofactos. En su evaluación inicial, ha logrado identificar más de cien estructuras diferenciadas, lo que sitúa a la Cova Dones como el segundo yacimiento con mayor número de estas evidencias, solo por detrás de la cueva de Saint-Marcel, en Francia.

Según detalla la Universidad de Alicante en su comunicado oficial, la investigación avanza ahora con una fase más técnica, que incluye análisis microestratigráficos, modelos 3D y un amplio programa de dataciones mediante series de uranio. El objetivo es doble: por un lado, establecer la cronología exacta de cada estructura; por otro, determinar si existen patrones repetidos que puedan indicar una lógica interna, ritual o funcional, detrás de estas intervenciones.

El caso de Cova Dones recuerda a la cueva de Bruniquel, donde neandertales crearon estructuras similares

El valor de los espeleofactos no reside únicamente en su número, sino en su distribución, forma y contexto. Algunas estructuras se presentan en forma de anillos, otras aparecen alineadas junto a paredes o pasos estrechos. En varios casos, el entorno presenta indicios de limpieza previa, como si se hubiera despejado deliberadamente el terreno antes de reorganizar las estalagmitas. Estos detalles han llevado a los arqueólogos a considerar la posibilidad de un uso simbólico y prolongado del espacio subterráneo.

Virginia Barciela González, codirectora del proyecto, destaca que este tipo de hallazgos obliga a reconsiderar el papel que las cuevas desempeñaban para las sociedades antiguas. Según apunta, “la cueva no se usó solo como refugio o como vía de paso, sino que fue transformada por razones simbólicas, posiblemente rituales”. Esta hipótesis cobra fuerza al observar el paralelismo con la cueva de Bruniquel, en Francia, donde los neandertales construyeron hace más de 170.000 años estructuras similares a partir de estalagmitas fragmentadas.

La investigación en Cova Dones continúa con un equipo multidisciplinar que incluye especialistas en tafonomía, epigrafía, geomática y arte rupestre. El trabajo coordinado permite cruzar datos geológicos, arqueológicos y topográficos para obtener una imagen más precisa del uso de la cueva a lo largo de los siglos. El resultado es una reconstrucción compleja, que perfila al yacimiento como un espacio transformado, habitado e interpretado por distintas comunidades humanas durante milenios.

Etiquetas
stats