El gran mosaico de Alejandro Magno esconde piedras traídas desde canteras de tres continentes
Los arqueólogos que trabajan en Volubilis encontraron un mosaico con Orfeo tocando la lira, rodeado por leones, panteras y aves exóticas. Esa imagen, construida con teselas diminutas de orígenes dispares, se convirtió en una prueba más de hasta dónde llegaban las redes comerciales romanas. Algunas piedras eran sicilianas. Otras, libanesas. Muchas procedían de Hispania y del norte de África. Esta variedad material, sin embargo, no era excepcional. La reutilización y el transporte de rocas entre regiones se convirtió en una práctica habitual en el Imperio, y Pompeya dejó una de las muestras más espectaculares de esta tendencia.
Las técnicas científicas actuales permiten identificar con exactitud el origen de cada fragmento
El gran mosaico de Alejandro Magno, encontrado en 1831 en la Casa del Fauno, ha sido objeto de una nueva investigación publicada en la revista PLOS ONE, que confirma que sus casi dos millones de teselas no procedían únicamente de las proximidades de Nápoles. La restauración más reciente, promovida por el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, permitió analizar su composición sin alterar su estructura. A través de fluorescencia de rayos X portátil y otras técnicas no invasivas, el equipo logró identificar la procedencia geológica de los materiales.
Los resultados revelaron un amplio abanico de colores: blancos, verdes, rosas, amarillos, azules, negros, grises, rojos, pardos y vítreos. Cada uno se obtuvo a partir de piedras naturales, pulidas y cortadas con una minuciosidad extraordinaria.
Algunas teselas blancas, según los investigadores, están relacionadas con el mármol cristalino de las canteras de las Apuanas, en Italia, un material que se empezó a extraer en el siglo I antes de nuestra era. Otras, de tono rosa intenso, apuntan hacia explotaciones situadas en Portugal. Los tonos rojizos oscuros remiten a regiones como el cabo Matapán, en el sur de Grecia, y las piezas amarillas podrían haber llegado desde la antigua ciudad romana de Simitthus, situada en lo que hoy es Túnez.
Por lo tanto, la presencia de estas piedras demuestra que los artistas que realizaron el mosaico tenían acceso a materiales extraídos de puntos muy alejados entre sí, repartidos entre Europa occidental, el Mediterráneo oriental y el Magreb.
La obra representa a Alejandro derrotando a Darío III en la batalla de Issos, librada en el año 333 antes de nuestra era. En el fondo aparece un árbol solitario, un detalle que ha sido interpretado por varios textos medievales y árabes como una referencia directa a ese enfrentamiento, al que llamaban “la batalla del árbol seco”. El propio rostro de Alejandro, según apunta el estudio, fue construido con teselas rosadas de diversas composiciones químicas, lo que genera variaciones lumínicas perceptibles que refuerzan la expresividad de su figura.
Según explican los autores del estudio publicado en PLOS ONE, el efecto visual logrado mediante esos cambios de textura contribuye a que esta imagen se haya convertido en una de las más reconocibles del conquistador macedonio. Las diferencias en el brillo, causadas por las propiedades de cada piedra, explican parte del impacto visual que sigue generando más de dos mil años después de su creación.
Algunos materiales añadidos durante el siglo XIX dificultaron la restauración y pusieron en riesgo la estabilidad
Además de las pruebas de procedencia, el equipo detectó restos de materiales añadidos en épocas más recientes. Entre ellos se identificaron cera natural y yeso, aplicados como capas protectoras durante los procesos de restauración del siglo XIX. Esas capas, sin embargo, no cubrieron de forma homogénea toda la parte posterior del mosaico. Un examen endoscópico reveló zonas vacías, consideradas por los expertos como puntos potencialmente frágiles que deben tenerse en cuenta para evitar nuevos desplazamientos.
El uso de yeso como refuerzo temporal se remonta al momento en que la obra fue trasladada desde Pompeya al museo napolitano. Aunque permitió mantener la integridad del conjunto, ese refuerzo provocó algunas inconsistencias térmicas visibles hoy mediante termografía infrarroja. Este tipo de análisis permitió, además, detectar ligeros movimientos de teselas en ciertas zonas, ocasionados por cambios ambientales a lo largo de los años.
La restauración actual, iniciada en 2023, contempla una revisión completa del sistema de conservación, con el objetivo de evitar tensiones internas que podrían agravar el deterioro. Las herramientas utilizadas por el equipo permiten evaluar la situación sin tocar físicamente las piezas, lo que ha sido fundamental para garantizar la estabilidad del conjunto.
Los resultados no solo aportan información sobre la historia material del mosaico, sino que también reflejan las capacidades logísticas del Imperio romano. Los artistas no solo dominaban las técnicas de montaje, sino que además sabían seleccionar y combinar piedras llegadas desde cientos o incluso miles de kilómetros. A veces, los viajes más largos eran los de las propias rocas.
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