Por qué es importante aprender a aburrirse

Logotipo de TikTok en un teléfono móvil. EFE/EPA/ROMAN PILIPEY

Inma Moraleda

Madrid —

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En una era de hiperconectividad y estimulación constante, el aburrimiento se ha convertido en un enemigo a evitar a toda costa. Sin embargo, aprender a aburrirse no solo es necesario, sino que puede ser una poderosa herramienta para el bienestar mental y la creatividad

Lejos de ser una pérdida de tiempo, el aburrimiento puede actuar como un catalizador. La neurocientífica Alicia Walf afirma que es fundamental para la salud cerebral dejarse aburrir de vez en cuando. En esos momentos de inactividad, el cerebro activa la llamada “red de modo por defecto”, una red neuronal que se enciende cuando no estamos enfocados en tareas específicas, permitiendo que surjan ideas y soluciones creativas. Un estudio publicado en la revista Academy of Management Discoveries en 2019 demostró que las personas que realizaron tareas aburridas, como clasificar judías por colores, generaron excusas más creativas para justificar retrasos que aquellos que realizaron tareas más interesantes.

El aburrimiento también ofrece beneficios importantes para la salud mental. Proporciona un descanso necesario de la constante sobrecarga de información y actividades, permitiendo que el cerebro se relaje y recupere, lo que reduce los niveles de estrés y ansiedad. Además, los momentos de aburrimiento fomentan la introspección y la autorreflexión. La psicóloga Sandi Mann sostiene que el aburrimiento puede ser una fuerza poderosa que infunde pensamiento y reflexión inteligente, ayudándonos a evaluar nuestras metas, decisiones y dirección vital. Este tipo de pausa no es pasividad: es un espacio activo de “reseteo” mental que no sucede cuando estamos ocupados o entretenidos todo el tiempo.

De lo contrario, en nuestra búsqueda por evitar el aburrimiento, recurrimos compulsivamente al “scroll” infinito en redes sociales, llenando cada momento de tiempo libre con estímulos rápidos y vacíos. Pero este hábito, lejos de combatir el aburrimiento, puede intensificar la sensación de vacío y reducir la capacidad de atención. La filósofa Josefa Ros Velasco, autora de varios estudios sobre el aburrimiento, señala que este sentimiento aparece cuando dedicamos energía a actividades que no valoramos. Esa desconexión entre lo que hacemos y lo que nos importa nos empuja, en el mejor de los casos, a buscar nuevas experiencias más significativas.

Hay que fomentar el aburrimiento desde niños hasta adultos

Por eso es esencial fomentar el aburrimiento desde niños hasta adultos. El Child Mind Institute destaca que el aburrimiento ayuda a los más pequeños a desarrollar flexibilidad, planificación, autonomía y habilidades para resolver problemas. Permitir que los niños se aburran no es desatenderlos, sino todo lo contrario: darles el espacio necesario para descubrir su creatividad y aprender a estar consigo mismos. El adulto que no aprendió a aburrirse de niño se convierte muchas veces en una persona que no tolera la pausa ni la incertidumbre. Por eso, el aburrimiento no se educa solo en la infancia: también se cultiva en la madurez, como una forma de conectar con lo que somos sin necesidad de estímulos externos constantes.

Recuperar prácticas que permitan desconectar del estímulo inmediato (como pasear, no hacer nada o simplemente observar sin expectativas) es fundamental para aumentar la creatividad, el pensamiento profundo y el bienestar general. Así el vacío no es ausencia, sino posibilidad.

En lugar de temer al aburrimiento, deberíamos aprender a abrazarlo como una herramienta útil para el crecimiento personal. Al permitirnos esos espacios de desconexión, cultivamos no solo una mente más libre, sino una vida más plena.

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