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Niños programadores: para qué sirve la enseñanza de programación en las escuelas

Niños usando iPad en la escuela

Juan Jesús Velasco

La tecnología está cambiando muchos aspectos de nuestra vida cotidiana: nuestra forma de relacionarnos con otras personas, nuestra manera de trabajar o, incluso, nuestra manera de aprender. El uso de la tecnología en las aulas no nos es extraño; sin embargo, la tecnología se utiliza como una especie de “instrumento pasivo” que convierte al alumno en un usuario de distintas aplicaciones y servicios.

Aunque hace tiempo que los ordenadores llegaron a las aulas y, por ejemplo, se ha entregado a muchos alumnos un netbook dentro de su “material escolar”; el uso que se ha dado a estos dispositivos es el de complemento a libros y cuadernos. Nuestros escolares saben buscar información en Internet o manejar aplicaciones; la tecnología que hay detrás de los dispositivos que usan se les hace invisible y, con ello, pierden las oportunidades y nuevos retos que presenta para su desarrollo la enseñanza de programación y ciencias de la computación en las aulas.

Aunque pueda sonar raro, la enseñanza de programación en las escuelas no es nada nuevo. Lenguajes de programación como Logo surgieron a finales de los años 60 y se convirtieron en un potente tractor para esos “jóvenes programadores” que se sentaban por primera vez delante de un ordenador.

¿Y qué aporta la enseñanza de programación a los escolares? Más allá de prepararlos para un mercado laboral cada vez más tecnológico (y, seguramente, en los años 60 era algo que apenas se vislumbraba), la programación permite a los alumnos encarar procesos de autocorrección y búsqueda de errores (depurar un programa que no funciona adecuadamente), los enfrenta a retos de resolución de problemas complejos (introduciendo al alumno en la algoritmia) o les presenta conceptos que pueden llegar a ser complejos para un alumno de primer curso de ingeniería como, por ejemplo, la recursividad.

Si un alumno de ingeniería llega a la universidad con conocimientos básicos de física, ¿por qué no llega también con conocimientos básicos de programación? ¿Tiene sentido que su primera experiencia en el campo de la programación sea, directamente, en la universidad? La respuesta a esta pregunta es algo que podemos encontrar, por ejemplo, en el manifiesto por la educación en ciencias de la computación en el siglo XXI:

El impacto de la enseñanza de la programación en las escuelas

Cuando hablamos de “enseñanza de programación en las escuelas” se tiende a pensar en formar, desde la base, a las nuevas generaciones de desarrolladores que trabajarán en empresas como Google o Facebook.

Evidentemente, la preparación para el mercado laboral es un factor importante a tener en cuenta; nuestros escolares desempeñarán trabajos que ni siquiera se han inventado y la enseñanza de ciencias de la computación es una medida para encarar estos nuevos desafíos.

Desde las Administraciones Públicas parece calar esta teoría y la Comisión Europea calcula que en el año 2020 existirán alrededor de 900.000 puestos vacantes en el ámbito de las TIC en Europa que necesitarán ser cubiertos; una demanda que se espera cubrir, precisamente, introduciendo en los planes de estudios actuales la enseñanza de programación.

La vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de la Agenda Digital para Europa, Neelie Kroes, y la Comisionada de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud, Androulla Vassiliou, enviaron una carta conjunta a los Ministros de Educación de la UE instándoles a promover la enseñanza de la programación informática en las escuelas pues que se considera que “la programación es parte de la solución al desempleo juvenil en Europa”.

Más allá de formar a los profesionales del futuro y adaptarlos a las nuevas exigencias del mercado laboral, la enseñanza de la programación en las escuelas tiene otras muchas ventajas para el desarrollo de los alumnos (ventajas que, incluso, hacen más importante la introducción de estas disciplinas en las aulas).

La iniciativa mSchools de Mobile World Capital Barcelona y GSMA señalaba que la enseñanza de la programación contribuía a que los escolares estuviesen más capacitados para resolver problemas complejos, incluso más allá de los ordenadores puesto que, en su opinión, los principios de la programación podían ser utilizados para solucionar problemas de la vida real.

También señalaban que el aprendizaje de lenguajes de programación orientados a niños podía cumplir un doble papel; por un lado, permitía a los alumnos entender la lógica que se esconde tras la programación y, por otro lado, les serviría como pilar para aprender lenguajes de programación tradicionales (y utilizados en el mundo profesional).

Jesús Moreno, uno de los cuatro docentes fundadores del proyecto Programamos (una comunidad que congrega a docentes de España y Latinoamérica, padres, madres y alumnos que se reúnen para compartir recursos, intercambiar experiencias, organizar talleres y formar a otros docentes para que puedan introducir la enseñanza de la programación como motor para el desarrollo de los escolares), nos habló también de esta perspectiva:

“En Programamos estamos más interesados en los beneficios educativos asociados a este aprendizaje. Al aprender a programar y al desarrollar el pensamiento computacional se fomenta la creatividad, el emprendimiento y la cultura libre, aumenta la motivación, mejora la autonomía, se trabajan estrategias de resolución de problemas, se conocen diferentes formas de comunicación de ideas... Todas estas destrezas son realmente útiles para cualquier estudiante sin importar la disciplina de su futura actividad profesional, y consideramos que es la preparación ideal para el mundo de hoy, que cambia a velocidad de vértigo y en el que la gente debe inventar soluciones innovadoras constantemente para enfrentarse a nuevas situaciones inesperadas.”

“Tal como defiende Mitch Resnick, el director del grupo Lifelong Kindergarten del MIT, más que aprender a programar se trata de programar para aprender.”

Precisamente, en la web del proyecto Programamos reseñan también algunas de las evidencias científicas del impacto positivo de la enseñanza de la programación en las escuelas. Apoyándose en diversos estudios publicados, las conclusiones parecen dejarlo bastante claro: impacto positivo en la creatividad y respuesta emocional de niños con dificultades de aprendizaje y también en el desarrollo de las habilidades cognitivas y socio-emocionales.

Los niños que trabajan con ordenadores buscan la asistencia y consejos de otros compañeros, por tanto, socializan más entre ellos y trabajan de forma social y colaborativa, incluso aunque cada alumno disponga de su propio ordenador personal.

Desde la perspectiva de la inclusión y la igualdad de género, parece que también existen evidencias que apuntan a que los alumnos que aprenden a programar en edades tempranas tienen menos estereotipos de género ante carreras técnicas (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y menos reticencias a continuar sus estudios siguiendo estos itinerarios curriculares.

Proyectos y recursos

Para encarar estos desafíos, los docentes necesitan apoyarse en nuevas herramientas, metodologías e instrumentos para poder formar a nuestros escolares en estas disciplinas. Nos encontramos ante un reto estratégico que se está llevando a cabo en países de todo el mundo y para el que no debemos quedarnos atrás. La red ofrece a los docentes recursos y, evidentemente, también tiende un gran puente con una gran comunidad educativa distribuida por todos los rincones el planeta con la que se pueden compartir experiencias o recursos (trabajando en comunidad y evitando “islas” entre docentes).

Aunque alguien pueda pensar que el recientemente desaparecido proyecto OLPC era la gran “punta de lanza” para llevar la computación a las escuelas, hoy contamos con un amplio abanico de recursos que están al alcance de docentes y, por qué no, también de padres y madres.

Desde el punto de vista del hardware, proyectos como Raspberry Pi y Arduino se han convertido en dos de los principales exponentes del hardware libre que, además, ejercen como punta de lanza para la introducción de la programación y la robótica en las escuelas de todo el mundo a un precio más que asequible.

La Universidad de Southampton no se podía permitir la adquisición de servidores para implementar un clúster e introducir a sus alumnos, de manera práctica, en la computación distribuida. ¿Su solución? Desarrollar un supercomputador mediante 64 placas Raspberry Pi; evidentemente, el ejercicio tiene como público objetivo los estudiantes de ingeniería pero, alrededor de Raspberry Pi, se han generado muchas aplicaciones para los escolares e iniciativas como la española Thinkbit introducen a los escolares en el mundo de la robótica gracias a Arduino.

Pesos pesados de la industria como Intel también están caminando por la senda de llevar la computación a los centros educativos con proyectos como Intel Galileo o el reciente Sharks Cove en colaboración con Microsoft.

Desde la perspectiva del software, el entorno de programación Scratch, desarrollado por el MIT, se ha convertido en referente absoluto. Scratch presenta un lenguaje de programación visual pensado para niños desde 7 años de edad, un entorno de desarrollo y, además, está reforzado por un sitio web donde la comunidad puede compartir aplicaciones, recursos o experiencias.

Otros recursos que la red nos brinda son GameSalad, Stencyl, Blocky, StarLogo TNG o App Inventor.

La enseñanza de programación en la escuela no es el futuro, es el presente

Países como Francia comenzarán a impartir, ya en este próximo curso académico, programación en la educación primaria al igual que también lo hará Reino Unido (tanto en educación primaria como en educación secundaria). Precisamente, en Reino Unido se está viviendo una “revolución tecnológica” en las escuelas y entidades privadas están impulsando code camps o subvencionando la compra de placas Arduino y Raspberry Pi para que los docentes no se vean frenados por la falta de recursos y puedan formar a los escolares en ciencias de la computación.

Estonia, desde el año pasado, enseña programación a los alumnos de primaria, Alemania ya lo hace en 3 regiones, Australia lo hará próximamente y países como Finlandia, Israel, Corea del Sur, Nueva Zelanda o Grecia llevan tiempo trabajando en programas piloto.

En Estados Unidos, figuras clave de la industria tecnológica como Bill Gates, Mark Zuckerberg o Jack Dorsey apoyan el proyecto Code.org que busca, precisamente, concienciar a alumnos y profesores en las ventajas de la enseñanza de la programación en las escuelas.

En España, si no fuese por el esfuerzo de muchos docentes a nivel individual, la foto nos deja algo atrás con respecto a nuestros vecinos europeos. Navarra se ha convertido en la primera comunidad autónoma que, de manera generalizada, enseñará programación en las escuelas (dentro de la asignatura de matemáticas) y, como comentábamos al inicio, el programa mSchools de Mobile World Capital Barcelona y la GSMA ha creado una asignatura optativa para enseñar a los alumnos de secundaria a desarrollar aplicaciones móviles.

Si bien es cierto que las administraciones públicas tienen mucho que decir al respecto de los planes de estudio que seguirán nuestros escolares, los padres también pueden tomar un rol activo en el desarrollo de estas nuevas capacidades y contribuir, desde el hogar, al desarrollo formativo de sus hijos. Desde Programamos nos realizaron la siguiente reflexión:

“Aunque pueda sonar a tópico, no lo es. Su papel es fundamental, ya que constituyen un pilar muy importante en la formación de sus hijos. Queremos que la familia sea parte activa y comprenda la importancia de enseñar este nuevo idioma universal a sus hijos. Está bien que los jóvenes usen la tecnología para divertirse jugando, pero ¿y si son ellos los que se crean sus propios videojuegos? No solo se divierten y juegan sino que también están aprendiendo y preparándose para el futuro. Pero, ¿por qué no ir un paso más allá? ¿Y si los padres y las madres también aprenden a programar para que puedan practicar juntos en casa?”

Imágenes: Kevin Jarret (Flickr), Brad Flickinger (Flickr), Universidad de Southampton y Programamos

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