Tus erratas permanecerán para siempre en Twitter (a menos que borres los tuits completos)
Las erratas han sido siempre un quebradero de cabeza para toda persona que escribe algo que va a ser publicado y que no puede ser corregido a posteriori. Incluso hoy en día sigue pasando. Como aquella hilarante historia en la que un periodista brasileño tenía que hacer una 'fe de erratas' en el medio Veja porque había atribuido, por culpa de una graciosa confusión fonética, unos gustos muy distintos de los reales a Eduardo Jorge, candidato del Partido Verde.
Los medios digitales han reducido gran parte de los quebraderos de cabeza que suponían las erratas: si tienes un blog en Wordpress y alguien te señala una errata, se corrige. Si hay una página en Wikipedia que contiene un error en la biografía de una persona, se corrige. Si has escrito en un medio digital y se te ha escapado una tilde o te sobra una coma, se corrige. Equivocarse es normal pero 'editar un contenido' ha producido un cambio en la forma que nos relacionamos con las erratas. Salvo en Twitter.
“Ni un tuit sin su errata” es definitivamente un mantra colectivo en Twitter. Y Jack Dorsey, el CEO de la compañía, no parece querer cambiarlo: el pasado 14 de enero, durante un directo con la Revista Wired, contestaba a una usuaria que le preguntaba si consideraban implementar el botón de editar tuits en 2020 con un tajante: “No”.
Ya en 2019 contestó a una pregunta similar en Twitter diciendo: “Hemos hecho algunas consideraciones prácticas pero probablemente nunca lo haremos”. En el propio directo de Wired reconoce entender algunas de las razones: “Entendemos que alguien que ha cometido un pequeño error tipográfico o que ha puesto un enlace mal quiera usarlo... pero eso implicaría retrasar la publicación de un tuit (...) Nacimos como un servicio de mensajería de texto y cuando enviabas un SMS no podías editarlo. Nos gusta ese espíritu y queremos preservarlo”.
En un argumento más consistente aún y probablemente en línea con intentar ganar cierta legitimidad en un contexto de alto grado de fiscalización a las redes sociales sobre cómo lidian con el tema de las los bulos, Dorsey declaraba también: “Si alguien retuitea un mensaje que puede ser posteriormente modificado de forma radical, la persona que hizo ese RT está difundiendo algo completamente distinto al contenido inicial”. Recordemos que Twitter anunció el pasado mes de octubre que iba a prohibir la publicidad política.
En el caso de Facebook, la introducción del botón 'editar' en los mensajes no parece haber sido traumática con el paso del tiempo. Tal y como recuerda el periodista Casey Newton en una artículo de hace 3 años (“The case for editing tweets”): “¿El lanzamiento de la edición en las publicaciones de Facebook estuvo acompañado de un troleo a gran escala o disturbios en las calles? No. ¿Recuerdas siquiera que fuera introducido? No. Y sin embargo, ¿no lo encuentras de vez en cuando útil?”.
La reclamación no es nueva. Ya en su primer año de vida, algunos usuarios reclamaban la posibilidad de editar tuits. Durante años ha sido una petición constante que casi siempre se ha encontrado con la misma respuesta por parte de Twitter: lo estudiaremos. Incluso en 2015, el propio Jack Dorsey se vio obligado a contestar a un tuit de Kim Kardashian en el que esta pedía abiertamente una opción para editar tuits (más tarde, en 2018, ella volvía a publicar un tuit hablando del tema tras una conversación con Dorsey). Teniendo en cuenta que tardaron 12 años en ampliar el número de caracteres de 140 a 280, puede que los tuits editados aún tarden en llegar. Y es que para el tormento de muchos, las erratas probablemente permanezcan ahí a menos que sean borradas.
Las erratas siempre han generado dolor en algunas personas. De hecho en la época medieval existía un demonio llamado Titivillus al que se le atribuían los errores ortográficos en los libros y las equivocaciones en conversaciones habladas. Según la leyenda, este diablillo anti-corrección lingüística tenía como objetivo robar almas para Lucifer.
Es más, en el siglo XVII, Carlos I de Inglaterra encargó la edición de una Biblia a Robert Baker y Martin Lucas, impresores de gran reputación. Cuando la edición estuvo lista los ejemplares comenzaron a venderse con mucha facilidad. En lo que nadie había reparado (ni editores, compradores o el mismo rey) es que el sexto mandamiento decía “Cometerás adulterio”. Fue un gravísimo error para la época, sí. Con terribles consecuencias para los editores. Pero la moraleja está hervida: a veces las erratas rompen las reglas, desvelando nuevos e inexplorados mundos.
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